“Lo sentimos”. La disculpa procede de Robert Ford, presidente de Abbott Laboratories, uno de los principales productores de leche infantil artificial de Estados Unidos. “Lo sentimos, pero los últimos meses nos han angustiado tanto como a usted”, continúa Ford en una carta abierta que publica el Washington Post. Se refiere al cierre de su planta de fabricación de Sturgis, en Michigan, el pasado febrero, cuando la Administración de Alimentos y Medicamentos estadounidense (FDA, por sus siglas en inglés) detectó la presencia de bacterias en las instalaciones después de que cuatro menores que habían consumido algunos de los productos fueran hospitalizados.
La decisión de la compañía, lejos de impactar solo en el ecosistema empresarial, ha desatado la brutal crisis de desabastecimiento de fórmulas de bebé que ha golpeado a millones de familias desde hace semanas y que ha hecho saltar todas las alarmas en la Casa Blanca.
En los últimos días, Joe Biden ha activado la Operación Fly Formula, que ha permitido establecer un puente aéreo que, hoy por hoy, ha permitido traer leche infantil a Illinois desde Alemania. Se espera, además, que el ejército estadounidense recoja más existencias en Suiza y Alemania en los próximos días. Y eso no es todo: el presidente de Estados Unidos también ha dado luz verde a una ley de seguridad nacional de la Guerra Fría que le permite movilizar recursos del sector privado. Unas medidas excepcionales que llevan a preguntarse: ¿cómo el cierre de una sola fábrica ha podido provocar tales niveles de escasez en el país de la abundancia?
El origen, fuera de la fábrica Abbott
Antes de que Abbott retirase del mercado varias líneas de fórmula, el sector aún estaba lidiando con el atasco de la cadena de suministro global que provocó la pandemia, tal y como confirmó la compañía en un comunicado. Un desafío al que, si se le suma la poca capacidad de reacción de la industria -que acostumbra a tener una tasa de desabastecimiento de entre el 3 y el 8% en tiempos normales-, podría explicar que otras fábricas no hubiesen compensado el cierre de la planta de Michigan. Sin embargo, en la práctica, el problema es mucho más complejo, y el cierre de la factoría, sólo uno de los detonantes.
El mercado de las fórmulas para bebés en Estados Unidos está actualmente en manos de tres grandes empresas: Gerber (Nestlé), Reckitt y Abbott, de acuerdo con un informe del Departamento de Agricultura. Y esta última copa prácticamente un 40% de la producción total (la mitad de la cual se producía en Michigan). Así, el negocio está altamente concentrado, lo que aporta grandes beneficios a las empresas, que gozan de una menor competitividad. Sin embargo, también conlleva riesgos, como que la onda expansiva de un fallo en una de las piezas es mucho mayor que la que se produciría en un mercado con un mayor número de productores.
Más del 50% de la leche infantil se vende a través de un programa de ayuda para familias de bajos ingresos
Detrás de este escenario de competencia limitada hay quien apunta a que se encuentran los excesivos requisitos que impone la FDA, que exige el cumplimiento de numerosos reglamentos de fabricación y etiquetado para la importación de estos productos. Además, según especifican en su página web, cuenta con una larga “lista negra” de productos extranjeros, que en caso de poder cruzar la frontera se enfrentan a un impuesto que puede superar el 17% en función del volumen.
Consciente o no de su propia inflexibilidad, lo cierto es que una de las principales medidas que la agencia gubernamental ha tomado para solventar la crisis actual ha sido reducir los trámites burocráticos. Una ambiciosa decisión que afecta tanto a la importación de leche infantil como a la producción nacional.
Amenaza para las familias vulnerables
Incrementar el suministro de fórmula para bebés se ha convertido en una prioridad para la Administración Biden. Pero llenar los estantes de los supermercados podría no solucionar un problema que afecta sobre todo a las familias más vulnerables.
De hecho, se calcula que entre el 50% y el 66% de la leche para lactantes que se vende en el país se hace bajo el paraguas del WIC. Un programa de nutrición suplementaria que pretende ayudar a mujeres, bebés y niños con bajos ingresos y que no pueden comprar una fórmula cualquiera, sino que responden a un proceso de licitación para encontrar el proveedor exclusivo.
La brecha es también racial. Según un estudio del Centro para el Control y la Prevención de Enfermedades, las mujeres negras tienen más probabilidades de tener ingresos por debajo del umbral de pobreza que las mujeres blancas y, los bebés de las primeras tasas de lactancia más bajas que los de las segundas. ¿El motivo principal? Que es más probable que vuelvan a trabajar antes -señala el informe- en un país que no contempla el permiso parental remunerado.
Ahora bien, la tendencia no es residual en Estados Unidos: el 19,2% de los niños nacidos en 2017 recibieron fórmulas antes de los dos días de edad. Una cifra que rebasa el 50% pasados los tres meses de vida y el 70% a los seis meses.
Medidas desesperadas
En los supermercados y farmacias, los estantes de leche para lactantes están prácticamente vacíos desde inicios de mayo, mes que se inició con una tasa de desabastecimiento de estos productos del 40%, según la plataforma de datos Datasembly. Hoy, ese dato alcanza el 50% en algunos Estados como Iowa, Tennessee o Misuri.
La situación es tan grave que el alcalde de Nueva York, Eric Adams, ha declarado el estado de emergencia para frenar la subida de los precios de la leche en polvo para bebés. Y es que cuando las existencias de estos productos comenzaron a caer, estalló el pánico. Las ventas se dispararon en una ola de compras masivas que recuerda a la que se produjo con el papel higiénico o las latas de conserva al inicio de la pandemia por coronavirus.
Ante el incremento de la demanda, el resto de proveedores han aumentado los precios y limitado la adquisición de productos por persona, señala un informe de la Casa Blanca. Pero esa alternativa es solo para aquellos afortunados que todavía pueden acceder a stock de leche para bebés. Muchos otros han tenido que recurrir a internet, donde algunos particulares piden cantidades desorbitadas, según recoge The Wall Street Journal.
Hay quien ha recurrido a alternativas más drásticas, como racionar las dosis de leche, diluirlas o prepararlas en casa. Todas ellas desaconsejadas por el Gobierno de Estados Unidos, que se enfrenta a una de las peores crisis de desabastecimiento de los últimos tiempos.