Fueron necesarias 48 horas para que Jair Bolsonaro hiciera su primera declaración y, a regañadientes, reconociera el resultado de las elecciones del pasado domingo. Lo ha hecho sin felicitar al nuevo presidente electo, Lula da Silva, sin reconocer explícitamente la derrota y hablando de sentimientos de "injusticia" e "indignación" para justificar las protestas de sus seguidores en la calle en los últimos días.
Sin embargo, sí se ha comprometido "a cumplir con la Constitución" y a facilitar la transición al próximo Gobierno, sin mostrar señales de querer cuestionar los resultados o hacer cualquier tipo de movimiento parecido al de Donald Trump que terminó con el asalto al Capitolio el 6 de enero de 2021.
Tras la declaración de Bolsonaro, el ministro de la Presidencia, Ciro Nogueira, confirmó el inicio del proceso de transición y se refirió a Lula como "el presidente electo". De hecho, Nogueira ya había hablado al respecto con la campaña de Lula desde este lunes, pese al silencio que mantenía Bolsonaro.
Este mismo martes, el equipo de Lula anunció que el equipo de transición será coordinado por Geraldo Alckmin, en su condición de vicepresidente electo y el primer comodín del presidente electo para acercarse al centro.
Alckmin es un político liberal, que viene del centro derecha con el que Lula pretendía atajar su visión por una parte del electorado, como un político de izquierda radical y suavizar los ataques que podría recibir por parte de sus adversarios. Fue el nacimiento de "Lula paz y amor".
Alckmin, líder del Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB), tenía las características adecuadas para atraer y tranquilizar al poder económico y a la clase media que había votado a Bolsonaro en las elecciones de 2018.
Pero Geraldo Alckmin no sólo es un político de centro derecha, cuya visión de la política y la economía dista bastante de la de Lula. El candidato a vicepresidente fue adversario directo del petista en las elecciones presidenciales de 2006 y uno de los principales azotes de Lula en los casos de corrupción en los que el PT se vio envuelto.
El líder del PSDB no llegó nunca a la presidencia de Brasil, pero sí gobernó el Estado de São Paulo, forjando un perfil neoliberal en lo económico, y conservador en lo que respeta a los derechos individuales. Su inclusión en la papeleta de Lula era un guiño a los mercados, una forma de tranquilizar los poderes económicos y allanar el camino de un perfil más moderado de Lula.
Ahora, que sea la cabeza visible del equipo de transición de Gobierno pretende dar continuidad a ese perfil y ahondar en el mensaje de unidad que Lula dejó en la noche electoral: "Seré el presidente de 125 millones de brasileño".
Alckmin, un médico de 69 años, exgobernador de São Paulo, tiene fama de sólido gestor. "Debemos abrir los ojos y tener la humildad de entender que, hoy, Lula es quien mejor refleja las esperanzas del pueblo brasileño", dijo a finales de marzo, cuando se afilió al Partido Socialista Brasileño (PSB), de centro-izquierda, que sentó las bases de su alianza con Lula.
Nacido en Pindamonhangaba, una ciudad de 160.000 habitantes ubicada a unos 150 km de São Paulo, la capital económica de Brasil, Alckmin recibió una estricta educación católica. Empezó su carrera política como concejal y fue alcalde de su ciudad natal en los años 70, antes de ser elegido diputado en 1986. Su gestión como gobernador de São Paulo en cuatro mandatos (2001-2006 y 2011-2018) ha sido bien evaluada.
Según cuenta la prensa brasileña, el nombre de Alckmin fue bien recibido por buena parte de la coordinación de la campaña, pero enfrentó la resistencia de algunos dirigentes del Partido de los Trabajadores, quienes sostuvieron que el cargo debería ser confiado a un militante del PT.
La decisión de Lula se debe a que Alckmin se ha convertido en un aliado cercano, de su máxima confianza, que reúne, al mismo tiempo, cualidades técnicas y capacidad política para conducir las negociaciones.
Disturbios en las calles
Al mismo tiempo que la transición de poderes se hace de forma pacífica, en las calles, muchos de los seguidores de Bolsonaro se han dedicado a sembrar protestas y disturbios, cortando autopistas y haciendo manifestaciones, asegurando que el resultado de domingo es fruto de un fraude electoral. Y aunque la intensidad de las protestas ha aflojado con el tiempo, siguen presentes tres días después.
Grupos de camioneros han cortado varias carreteras desde el lunes y, en las redes sociales se viralizaron vídeos con las teorías más disparatadas, con el objetivo de esparcir el caos. Desde que el Tribunal de la Haya ya estaría en Brasil para investigar el presunto fraude (competencia que ni siquiera tiene ese tribunal, que se dedica a investigar crímenes contra la humanidad) hasta una supuesta intervención militar, los seguidores de Bolsonaro han difundido todo tipo de bulos.
En algunas de las intervenciones de los instigadores de las manifestaciones, grabadas y divulgadas en redes sociales, se puede escuchar a los cabecillas decir que Bolsonaro tendrá que aceptar el resultado de las elecciones públicamente para no ser acusado de incitación a la violencia, pero que realmente son sus seguidores los que no deben abandonar las protestas. En su mano, dicen, está la posibilidad de que Bolsonaro pueda invocar el artículo 142 de la Constitución por desorden público y saque el ejército a la calle, dando inicio a un golpe de Estado.
"Intervención militar ya. Nosotros, el pueblo, queremos eso", se escucha en uno de los vídeos.
Para estos seguidores, el discurso de Bolsonaro sería una especie de orden en clave para que las protestas continúen. "El presidente lo hizo bien. Dijo muy poco y no ordenó a nadie que saliera de la calle. No ordenó a nadie que detuviera la protesta. ¡Vamos a la calle, gente!", dijo un seguidor de Bolsonaro. "Él dijo que 'Es un honor ser el líder de millones de brasileños', el presidente no dijo 'haber sido el líder'". “¡El presidente no reconoció la victoria del ladrón! ¡Vamos, encima de ellos!”, dice otro mensaje.
En su discurso, Jair Bolsonaro no ahondó en las protestas. Se limitó a decir que "las manifestaciones pacíficas siempre serán bienvenidas", pero reforzó que sus métodos "no pueden ser los de la izquierda, que siempre perjudicaron a la población, como la invasión de propiedades, la destrucción de patrimonio" y no permitir "el derecho de ir y venir".
Según cuenta el diario Folha de S. Paulo, los grupos de ultraderecha en Telegram han intensificado los llamamientos a los camioneros en la recta final de las elecciones. Los mensajes se intensificaron desde la derrota de Bolsonaro, haciendo llamamientos a la movilización para demostrar el descontento por la elección de Lula y señalando que Brasil "no puede entregarse al comunismo".