La inflación cerró julio en el 10,8% en España. Ciudadanos que podían vivir con cierto desahogo sienten hoy el agua al cuello cuando repostan o van al supermercado o adquieren hábitos como mirar el reloj a la hora de poner una lavadora o sobrellevar el calor antes que encender el aire acondicionado o enchufar el ventilador. Hagamos ahora el ejercicio de imaginar la situación si la inflación no fuera del 10,8% sino del 20, el 30 o el el 40% ¿Y si alcanzara el 71%? Es la cifra a la que acaba de escalar Argentina.
Los precios al consumidor se dispararon un 7,4% en julio en aquél país, el mayor aumento en 20 años, y ese abismo del 71% anual puede quedar en una mera instantánea cuando termine 2022. El último informe del Banco Central de Argentina proyecta un 90,2% en diciembre, así como que más de un 40% de argentinos se encontrará en situación de pobreza frente al 37% en este momento. Se trata de una de sus peores crisis económicas en décadas, lo que dicho de Argentina es cuando menos relevante.
El precio de alimentos y bebidas creció por debajo de la cifra total, un 6%, pero algunos productos se encareció hasta casi en un 60%, como ocurrió con el kilo de cebollas (un 57,9%). Otras clamorosas excepciones fueron la lechuga (40,5%), la batata (36,5%) o el kilo de azúcar (30,5%). Con respecto a julio de 2021, la comparación es aún más vertiginosa: los dulces son 365 días después un 88,4% más caros; café, té, yerba y cacao, un 82,5%; pan y cereales, un 76,5%; verduras, tubérculos y legumbres, un 72,8%, y productos lácteos y huevos un 71,4%
Los corresponsales de The New York Times en Sudamérica Ana Lankes y Jack Nicas pasaron dos semanas en Buenos Aires para tratar de comprender cómo pueden salir adelante los argentinos. Entrevistan a Juan Piantoni, director de una compañía de cajas fuertes, quien no sabe explicar "cómo la sociedad permite lo que está sucediendo" y teme que el país esté "en la víspera de un salto de crisis muy importante". "Nadie prendió la mecha todavía. El día que eso suceda veremos con qué nos encontramos", anticipa.
El de las cajas de seguridad es un negocio en alza, explica el reportaje. Los argentinos pagan por guardar su dinero. El peso se devalúa y se aferran al dólar. Cuenta que el gasto no decae en las zonas ricas de Buenos Aires, conde se elevan nuevas construcciones y los bares y restaurantes se llenan. Al otro lado, los asistentes a la Plaza de Mayo, donde se ubica la Casa Rosada. Ana Mabel vende cacahuetes caracemizados a la multitud congregada. Hace una semana a 150 pesos la bolsa, ahora a 200. Desde los cacahuetes al azúcar y hasta las bolsas de plástico se le han disparado.
La izquierda sale a la calle
Todo esto sucede en un contexto de gran inestabilidad política y descontento social. El grueso del electorado que pudo apostar por Alberto Fernández para dirigir el país es precisamente el más golpeado. Fernández prometió, y lo hizo en un vídeo que se le está volviendo en contra, que lograría controlar los precios y reducir la pobreza. Acaba de nombrar a Sergio Massa nuevo ministro de Economía, que sucede a Silvina Batakis, que apenas duró tres semanas en el cargo. Fuerte división entre el peronismo y el kirchnerismo en la coalición de gobierno.
Fernández ha 'vendido' a Massa, abogado de 50 años, como 'superministro'. Pero los argentinos asumen que el 'super' alude a las áreas que abarca su responsabilidad pero no a sus poderes, supeditado al Fondo Monetario Internacional, al que Argentina debe 44.000 millones de dólares. A las pocas horas de asumir la cartera ya tenía a miles de conciudadanos acampados frente a la Casa Rosada exigiendo una reunión. Antes se manifestaron por las calles de Buenos Aires con reivindicaciones sociales que consideran "urgentes".
"En Argentina lo que hay es mal trabajo", declaró a la agencia Efe el presidente del Instituto para el Desarrollo Social Argentino, Jorge Colina, en el marco de la tradicional marcha de San Cayetano el pasado domingo, en honor del patrón del pan y del trabajo. "La tasa de desempleo es relativamente baja, de un dígito, pero la informalidad es del 50% (...) La mitad de la gente tiene trabajo, pero mal pago y precario", precisó. La consigna por San Cayetano fue el impulso de una "economía popular" con un salario universal y acceso a la tierra.