Menem, el populista que quiso convertir el peronismo en liberalismo
Carlos Saúl Menem ha muerto a los 90 años por una infección que complicó sus problemas cardíacos. Fue presidente de Argentina entre 1989 y 1999, década en la que privatizó las empresas y dinamitó el estado del bienestar.
Pocos políticos han alcanzado la gloria de que el tiempo de su mandato se conozca por su nombre. Carlos Menem ostentaba el récord de permanencia en el poder de un presidente constitucional argentino: diez años. Años que van de 1989 a 1999, periodo que en Argentina se conoce como el «menemismo». Desgraciadamente, ese tiempo se recuerda como una época nefasta para el país, en la que el estado de bienestar fue dinamitado y la corrupción adquirió forma de gangsterismo.
El joven Menem vio por primera vez al general Perón y a Evita en el año 1951 cuando viajó a Buenos Aires para disputar un trofeo de baloncesto universitario. Se quedó fascinado por aquellas personalidades arrolladoras y se convirtió de inmediato al justicialismo. Pero, como recuerda hoy un diario bonaerense, el joven Menem no sabía en ese momento que el destino le tenía guardado pasar a la historia como “el demoledor de la justicia social y la soberanía económica” que le había deslumbrado en su juventud. Consiguió, según el periódico Página 12, lo que ni siquiera las dictaduras más antiperonistas habían conseguido.
Cuando Menem llega al poder en 1989, se encuentra una Argentina asolada por una inflación sin precedentes. En contra de lo que sus votantes esperaban de él, adopta unas políticas ultraliberales. En poco tiempo, la tendencia inflacionista cambió de dirección, el producto nacional creció de forma ostensible y la renta per cápita de los argentinos alcanzó niveles desconocidos. En realidad, era un espejismo. Fue lo que los argentinos dieron en llamar “la gran fiesta de los ricos”.
El nuevo presidente peronista había recurrido a una privatización devastadora de las grandes empresas del país para obtener réditos inmediatos. Aerolíneas, eléctricas, petroleras, comunicaciones, altos hornos, ferrocarriles... Todo, absolutamente todo, fue vendido a precios irrisorios. La otra cara de la moneda no tardó en dejarse ver. Las multinacionales que se habían hecho cargo de las grandes compañías estatales iniciaron una oleada de despidos masivos. Los contratos laborales cada vez eran más precarios. El paro se disparó, la asistencia social desapareció y la conflictividad social estalló en las calles.
Un obituario aparecido en la prensa argentina califica a Menem como “el hombre que nació para una cosa, pero hizo la opuesta”. Y así fue desde su nacimiento. La familia de Menem, en realidad se llamaba Menehem, pero el funcionario de aduanas simplificó el apellido. Era hijo de emigrantes sirios musulmanes suníes. Conservó la fe de sus padres durante sus años jóvenes hasta que las leyes argentinas le obligaron a convertirse al catolicismo para aspirar a la presidencia.
El destino le tenía guardado pasar a la historia como “el demoledor de la justicia social y la soberanía económica”
Se convirtió en cabecilla revolucionario de la muy combativa región de La Rioja. De líder local justicialista llegó a ser gobernador. Fue peronista sin Perón, cuando la mayoría de los militantes abandonó al líder, exiliado en España. Su fidelidad no le impidió granjearse a los enemigos del fundador del justicialismo. “Animal político, con la picardía y la astucia del zorro”, como fue descrito, siempre supo nadar entre dos aguas.
En 1964 decidió buscar sus raíces musulmanas y viajó a la ciudad siria de Yabrud, donde conoció a Zulema Yoma, que se convertiría en su esposa y sería la madre de sus hijos, Zulemita y Carlos Jr. Mujeriego confeso, logró convencer a todo el mundo de que esta vez sentaría la cabeza.
Fue de los pocos elegidos en 1972 acompañó a Perón en el vuelo Madrid-Buenos Aires, el regreso ya poco triunfal de un líder en su ocaso. Estaba convencido de que él podía ser el sucesor. Su fidelidad le llevó incluso a alinearse con Isabelita en la guerra civil del partido por suceder al gran líder.
