Latinoamérica está este miércoles de aniversario: hace justo diez años, Argentina se convirtió en el primer país de toda la región en aprobar el matrimonio igualitario, un hito que, según las primeras parejas que accedieron al derecho, puso la primera piedra de un proceso transformador.
"Fue el principio de esa gran transformación que se logró no solamente en Argentina sino también en muchos países de Latinoamérica", dice a Efe José María Di Bello, miembro de la primera pareja en casarse, aunque lo hizo antes de que se promulgara la ley y gracias a una dura batalla judicial para poder hacerlo.
Proceso largo
Di Bello, presidente de la Fundación Grupo Efecto Positivo por los derechos de las personas con VIH, cómo él, recuerda que fue "un proceso muy largo".
Las organizaciones de diversidad y disidencia sexual argentinas habían empezado a "planificar la idea" de lograr primero el matrimonio igualitario para avanzar con una ley de identidad de género que llegó dos años después.
"De hecho, considerábamos que era mucho más importante por urgencia la identidad de género, pero sabíamos que si íbamos primero a por la identidad de género iba a ser más difícil", indica Di Bello, que se casó con su pareja en diciembre de 2009, por lo que abrió el camino.
A diferencia de lo que puede hacer cualquier pareja hoy en Argentina, que va al registro civil, pide turno y se casa sin más, la suya fue una boda mediática y se llevó a cabo en una de las ciudades más australes del mundo, Ushuaia: "El fin del mundo, el principio de todo", dice.
Él y su pareja, de la cual después se divorció, tuvieron que esconderse, evitar que los viesen en los días antes del enlace para que nadie se lo impidiera, tras vivir lo que califica como una "guerra".
Di Bello repasa la oposición de la Iglesia argentina, que tenía referentes como el entonces arzobispo de Buenos Aires, Jorge Bergoglio, hoy papa Francisco.
"Nosotros tuvimos a Bergoglio haciendo salidas y campañas en la calle en contra del matrimonio (...), dijo cuestiones textuales de 'esto es una cuestión del diablo'", asevera Di Bello, que se ha visto obligado a posponer su segundo matrimonio estos meses debido a la pandemia de coronavirus.
El primero de sus matrimonios sirvió, según él, para "generar una tensión importante" para que después saliera la ley, en un contexto en el que sobresale "la valentía" de la jefa de Estado en 2010, Cristina Fernández, hoy vicepresidenta.
Para Di Bello, esa ley pionera en Latinoamérica fue "un punto de llegada pero también un punto de partida", porque luego le sigue "una batalla más profunda" como es la transformación cultural hacia una sociedad sin discriminación al colectivo LGTB, algo que todavía está lejos de lograr en el continente.
Pasos lentos hacia una mayor diversidad
Desde esa primera boda gay de toda Latinoamérica y desde la aprobación posterior de la ley, la bandera arco iris se ha extendido poco a poco por la región con más leyes similares, aunque aún le falta camino por recorrer.
Además de Argentina, países como Brasil, Uruguay, Colombia, Ecuador reconocen el matrimonio igualitario.
Sin embargo, en multitud de otras naciones el proceso por este derecho sigue sin concluir: en Chile, las personas homosexuales solo pueden acceder a la unión civil, en México solo parte de sus estados aceptan el matrimonio igualitario.
En países como Venezuela, Cuba y Bolivia no existe reconocimiento, y en la mayor parte de América Central tan solo se puede optar a ser pareja de hecho.
Casarse como acto político
A pesar de que Di Bello fue pionero entre los pioneros, quienes primero contrajeron matrimonio en Buenos Aires una vez la ley se promulgó fueron el actor Ernesto Larresse y el representante artístico Alejandro Vanelli.
Larresse afirma que casarse "fue un acto político y no de amor", aunque su relación se remonta a la adolescencia y rezuma amor en cada palabra.
"Nos casamos no porque creíamos en el matrimonio sino porque era un derecho que le era negado a todos los que éramos diferentes, entre comillas, diversos; queríamos ese derecho por eso, también tomamos un poco la punta de lanza de ser una pareja hasta que logramos la ley", indica Vanelli.
Según Larresse, ellos le pusieron "el pecho" al proceso: "Antes una persona homosexual no tenía los mismos derechos pero sí las mismas obligaciones".
"En otros países, como Chile, aún andan a vueltas", apunta Vanelli.
Después de conocerse y sentir lo que ellos denominan como "rechazo a primera vista", Vannelli y Larresse acumulan 44 años de relación y ahora cumplirán su décimo aniversario de matrimonio, para el que hicieron un convite por todo lo alto con 700 personas, lo que fue un acontecimiento.
Por la cuarentena obligatoria que rige en Buenos Aires, no podrán salir a festejarlo, pero sí lo celebrarán con "una torta, una velita y una botella de champán", en la intimidad de su casa y con sus cuatro gatos.
Después de 44 años, dicen que sienten "química" todas las mañanas y que, aunque no tienen la fórmula de ese amor, sí dicen que hay "ciertas pautas" que aportan a su relación: "Está absolutamente basada en la libertad, no somos una pareja fiel, somos una pareja leal, la diferencia es sustancial para hablar del amor".
"No somos una media naranja, somos una naranja entera cada uno", dice Vannelli, quien cree que aquella ley abrió la puerta a que se hablara "de la sexualidad" de manera más común, algo que él ve "en las generaciones que hoy tienen 18 o 20 años".
Camino por recorrer
Por su parte, Di Bello recalca que en la actualidad "sigue habiendo situación de discriminación, situaciones de violencia, violencia institucional hacia las compañeras travestis y trans" tanto en Argentina como en Latinoamérica.
"Hay que transformar nuestras sociedades patriarcales opresoras de dominación y eso tiene que ver con el colectivo en su conjunto", reflexiona Di Bello.
"No estamos tan bien, estoy seguro, pero estamos en ese proceso y tenemos la oportunidad de lograr esa transformación social y construir una verdadera sociedad igualitaria y más justa", sentencia, mientras espera a que termine la cuarentena para agendar su segunda boda.