Durante la primera entrevista que el programa 60 minutos de la CBS hizo a Donald Trump nada más ganar las elecciones, el entonces candidato electo estuvo acompañado por Melania. La entrevistadora preguntó a la futura primera dama por los tuits de su marido, y ella respondió que le “reñía todo el tiempo” por sus mensajes, pero añadía que era un adulto y no podía obligarle a actuar contra su voluntad. Aquella noche dio la impresión de que la capacidad de influencia de la exmodelo sobre su esposo era bastante limitada. Ahora, o mucho ha cambiado la cosa en este matrimonio o estamos ante una pura estrategia de comunicación de la Casa Blanca, ya que el mérito de haber hecho rectificar al obstinado magnate su política migratoria se le atribuye en buena parte a ella.
Desde el principio, Melania ha ejercido una postura independiente y casi de oposición interna a su marido en la crisis de los menores indocumentados. No es la primera vez que va por libre, pero nunca hasta ahora había tocado un tema tan delicado y troncal para la administración como la política migratoria. La jugada habría sido perfecta si no fuera por la desafortunada chaqueta de Zara que inexplicablemente escogió para visitar este miércoles la frontera sur de los EEUU. Esto ha desatado toda suerte de teorías sobre cuáles eran sus verdaderas intenciones.
Con independencia de lo que dijera esta prenda -“no me importa”-, lo cierto es que tanto a ella como a su marido les importa, y mucho, cómo ha erosionado su imagen pública la tragedia de las familias hispanoamericanas separadas contra su voluntad al tratar de entrar en el país. De hecho, preocupa tanto a la administración republicana que incluso ha tenido que recurrir al único rostro amable y humanitario, con permiso de Ivanka, que le queda a esta Casa Blanca.
La intervención de las esposas presidenciales en los asuntos de gobierno no es ninguna novedad. Por ejemplo, Abigail Adams escribió una carta a su esposo, John Adams, abogando por los derechos de las mujeres. Eleanor Roosevelt también era conocida por su defensa de los derechos civiles, incluso antes de que su marido se sumara a la causa. Ahora es el turno de Melania Trump.
La imagen de Melania, al alza
No en vano, la exmodelo es a estas alturas la única miembro del “equipo” Trump que aún puede convencer a la opinión pública cuando las cosas se ponen complicadas, como ha ocurrido estos últimos días. Es un contrapeso para su marido. Mientras que el magnate tiene que batirse el cobre para no hundirse en los índices de popularidad y alcanzar una cifra de apoyos que difícilmente llega al 45 por ciento, más de la mitad de los estadounidenses tienen una opinión favorable de su esposa. Nada menos que un 57%, según los últimos sondeos, respalda su labor, una cifra que supone un incremento de diez puntos desde el pasado enero. Incluso entre los demócratas está al alza, con un nivel de apoyo de entre el 38 y el 41%.
Con estos índices de popularidad, equiparables a los que gozaron Michelle Obama o Laura Bush, no es de extrañar que desde la Casa Blanca se haya utilizado su figura para endulzar la agria imagen del presidente en lo que a inmigración se refiere.
Las noticias sobre separación de familias en la frontera sur de EEUU llevan varias semanas coleando, si bien la alarma no estalló hasta que empezaron a aparecer imágenes de bebés siendo apartados de sus padres y confinados en instalaciones con aspecto de jaula, y grabaciones de niños llorando.
Mientras Trump y los responsables de su gobierno defendían el cumplimiento de la ley, Melania se descolgaba filtrando a los medios, a través de un portavoz, que estaba presionando a su marido para que hiciera algo para mantener unidas a las familias de indocumentados.
“Ha estado hablando con él al respecto desde el principio”, comentó un funcionario a varios medios. Luego, el pasado domingo, un portavoz hizo una declaración en su nombre, expresando que “odiaba ver a los niños separados de sus familias” y que esperaba “que ambos partidos finalmente se unan para lograr una reforma migratoria exitosa”. “Ella cree que debemos ser un país que cumpla todas las leyes, pero también un país que gobierne con corazón”.
Pero ¿por qué la primera dama sale a hacerle oposición al presidente? Para empezar, la Casa Blanca ha tenido perdida la batalla de la opinión pública en este asunto desde el principio. Aunque ha intentado justificar que con esta medida trataba de frenar el efecto llamada y la llegada de inmigrantes con menores, pronto se les fue de las manos, especialmente cuando la organización ProPublica sacó a la luz una insoportable grabación de niños llorando desesperados al ser apartados de sus familiares en un centro del gobierno federal.