El golpe militar lo llevó a la cárcel. Cuentan que los militares esperaban de él una feroz resistencia, pero los recibió con cortesía, saludó uno por uno a los captores y se dejó conducir a prisión. Transcurridos dos años, fue puesto en libertad bajo vigilancia en la casa de una familia de La Plata. El conquistador Menem se enamoró de la hija de la casa con la que tuvo un hijo que nunca reconoció. El pleito por la paternidad le siguió hasta 2003, cuando la madre que había llegado a ser diputada se suicidó.
Aprovechó su libertad vigilada para dar rienda suelta a otra de sus debilidades, codearse con la farándula. Fue entonces cuando se hizo amigo del boxeador Carlos Monzón y de algunas de las actrices más reputadas de la Argentina de entonces. Acabada la dictadura, viajó a España. Quería el beneplácito de Isabelita, pero esta ni siquiera le recibió. Según los analistas, fue una forma de transmitirle que Perón nunca había confiado en él.
La negativa de la heredera oficial del peronismo no le desanimó y lanzó su carrera hacia la Casa Rosada. En la presidencia, mantuvo sus actitudes extravagantes -no se limitaban a las patillas, la melena y el poncho de gaucho-, en forma declaraciones tan extemporáneas como cuando amenazó con bombardear Washington DC, si Estados Unidos atacaba a su amigo Gadafi.
Aprovechó su libertad vigilada para dar rienda suelta a otra de sus debilidades, codearse con la farándula
Se le acusó de haber financiado su campaña con dinero procedente de Siria y Libia. Pero traicionó a sus amigos árabes cuando decidió apoyar al presidente Bush y enviar barcos argentinos a la primera guerra del Golfo.
Algunos analistas llegaron a relacionar esa traición con el brutal atentado a la embajada israelí en Buenos Aires, en el que murieron 22 personas y varios centenares resultaron heridas. Y también atribuían el mismo motivo al accidente que costó la vida a su propio hijo cuando se estrelló el helicóptero en el que viajaba.
Su esposa Zulema aseguró siempre que se había tratado de un atentado, del que Menem era el directo responsable por sus sucios negocios con sanguinarios dictadores. Tras la trágica muerte de su hijo, abandonó a su marido.
En el debe de Menem también se encuentra el indulto a los altos mandos de la dictadura, condenados por atrocidades contra la población civil. No sólo los perdonó, sino que además paralizó todos los intentos de nuevas investigaciones.
Menem, maestro de líderes populistas, consiguió mantener unidas las diferentes facciones del peronismo, pese a su manifiesta traición a los principios del justicialismo. Supo arreglárselas para convencer a los argentinos de que su entrega al neoliberalismo era lo que el país necesitaba. De hecho, consiguió ser elegido en 1995.
Pero ya no pudo engañar mucho más tiempos a su país, hay quien se sostiene que llegó a casarse, ya en su vejez con una joven Miss y presentadora de televisión para ganarse el afecto popular. Tras ser apeado del poder en 1999, en 2003 intentó la reelección. Sin embargo, tuvo que retirarse al ver que una nueva figura emergente, Néstor Kirchner, estaba a punto de arrollarlo en la segunda vuelta.
“Síganme, no los voy a defraudar”, "Argentina, levántate y anda" o "A los tibios los vomita Dios”, son frases utilizadas por Menem utilizadas en sus campañas y que dan idea de su carácter populista. Eso sí, hay que reconocerle que durante diez años logró engañar a los argentinos y que fue el único presidente democrático que lo hizo durante tanto tiempo.
Carlos Saúl Menem nació en Anillaco (Provincia de La Rioja, Argentina) el 2 de julio de 1930 y murió en Buenos Aires el 14 de febrero de 2021 a los 90 años. Casado y divorciado por dos veces, deja tres hijos.