Todo comenzó con la decisión de subir el precio del billete de metro y en estos momentos es un gravísimo problema de orden público que forzó al gobierno de Sebastián Piñera a decretar el estado de emergencia.
Helicópteros militares sobrevuelan las desiertas calles de Santiago, que ofrecen una estampa insólita al menos desde 1990, cuando terminó la era Pinochet. Ya han muerto once personas, 50 han resultado heridas y 1.900 han sido detenidas.
Sólo los soldados caminan por ellas durante el toque de queda nocturno en la capital de Chile. En algunos barrios, grupos de ciudadanos desafían esta medida y se reúnen para proteger las viviendas y los comercios de saqueadores, neutralizados cada día con mayor contundencia por soldados y policías. Organismos pro derechos humanos claman por lo que consideran una actuación excesiva.
Partidarios de las protestas y críticos con la gestión de Piñera difunden casos como el de un niño herido de bala en el hígado y el riñón o el de una niña con un perdigón en la pierna. También, los distintos manifestantes con lesiones oculares por disparos. En las redes sociales, repletas de imágenes de destrozos en las ciudades y medios públicos de transporte, se viralizan palizas de agentes a viandantes sin motivo aparente.
La situación ha obligado al Gobierno de Piñera a rebajar el precio del billete del Metro de Santiago a la tarifa que gozaba antes de la subida. De esta manera, la línea 1 del suburbano, la única que presta servicios este martes, abre al público con un precio de 800 pesos (poco más de un dólar) en hora punta, frente a los 830 (unos 1,2 dólares) que alcanzó tras la subida aplicada el pasado 6 de octubre.
El Gobierno pudo tomar esta medida después de que en la tarde del lunes el Senado completase el trámite legislativo de una ley que habilita al presidente de la República a dejar sin efecto o limitar un alza de tarifas en el transporte público de pasajeros.
El proyecto había sido enviado de urgencia por el presidente chileno, Sebastián Piñera, con el propósito de calmar los ánimos de la población, que está mostrando su hartazgo por la carestía y las desigualdades del país y pide cambios y reformas más profundas.
En ese sentido, el presidente anunció que se va a reunir con todos los partidos políticos para poner en común ideas para mejorar las pensiones, bajar el precio de los medicamentos o mejorar la calidad en la atención de salud.
"Retórica inflamatoria"
Durante el lunes, la situación difícilmente se parecía a la cotidiana, con las principales vías controladas por fuerzas del orden armadas. Tras dos días con los supermercados cerrados por los robos, la principal preocupación ciudadana era comprar comida y productos básicos y llenar el depósito del coche ante lo que pueda venir. Los comercios han soportado largas colas.
La expresidenta del país Michelle Bachelet, alta comisionada de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, urge al Gobierno a dialogar con la sociedad civil para "calmar la situación" y a cuidar cuidar el tono en sus comparecencias: "El uso de una retórica inflamatoria solo servirá para agravar aún más la situación, y se corre el riesgo de generar miedo en la población".
En relación con esto, Piñera se había referido a la situación como una "guerra", un conflicto contra "un enemigo poderoso e implacable que no respeta a nada ni a nadie". Casi en paralelo, dio marcha atrás en la decisión de elevar el precio de los boletos del suburbano, pero el germen de la crisis ya parece asunto secundario tras largos días de "batalla", en términos del presidente.
Tres muertos en una noche
Sólo los disturbios en varias ciudades de Chile la madrugada del lunes dejaron un saldo de tres personas fallecidas, confirmó el ministro del Interior, Andrés Chadwick. Dos de los fallecidos murieron calcinados en un comercio que fue saqueado e incendiado, mientras el tercero lo hizo en la ciudad de Coquimbo por un disparo que, al parecer, efectuaron los cuerpos de seguridad.
El titular de Interior señaló que los hechos violentos más graves fueron los saqueos en 110 supermercados, 14 de los cuales además fueron incendiados. El ministro considera que los incidentes de los dos últimos días refuerzan su teoría de que la oleada de violencia que azota al país tiene un alto grado de organización entre grupos de delincuentes.
Los primeros ataques tuvieron como objetivo el metro de Santiago y los últimos se han cebado con los supermercados, algo que, en su opinión, refleja la voluntad de los vándalos de "causar un daño a la ciudadanía en objetivos esenciales para desarrollar su vida cotidiana".