A esto hay que sumar que la primera dama justo ha decidido dedicar su actividad pública a la infancia, con la iniciativa Be Best, lo que la obligaba al menos a hacer algún gesto, sobre todo cuando sus antecesoras habían salido ya a la palestra.
El club de las primeras damas
Las esposas presidenciales tienen una larga historia de defensa de los niños, aunque no es nada habitual que todas ellas se pongan de acuerdo en una causa en concreto. Y en este caso, ocurrió.
Rosalynn Carter, Laura Bush, Hillary Clinton y Michelle Obama salieron públicamente a expresar su preocupación por la situación de los pequeños inmigrantes son arrancados de los brazos de sus padres en la frontera con México, con mensajes mucho más contundentes que el de Melania.
Por ejemplo Laura Bush, una institución republicana, firmó un artículo de opinión en el Washington Post calificando lo que estaba ocurriendo como “cruel” e “inmoral”. Michelle Obama retuiteó estos comentarios y agregó: “A veces la verdad trasciende al partido”. La mujer del expresidente Jimmy Carter, por su parte, dijo en un comunicado que lo que estaba ocurriendo era una “vergüenza para nuestro país”.
Pese a que su tono no fue tan duro, Melania fue la primera y única de la administración que con su postura se ha colocado en línea con los votantes estadounidenses, ya que las encuestas muestran que la mayoría se opone a esta política.
Sea cierta o no su capacidad de influencia, la administración sí ha logrado que la mayoría de medios del país dé verosimilitud a esta teoría, publicando artículos sobre la presión ejercida por la primera dama, contribuyendo a consolidar sus índices de popularidad que, colateralmente, son también los de su marido.
El porqué de la chaqueta
Sin embargo, el detalle de la chaqueta ha desconcertado. Un portavoz de la primera dama trató de apagar la polémica nada más trascender. “Es una chaqueta, no hay mensaje escondido. Después de esta importante visita a Texas, espero que los medios no vayan a elegir enfocarse en esto”, señaló.
No acertó. La prensa no pudo ignorar el mensaje de la prenda, que había incendiado además las redes sociales. Luego surgieron teorías para todos los gustos. Algunos analistas aseguran que era una trampa para que los periodistas criticaran ese detalle, y así denunciar lo superficialidad de los medios. A esta tesis contribuyó Trump, lamentando en Twitter que los “fake news” censuraran a su mujer por esto.
Otros analistas creen que el “no me importa” iba dirigido a los medios. “No me importa lo que pienses de mí”. Hay quien apunta a que en realidad iba contra el presidente, o bien para boicotear su estrategia de comunicación para apagar la crisis usándola a ella, o bien en referencia a su matrimonio, siempre puesto en duda.
La última de las teorías sugiere que era un guiño a las bases anti-inmigración de su marido. Una suerte de “públicamente debo hacer esto, pero realmente no me importa” el drama de los indocumentados.
Lo cierto es que sólo ella sabe por qué escogió aquella chaqueta, de entre todo su abultado guardarropa.
¿E Ivanka?
Al margen de la influencia supuestamente ejercida por Melania, la prensa apunta también a otros miembros de la familia Trump. Desde la NPR se asegura que cuando el presidente se reunió con miembros de la Cámara de Representantes el martes, les dijo que Ivanka, su asesora además de hija, lo había animado a actuar para detener las separaciones familiares.
“Mencionó que su hija lo había alentado a terminar con esto, que las imágenes eran muy dolorosas”, dijo el representante Carlos Curbelo, republicano por Florida, que aseguró que el presidente tampoco se sentía cómodo con lo que estaba ocurriendo en Texas.
El miércoles, la presión pública de los demócratas y los republicanos así como las peticiones privadas de su propia familia parecieron funcionar y llevaron a Trump a anunciar que firmaría una orden ejecutiva para abordar el problema. Y mientras lo hacía, ese día por la tarde, el magnate dijo que tanto Ivanka como Melania, como él mismo, no querían ver a las familias separadas.
“Esto soluciona el problema”, zanjó. Una rectificación nada habitual en un presidente que no suele reconocer que se equivoca. Pero en esta ocasión era distinto. Porque a Trump sí que le importan algunas cosas, especialmente cuando ni su retórica puede superar los decibelios del llanto de un niño.