“Ya le advertí al chaval, a mi hijo. La responsabilidad es suya, ya se disculpó”. Parece una reunión de un padre con un profesor en un colegio de primaria pero estamos hablando de las explicaciones de un candidato a la presidencia de la mayor economía de Latinoamérica, Jaír Bolsonaro, sobre el comportamiento de su hijo, Eduardo Bolsonaro, el diputado más votado de la historia de Brasil.
El hijo de Jaír Bolsonaro había sugerido la posibilidad de ocupar el Tribunal Supremo con “un cabo y un soldado”, en caso de que el poder judicial inhabilitara la candidatura del capitán en la reserva. En un primer momento Bolsonaro al conocer las declaraciones dijo que su autor debería “ir al psiquiatra”. Cuando se convenció de que era su vástago se dirigió a los miembros del tribunal: “No fue su intención atacar a quien quiera que sea, todos nos equivocamos y pido que nuestros hermanos del poder judicial den por zanjada esta cuestión”.
Jaír Bolsonaro se ha dado a conocer internacionalmente por sus ideas autoritarias, racistas, machistas y homófobas. Pero ha conseguido enmascarar que le falta orden y coherencia para llevar a cabo las reformas rupturistas que esboza. El cómico Marcelo Adnet ha resumido inteligentemente su programa de gobierno con una de las frases favoritas del político. “Voy a cambiar eso de ahí”.
A nivel político, Bolsonaro ha recogido el descontento muy extendido entre los brasileños que desde 2014 se despiertan con la noticia de una nueva fase de la operación judicial anticorrupción “Lava Jato”. Ya van 55. Jaír Mesias Bolsonaro balbucea, escribe y habla con errores gramaticales y ha conseguido durante toda la campaña evitar un debate con sus adversarios políticos en el que seguramente saldría damnificado. Sin embargo, se presenta como el gran estadista que va a acabar con un problema que parece sistémico en Brasil.
"Desconocido e irrelevante"
Aparece como alguien nuevo, que viene a revolucionar el sistema, pero lleva 30 años desempeñando cargos públicos. Tres de sus hijos se dedican a la política. Para Esther Solano, socióloga política de la Universidad Federal de São Paulo, esa es su primera gran contradicción. “Ha sido una jugada de marketing genial porque se sitúa como un hombre nuevo, ético y honesto, pero precisamente su mediocridad como político todos estos años, el hecho de ser un personaje desconocido e irrelevante en la vida pública ha hecho posible que ocupara en esa posición”.
La incoherencia del candidato favorito a hacerse con la presidencia de Brasil este domingo se hace especialmente latente en el plano económico. La situación del país es grave y en el debate nacional hay asuntos que llevan tiempo siendo discutidos y deben cerrarse a través de un liderazgo firme como el sistema de pensiones. El 26 de septiembre, el candidato a vice-presidente en la lista de Bolsonaro criticaba la paga extra como una mochila cargada a cuestas por los empresarios. Al día siguiente Jaír Bolsonaro publicó en twitter que decía que ese sueldo extra “está previsto en la constitución” y que criticarlo, “además de ser una ofensa a quien trabaja, confiesa desconocer la constitución”.
La bolsa y la cotización del real muestran su simpatía por el candidato que se presenta como neoliberal y favorable a las privatizaciones. En septiembre afirmó que “de las ciento cuarenta y algo empresas públicas de Brasil, se pueden privatizar por lo menos cien tranquilamente”. Pero cuando se indaga más en sus intenciones económicas, Bolsonaro entra en un discurso nacionalista con frases como “no se puede privatizar para cualquier capital del mundo, China está comprando Brasil, ¿vamos a dejar nuestra energía en manos de los chinos?”. Solano lo explica: “En 30 años Bolsonaro se ha posicionado en una visión estatista, en definitiva de protección nacionalista del país. Ahora pretende aparentar que es un privatista y neoliberal dispuesto a vender recursos, ¿cuál es el verdadero Bolsonaro?”
La virtud de conseguir que no se coloquen en el debate público ninguna de sus contradicciones, es precisamente lo que le hace protagonista en las portadas de los periódicos: su discurso de odio, en el que además tampoco es coherente.
Racista y homófobo, pero no tanto
En septiembre del año pasado, ante una audiencia que le rió la gracia dijo que había tenido cinco hijos “fueron cuatro hombres, en el quinto flojeé y vino una mujer”. Más tarde escenificó entre lágrimas la emoción que sintió al nacer esa buscada niña para la que tuvo que revertir una vasectomía anterior.
Para justificar frases como la proferida en 2002: “si veo a dos hombres besándose en la calle les pego” o de 2010 “si el niño empieza a amanerarse, se le atiza y cambia su comportamiento”, Bolsonaro recurre al tópico de un amigo gay que tenía en la infancia. Solo que Gilmar no es gay. Cuando escuchó eso llamó indignado al hoy candidato. El amigo “supuestamente gay” define a Bolsonaro como un desequilibrado que no piensa antes de hablar, que primero actúa y después intenta arreglar las cosas si puede.
Partidario de reducir las cuotas raciales en universidades y oposiciones, en 2011 la hija del músico Gilberto Gil le preguntó en el programa “Caiga quien Caiga” brasileño qué haría si su hijo se enamorara de una negra. Él respondió que no discutiría promiscuidad y que no corría ese riesgo porque sus hijos estaban muy bien educados y no vivieron en ambientes como el suyo. Pero parece que en ese momento no pensó en su suegro. “Mi suegro es negro, mi hija tiene sangre negra en las venas, ¿dónde hay un vídeo mío diciendo que soy racista?”, afirma hoy en las entrevistas.
Pero hace tiempo que Jaír Bolsonaro sabe que le conviene improvisar ese tipo de declaraciones. Sus votantes le premian con apoyo y sus opositores y los periodistas le recompensamos con una atención mediática que nos hace hablar de él y de los temas que quiere.