A pocos días de la primera vuelta de las elecciones presidenciales de Brasil, el pasado 7 de octubre, un sondeo desvelaba que el 75% de los electores temía que las fake news influyeran su voto. No sin razón: la campaña de estas presidenciales se ha nutrido de las redes sociales y, en especial, Whatsapp para esparcir todo tipo de notícias sobre los candidatos, muchas de ellas falsas.
Seis de cada 10 electores brasileños consumen vídeos y noticias políticas a través de la aplicación y eso hace que sea un territorio propicio para la difusión de bulos. Desde la ‘fake puñalada’ -noticias falsas que señalaban que el ataque al candidato ultraderechista había sido un montaje-, a otras que aseguraban que, si Haddad ganaba las elecciones, los niños a partir de los 5 años serían propiedad del Estado.
De los usuarios de la aplicación, y según las encuestas de Datafolha, un 40% son partidarios de Bolsonaro y sólo un 22% de Fernando Haddad. Esto podría explicar por qué, tras asegurarse un lugar en la segunda vuelta, Haddad propuso un pacto contra la difamación que Bolsonaro rechazó.
La propia máquina de campaña del ultraderechista ha publicado noticias falsas por las redes sociales, incluidos los más allegados del candidato. Pocos días antes de las elecciones, uno de los hijos de Bolsonaro anunciaba en Twitter que los códigos de las urnas brasileñas habían sido enviados a Venezuela, hecho que el Tribunal Superior Electoral (TSE) se apresuró en desmentir. Un día después de los comicios, otro de sus hijos publicaba un vídeo en Twitter donde Haddad anunciaba su deseo de ver a Lula en la presidencia. El vídeo, grabado cuando Haddad no era candidato a la presidencia, estaba editado para dar la sensación de haber sido producido justo después de la primera vuelta.
Y ya esta semana, Carlos Bolsonaro retuiteaba un texto según el cual Haddad defendía el incesto. “¿Cuál es el nivel de locura de mi opositor? ¿Acusarme de defender el incesto? ¿Dónde llegaremos?”, dijo Haddad. En una entrevista al periódico El País, el candidato cargaba contra su opositor y los mensajes falsos circulando en Whatsapp: “Recibo cada cosa sobre mí, que casi desisto de votarme. Pero no esperaba otra cosa. Es el tipo más rastrero que he conocido a lo largo de mi vida pública”.
El nivel de influencia que pueden llegar a tener estas noticias es difícil de medir porque se trata de mensajes encriptados, muy complicados de rastrear y monitorizar. “Hay una campaña de fake news muy intensa pero resulta muy complicado analizar su impacto y su nivel de penetración en el electorado. El mismo día de las elecciones hubo mensajes sobre fraude electoral, vídeos falsos hablando de manipulación de las urnas pero es muy difícil medir con seguridad el impacto que ese tipo de informaciones puede llegar a tener en el resultado”, analiza el politólogo Michael Freitas.
El volumen de mensajes falsos distribuidos por las redes y por el Whatsapp ha aturdido el propio Tribunal Superior Electoral, la entidad responsable de actuar en estos casos. “Lo que el Tribunal está intentando hacer es entender, antes de nada, el fenómeno. No es fácil de entender, no es fácil de prevenir y no se trata de un problema brasileño en exclusiva. Pero el Tribunal está atento”, dijo en su momento la presidenta del TSE, Rosa Weber.
Para combatir la divulgación de datos falsos, han surgido varios proyectos de fact checking, entre ellos ‘Eleições sem fake’, un proyecto que se dedica a desmontar los bulos. Monitorizan más de 270 grupos de Whatsapp sobre política, 37 de los cuáles son exclusivamente de apoyo a Bolsonaro. “Lo que percibimos en las semanas previas a las elecciones fue un aumento de la actividad de los grupos pro-Bolsonaro en redes, sobre todo en Whatsapp, a favor del candidato y en contra de los demás. Sus partidarios siempre han sido más activos que los de los demás”, ha analizado Fabricio Benevenuto, responsable del proyecto, a la agencia AFP.
Los proyectos anti fake news realizan una labor necesaria de alerta a la población pero después de que un bulo sea divulgado, es muy difícil parar sus consecuencias: “Se puede contener un poco pero el daño ya está hecho”, sintetiza Benevenuto. “Lo más probable es que ese material siga circulando".