Mucho ha cambiado la situación en la frontera entre México y Estados Unidos en tan solo un año. En noviembre de 2018, miles de inmigrantes se hacinaban en las calles y albergues de Tijuana, al otro lado de la imponente valla que separa ambos países. Esta ciudad mexicana era el destino final de las múltiples caravanas de centroamericanos que recorrían a pie miles de kilómetros con la esperanza de cruzar a California para pedir asilo y empezar una nueva vida lejos de la pobreza y la violencia que asolan El Salvador, Guatemala y Honduras.
Hoy en Tijuana ya no se ven a grupos de sin papeles deambulando o guardando largas colas para cruzar a San Diego, la ciudad limítrofe del lado estadounidense, a solicitar refugio.
La situación parece haberse normalizado, en parte gracias a la política restrictiva que la administración Trump puso en marcha para frenar aquellas oleadas. Algunas de las medidas del presidente son claramente visibles, como el refuerzo de las barreras físicas ya existentes entre ambas naciones, y otras, menos perceptibles, como presionar a los países de origen y de tránsito para que frenen a los inmigrantes antes de que salgan.
Sin embargo, al tiempo que las detenciones de indocumentados se reducen en EEUU, surgen nuevos métodos para acceder ilegalmente al país, como agujeros en el supuestamente infalible muro de Trump, o rutas marítimas desde la costa de Tijuana.
“Las vallas no van a parar la inmigración. Buscarán cómo entrar ya sea por mar, por el desierto o por dónde sea”, comenta a EL ESPAÑOL Roberto Corona, fundador y miembro de Pueblo Sin Fronteras, la organización que prestó apoyo a las caravanas centroamericanas.
“Ya no hay caravanas porque se las detiene en Chiapas, en la frontera entre México y Guatemala. Allí siguen llegando personas de Centroamérica y también de países sudamericanos, pero los militares, si ven que un grupo está empezando a organizarse, lo reprime”, denuncia.
Nuevos protocolos migratorios
De los miles de inmigrantes que arribaron a Tijuana hace un año, Corona indica que “muchos se quedaron allí trabajando” mientras esperaban su turno para pedir refugio en EEUU. Cabe recordar que la administración Trump modificó este año los protocolos migratorios para que los demandantes de asilo tuvieran que aguardar en México a que se resolvieran judicialmente sus casos, en lugar de hacerlo en suelo estadounidense, como ocurría hasta entonces. Esto frenó la entrada de indocumentados, pero a la vez los dejó a su suerte en ciudades mexicanas nada seguras y sin capacidad para atenderlos adecuadamente.
“Los trámites son tan largos que muchos se desesperaron y se fueron hacia el centro de México o más hacia el sur para intentar cruzar por el desierto, donde no hay muro. Otros fueron deportados”, resume el portavoz de la organización, que añade que los sin papeles no atraviesan ilegalmente por donde están las vallas, ya que hay vigilancia y pueden ser arrestados.
Precisamente estas barreras físicas han sido la parte más visible de la política migratoria de Trump. Desde mayo de 2018, se han levantado en San Diego 22 kilómetros de cercas de acero de más de cinco metros de altura, en su mayor parte para reemplazar las ya existentes, aunque con tres kilómetros de nueva construcción. Esta obra se incluye en un proyecto global para reemplazar más de 450 kilómetros de vallado a lo largo de toda la frontera para finales de 2020. La mayor parte de este plan es sólo de renovación del muro, no de ampliación. No en vano, la extensión de la línea divisoria que el presidente prometió tapiar es de más de 3.000 kilómetros.
La efectividad de esta nueva valla es difícil de calcular, según el jefe de Patrulla del sector de San Diego de la Policía Fronteriza de Estados Unidos, Douglas Harrison. “Las detenciones están disminuyendo en el área. Creo que parte de esa reducción es atribuible a la barrera, pero al mismo tiempo que levantamos ese muro, estamos usando otras herramientas”, como los cambios legales para mantener a los solicitantes de asilo en México, o que “el Gobierno mexicano intervenga en sus fronteras norte y sur, reduciendo la llegada de personas”, expuso el agente en una rueda de prensa.
Las aprehensiones de sin papeles han ido a la baja. En agosto, hubo 3.326 arrestos en el sector de San Diego, por debajo de los 6.880 de marzo y los 5.884 de mayo. La tendencia en toda la frontera es también descendente, cayendo un 65 por ciento desde mayo.
Serrar el muro por 100 dólares
Sin embargo, no todas las noticias sobre el muro son positivas para la administración Trump. El Washington Post revelaba recientemente que estas flamantes vallas de bolardos de acero se pueden cortar fácilmente con una sierra eléctrica inalámbrica a la venta por menos de cien dólares en cualquier almacén de bricolaje.
La administración no ha aportado datos oficiales sobre el número de ataques sufridos en la frontera, pero según esta publicación, los funcionarios reconocen que se han detectado numerosos boquetes en el perímetro y que los contrabandistas estarían trepando también la barrera con escaleras improvisadas en zonas cercanas a San Diego.
“Eso siempre ha ocurrido. Hacen agujeros, conductos subterráneos e incluso en Tijuana hay una vivienda que se la conoce como la casa del túnel, porque pasaban drogas por allí. Pongan las vallas que pongan, eso siempre va a ocurrir”, avisa Corona, que aclara que esto no es obra de inmigrantes, sino de contrabandistas.
Y no es el único método para esquivar el muro. Desde finales de octubre, los traficantes han usado varias veces barcos para transportar mercancías y personas sin papeles a San Diego, haciendo parada cerca de la estación de la Guardia Costera e incluso en zonas residenciales.
El primer incidente ocurrió la mañana del 20 de octubre, cuando un bote se detuvo en el muelle cercano North Harbor Drive, en pleno centro de San Diego, donde suelen hacer parada las numerosas embarcaciones de ocio de la ciudad.
En las imágenes, distribuidas por las autoridades fronterizas, se observa a cinco personas saliendo del bote y entrando en unos vehículos que esperaban. Dos presuntos contrabandistas fueron arrestados, según informó posteriormente la Patrulla Fronteriza.
El 3 de noviembre, otras 11 personas, todas mexicanas, desembarcaron de otro bote en el mismo lugar. Todos fueron detenidos, uno de ellos acusado de contrabando de inmigrantes.
Desde octubre, se han registrado más de 15 cruces ilegales por vía marítima en San Diego, con 72 personas arrestadas, según las autoridades.
La utilización de estas pateras, que en México se denominan pangas, como método para cruzar ilegalmente a EEUU se remonta años atrás. Los primeros casos de oleadas de estas barcazas se empezaron a registrar en 2010, cuando los medios locales ya definían este problema como la “nueva frontera” de la inmigración ilegal. Casi una década después, el drama migratorio sigue a flote.