Juantxu Rodríguez, el testigo español que denunció las tropelías de EEUU en Panamá
Murió asesinado por un marine estadounidense cuando cubría la invasión del país centro americano.
21 diciembre, 2019 03:36Este sábado se cumplen 30 años del asesinato en Panamá del fotógrafo Juantxu Rodríguez. Rodríguez estaba en Panamá cubriendo la invasión del país centroamericano cuando fue asesinado por un disparo de un marine estadounidense. Murió cámara en mano. Tenía 32 años.
Este viernes, un día antes del aniversario de su muerte, Estados Unidos fue condenado a indemnizar a su familia. "Es una decisión histórica que da validez a los Derechos Humanos de las personas no combatientes en cualquier conflicto", ha comentado Elisa Pavón, la portavoz de la familia, que ha asegurado que "lo importante no es el dinero" sino que "acabe la impunidad de Estados Unidos".
Juantxu Rodríguez era un fotógrafo cacereño que creció en Portugalete (Vizcaya). En verano, en una entrevista a la agencia EFE, su hermano Javier lo recordaba como una persona que "dejaba huella" y un profesional que, con su cámara siempre en las "distancias cortas", trabajaba sin hacer sentirse amenazado a quienes retrataba.
Según su hermano, Juantxu Rodríguez es conocido en Panamá por ser el único fotógrafo que documentó la invasión e incluso destaca que hay pintadas allí en las que se le tilda de héroe por ello. "Por lo que sabemos, quedó huella en ellos del trabajo que realizó mi hermano y se siguen acordando después de 30 años pese a que sólo estuvieron dos o tres días juntos", enfatiza.
Él le recuerda como una persona con mucha vitalidad, que hacía lo que le gustaba e intentaba ser "lo más independiente posible" en su trabajo. "Tenía una visión muy personal del mundo y de lo que intentaba reflejar", subraya.
Siempre con la cámara analógica, el blanco y negro y los objetivos de corto alcance como seña de identidad, Juantxu lograba imágenes intimistas sin que, hace hincapié su hermano, el fotografiado se sintiera intimidado o amenazado ante su presencia.
26.000 soldados
El 20 de diciembre de 1989, EEUU movilizó a 26.000 soldados contra unos 12.000 hombres de Noriega para invadir Panamá y capturar al "hombre fuerte" de este país, acusado por la Justicia estadounidense de narcotráfico y que finalmente se entregó el 3 de enero de 1990.
Documentos desclasificados publicados por primera vez esta semana reiteran las cifras de muertos conocidas desde entonces como oficiales: "202 civiles y 314 militares", publicó Panama Files. Extraoficialmente se habla de entre 500 y 4.000 civiles fallecidos.
El barrio de El Chorrillo, donde estaba el cuartel central de las Fuerzas de Defensa panameña, fue arrasado durante el combate, y en los días posteriores a la invasión hubo saqueos a comercios de la capital y la ciudad caribeña de Colón con pérdidas millonarias.
El subteniente José Ortega, miembro de la Primera Compañía de Infantería Tigres, cuenta que en la mañana del 20 de diciembre de 1989 lo asignaron como escolta de Noriega, quien se trasladaba desde Colón hacia la capital, pero que no supo más de este.
A Ortega, ahora de 70 años, lo enviaron entonces al Cuartel de Panamá Viejo, sede de la Unidad Especial de Servicio Antiterror (Uesat, fuerza élite de Noriega), y allí el capitán Omar Garrido le alertó de que en el canal de televisión del Comando Sur del Pentágono "Southern Command Network (SCN) "los gringos nos declararon la guerra".
Recuerda que en Panamá Viejo vio paracaidistas estadounidenses atrapados en la lama de la playa, que se encontró a boca jarro con soldados camuflados que evadió y que en sus recorridos por la ciudad en un automóvil en el que llevaba un lanzacohetes "vio muertos, pero más eran civiles, no de las fuerzas de defensa".
Su impotencia fue querer combatir y no poder hacerlo. "Prácticamente me abandonaron. Yo solo no sabía qué iba a hacer. ¿Qué decisión podía tomar yo solo?. Ese mismo día cumplía yo años, el 20 de diciembre", relata Ortega.
