Las primarias demócratas llevan meses girando en torno a una idea clara: qué candidato tiene más opciones de vencer a Donald Trump en las presidenciales de noviembre. Hasta ahora, los votantes han podido dividir a los aspirantes entre moderados y progresistas en función de su apoyo a dos cuestiones clave, el seguro médico gratuito y el acceso universal y sin coste a la universidad.
Sin embargo, un inesperado y macabro suceso ha introducido un nuevo factor en la batalla demócrata que redistribuye a los aspirantes alrededor de un viejo debate electoral: el aborto.
El protagonista de este giro en la campaña es Ulrich Klopfer, un doctor dedicado a la práctica de abortos en Indiana e Illinois, dos estados con normas muy restrictivas a la hora de llevar a cabo interrupciones voluntarias del embarazo.
Más de 30.000 abortos
Klopfer practicó miles de abortos durante su vida. Más de 30.000 desde 1974, según los medios locales, siendo su especialidad los embarazos avanzados. Como médico y casi como activista, denunció siempre la doble moral de los funcionarios conservadores que ponían trabas a su trabajo.
Durante su carrera, reconoció haber afrontado casos difíciles, saltándose en ocasiones los procedimientos legales. Por ejemplo, admitió haberle practicado un aborto a una niña de diez años que fue violada por su tío, sin denunciar el caso a la policía. También ayudó a jóvenes embarazadas de 13 años sin informar a las autoridades previamente.
Tenía claro que el aborto debía ser un derecho. Es más, siempre aseguró que “si fueran los hombres quienes se quedaran embarazados en lugar de las mujeres, (el aborto) no estaría en cuestión”.
Sin analgésicos
Un informe publicado en agosto de 2016 decía que Klopfer, con 71 años entonces, era “probablemente el médico abortista más prolífico de la historia de Indiana, con decenas de miles de procedimientos en varios condados durante varias décadas”.
En dicho expediente, se advertía de que utilizaba los “mismos procedimientos de aborto y sedación de los años setenta y ochenta”, y se añadía que no administraba analgésicos a todas sus pacientes y que no informaba a tiempo a las autoridades sobre las intervenciones a menores de 14 años. Por ello, una junta médica de Indiana le suspendió su licencia en 2016.
2.411 fetos abortados
Klopfer falleció el pasado 3 de septiembre a los 75 años. Nueve días después, su familia llamaba a la policía para informar sobre un inesperado descubrimiento. El difunto guardaba restos humanos en su casa.
Una investigación policial determinó que este doctor, de origen alemán, escondió irregularmente 2.411 fetos abortados en su garaje y en el maletero de su coche.
Según los investigadores, después de practicar los abortos, en lugar de incinerar o sepultar los restos, Klopfer los fue sellando en bolsas individuales, que fue depositando dentro de más de 70 cajas en su casa cerca de Joliet, Illinois, y en su Mercedes Benz.
Las autoridades de Illinois han concluido que los restos proceden de embarazos interrumpidos a principios de la década de 2000 en Indiana, donde Klopfer dirigía varias clínicas, una de ellas en la localidad de South Bend. Este mes de febrero, siguiendo las normativas estatales, las autoridades locales oficiaron un funeral conjunto por los bebés no nacidos en el cementerio municipal.
Arma electoral contra Buttigieg
Y es aquí donde la historia de Klopfer se cruza con la carrera demócrata, porque South Bendes es la ciudad natal del candidato presidencial Pete Buttigieg, quien además fue su alcalde.
Esta circunstancia ha sido utilizada por sus enemigos políticos para hacer sangre contra el exalcalde, que pese a estar considerado uno de los candidatos moderados de estas primarias, tiene una de las posturas más liberales sobre el aborto dentro del partido.
De hecho, el propio político demócrata, que estuvo semanas sin pronunciarse sobre la noticia, tuvo que pedir que no se politizara el suceso después de que tanto las instituciones estatales como la mismísima Casa Blanca pidieran abrir investigaciones por lo ocurrido con estos restos.
Incluso un representante republicano de Indiana, Jim Banks, responsabilizó a Buttigieg de lo ocurrido por haber impedido en 2018 que un centro pro-vida abriera junto a una clínica abortiva en su ciudad. “Creo que el problema más grande aquí es que el alcalde Pete siempre trató de presentarse como moderado”, criticó el republicano.
Todo esto ha servido para poner en el debate la postura de los candidatos demócratas sobre un tema siempre controvertido en EEUU, el aborto.
El aborto en la Biblia
Pete Buttigieg apoya el aborto incluso en fases avanzadas del embarazo. De hecho, ha utilizado la Biblia para apoyar su postura, asegurando que el libro sagrado señala en algunos puntos que la vida empieza con la respiración. “Vivimos en un país donde es extremadamente importante que ninguna persona tenga que ser sometida a la interpretación religiosa de otra persona”, argumentó durante una entrevista televisiva, en la que se mostró a favor del derecho a decidir de las mujeres.
Curiosamente en esto, Buttigieg coincide con los aspirantes más a la izquierda del partido. Bernie Sanders, de hecho, considera que “ser proabortista es una parte absolutamente esencial de ser demócrata”. Por su parte, la también progresista senadora por Massachusetts Elizabeth Warren afirma que defender el derecho al aborto es "fundamentalmente lo que hacemos y lo que representamos como Partido Demócrata”.
Esta coincidencia puede perjudicar al exalcalde Buttigieg ante quienes valoran en él su moderación.
También llamativa es la opinión del exvicepresidente Joe Biden, que ha cambiado de postura en este asunto. El pasado año, ante el giro a la izquierda del partido, este político católico empezó a respaldar la financiación federal sin restricciones para las interrupciones del embarazo, lo que le costó que un sacerdote de Carolina del Sur le negara la comunión el otoño pasado.
Klobuchar, la moderada
La senadora Amy Klobuchar es quizá quien presenta la postura más diferenciada dentro del partido, al reivindicar a los demócratas antiabortistas, a pesar de su defensa del derecho a decidir de las mujeres.
Klobuchar, que ha legislado en contra de que los estados puedan limitar el acceso al aborto, pretende no dejar huérfanos ni echar en brazos de los republicanos a todos aquellos votantes demócratas religiosos que se oponen de alguna forma a la interrupción del embarazo.
La senadora moderada reclama buscar “puntos en común” con aquellos que, aunque defienden el acceso al aborto, no son partidarios de extenderlo a las fases tardías del embarazo. Y es que, en su opinión, hay demócratas que podrían quedarse en casa al no verse representados por una postura demasiado radical en esta cuestión.
Algunos datos le dan la razón. Una encuesta de AP-NORC realizada en diciembre indicó que el 45% de los católicos respaldan restricciones al aborto, salvo en casos de violación, incesto o amenazas a la vida de una madre. Entre los demócratas y los adultos de tendencia demócrata, el 17% dijo que el aborto debería ser ilegal en la mayoría o en todos los casos, un número que aumenta al 25% entre los demócratas que se consideran conservadores o moderados, según una encuesta del Pew Research Center del año pasado.
Este debate va a cobrar fuerza durante esta campaña, ya que se espera que en los próximas meses el Tribunal Supremo se pronuncie sobre varias legislaciones estatales antiabortistas.