Jair Bolsonaro, el 'Trump brasileño' apuñalado en campaña
- Misógino, racista y homófobo, lidera todas las encuestas en las que Lula, no aparece como candidato.
- Fernando Haddad, el plan B de Lula para las elecciones tras ser vetado por la Justicia.
“Prefiero un hijo muerto a un hijo gay”; “El bandido bueno es el que está muerto”; “El error de la dictadura fue torturar y no matar”. A Jair Bolsonaro, candidato a la presidencia de Brasil, le llaman el ‘Trump brasileño’ y se ha ganado la comparación sin esfuerzo. Misógino, homófobo y racista, sus declaraciones le han transformado en una copia real del presidente de Estados Unidos. Tan real como sus posibilidades de ganar las elecciones presidenciales y liderar Brasil.
Este mismo jueves, horas antes de que fuera apuñalado en un evento de campaña, los sondeos (ya sin Lula, impedido de presentarse por el Tribunal Electoral) preveían su liderazgo en la primera vuelta. De concretizarse, sería la victoria de un discurso cargado de odio, condescendiente con la tortura y los abusos policiales.
Jair Bolsonaro tiene casi 30 años de carrera parlamentaria y es diputado federal por Río de Janeiro. Con 63 años, es un excapitán del Ejército que ha servido la dictadura militar brasileña (1964-1985), régimen que no condena. “No ha habido dictadura en Brasil, las personas tenían libertad para ir y volver (...) la dictadura era para los bandidos, los canallas, la ley era difícil para ellos”, ha dicho. “La dictadura debería haber fusilado a 30 mil corruptos, entre ellos el presidente Fernando Henrique”, es otra de sus perlas sobre el régimen.
Apologista de las armas, cree que cada ciudadano debería tener una en casa para defenderse. Y sobre la violencia policial, -en un país donde, entre febrero y agosto, han muerto más de 700 personas durante acciones policiales- Bolsonaro no ha tenido pudor en afirmar que “la policía puede disparar y si, por casualidad, el criminal se muere, paciencia”.
Su afán por la seguridad de los ciudadanos brasileños incluye el deseo de reforzar el poder de las Fuerzas Armadas para “limpiar la escoria del mundo”, en la que incluye a los inmigrantes que intentan entrar en Brasil. Si uno atenta en la descripción que él mismo hace de su puesto en el Ejército -“soy capitán del Ejército, mi función es matar”- no queda mucho margen para preguntarse sobre lo que implica ese refuerzo. Su Gobierno, ya lo ha anunciado, incluiría a militares en puestos de responsabilidad.
En los últimos tres años, la popularidad de Bolsonaro se disparó: de un 5% en 2015, a más de 20% a un mes de los comicios. Sus declaraciones populistas enarbolan los “valores tradicionales de la familia” y el conservadurismo más cerrado y encuentran acogida en una sociedad cansada de los escándalos de corrupción y del desgaste de los partidos tradicionales. Como Trump, utiliza las redes sociales con agilidad, donde es seguido por más de 5 millones de personas y es ahí dónde más ha captado votos: los sondeos dicen que un 60% de los votantes de Bolsonaro tiene entre 16 y 34 años.
Sus declaraciones le han costado varias sanciones económicas en la Justicia por homofobia, por incitar a la violación y por falta de respeto a la población negra e indígena. Sobre estos ha dicho que son “indígenas hediondos, no educados y que no hablan nuestro idioma”, y ha considerado que “los afrodescendientes no hacen nada, ni como reproductores sirven”, añadiendo que sus hijos jamás se enamorarían de una mujer negra “porque están muy bien educados”.
Por sus inclinaciones racistas ya ha prometido llevar a cabo una reforma educativa que pondría fin a las cuotas raciales en la Universidad, que garantizan plazas para los alumnos negros e indígenas, en un país en el que el acceso a la educación sigue siendo elitista y discriminatorio.
A su listado de polémicas hay que sumarle las declaraciones misóginas y homofóbicas. De las mujeres dijo que “deben cobrar menos porque se quedan embarazadas”, y le espetó a una diputada del Congreso que “jamás la violaría porque ni eso se merece, es demasiado fea”. A los gays, según Bolsonaro, “no se les quiere, se les aguanta”, y la mejor manera de “evitar” que un hijo sea homosexual “es golpearle, en seguida cambia de comportamiento”.
A lo largo del tiempo no ha dado muchas muestras de arrepentimiento por su discurso, pero alguna vez ha intentado matizar sus declaraciones, diciendo que habían sido sacadas de contexto o recurriendo a las Fake News, acusando a los medios de mentir: “Ya no leo el periódico Folha de São Paulo porque ellos lo tergiversan todo”. Cuando algún periodista le ha preguntado si se arrepentía de alguna de sus declaraciones Bolsonaro ha contestado que lo único que hace es tener “un discurso fuerte” y ha rechazado que esté sembrando el odio entre la ciudadanía: “Yo soy paz y amor”.