"El día 22 apareció mi hermano (que estuvo detenido), le dije que fuera a su casa (...) él se fue, me quedé en la casa y no me metí en más nada de esto porque no había un jefe, nosotros no teníamos jefe en ese momento que nos instruyera 'hagan esto, no hagan esto, vamos a hacer esto'. No tenía jefe, no había jefe", expresó
La traición
Carlos Marcelino, teniente reservista del Destacamento Los Tigres de Tinajitas, estaba en su casa cuando la invasión, y aunque reconoce la "antipatía" que generaban los militares del régimen entre los panameños, reprocha que algunos vecinos dijeran a los gringos dónde vivían los miembros de las Fuerza de Defensa. "O sea, donde yo vivía. Mal, mal, antipatriótico, fue un mal gesto de los vecinos", dijo.
"Pero los ciudadanos panameños sí señalaban, no estaban con las Fuerzas de Defensa, estaban con los gringos, porque señalaban dónde vivía cada unidad, lo señalaban, claro eso facilitó a los gringos arrestar un poco de policías que estaban por ahí", afirmó.
Este hombre, ahora con 79 años de edad, aseguró que a raíz de eso llegó a su casa "un capitán puertorriqueño, gringo". "Me preguntó el nombre y dijo ¿'usted es norieguista'?, dije no, yo no soy norieguista, yo soy torrijista (en alusión al general Omar Torrijos). Él dijo que estaba buscando a todos los norieguistas", añadió.
Campos de concentración
Herminio Villarreal, ahora de 82 años, era subteniente del extinto Departamento Nacional de Investigaciones (DENI, policía secreta). Fue capturado por las tropas estadounidense y estuvo detenido por cerca de 15 días en dos campamentos, que describe como "campos de concentración", junto a más de 300 militares panameños.
Recuerda que cayó el día 23 en la noche y fue llevado "al campo de concentración en (Nuevo) Emperador. Nos metieron en un chiquero a bajo el sol y los aguaceros, entre el barro teníamos que dormir pegados unos a los otros para podernos cubrir del frío".
"Nunca creí que a mí me iba a tocar pasar un trance igual, con la diferencia que acá en estos campos de concentración no hubo ejecuciones, pero sí abuso de autoridad contra los derechos humanos", afirmó Efe.
Mirta Guevara era fiscal del Ministerio Público y estaba en su casa en Chanis, muy cerca de Panamá Viejo, con sus cuatro hijos, entre ellos Giselle Buendía, de 10 años, y su esposo, el día de la invasión.
Estudiaba unos expedientes el 19 de diciembre en la noche cuando su esposo, que sirvió en el Ejército estadounidense, le dijo "'ya cierra esos expedientes, van a invadirnos".
"Sí, EEUU viene a invadirnos, ya eso está encima", le explicó su esposo luego de ver un cintillo en el canal SCN con claves de inteligencia militar sobre la acción bélica.
"Yo me quedé impactada, porque eso uno lo ve en las películas, pero yo jamás pensé, y creo que ningún panameño, nadie en ese entonces, se imaginó que nosotros alguna vez íbamos a tener una invasión, con todo y el régimen militar que había", afirmó Guevara.
También temió por la voz que se corrió de que paramilitares entrenados por las Fuerzas de Defensa entrarían a las casas "a robar, saquear y violar a las mujeres", de lo que no se tuvo noticia.
Su hija, que cumplía 10 años el 22 de diciembre de 1989, manifestó que su preocupación era por ir a la escuela el día 20, pero que su papá la interpeló: "Hoy no hay escuela, estamos invadidos", recuerda esa mujer de ahora 40 años.
Después de 30 años de aquella acción militar, Guevara sostuvo a EFE que no lo justifica.
"Murió mucha gente. Los muertos que dicen ellos ... para mí fue mucho más", mientras que para Buendía la invasión "nos resolvió un problema que teníamos en Panamá, yo no lo voy a negar, pero contextualmente fue un problema que ellos mismos (los estadounidenses) nos pusieron".