Alvin Bragg, el primer afroamericano que llega a ser fiscal de Manhattan, ha convertido a Donald Trump en el primer expresidente imputado por el gran jurado. Y a Trump, que nació en la sede del condado de Queens, el más grande de Nueva York, no le ha sentado nada bien que un hombre negro nacido en Harlem haya sido quien ahora le rasque el cogote con los grilletes. Un hombre negro a quien, de niño, detuvieron tres veces a punta de pistola en Striver's Row, una experiencia comúnmente presente en los relatos de la comunidad negra, como si de un rito iniciático que le hace a uno consciente de su raza se tratase.
Según Trump, Alvin Bragg, formado en Harvard, no es más que un "psicópata degenerado", un pelele de George Soros. En el currículum de lo que para Trump deben de ser fechorías cometidas por este abogado negro, a buen seguro, el expresidente recordará cuando, como fiscal federal adjunto de Nueva York, supervisó la demanda contra Harvey Weinstein por acoso sexual.
También figurará en la lista negra de Trump que Bragg haya ganado "importantes acuerdos de conciliación en asuntos relacionados con líneas rojas discriminatorias". O que haya luchado contra el acoso hacia los inquilinos negros, la explotación laboral, la discriminación de las empresas a la hora de contratar.
Bragg, a ojos de Trump, debió de ingeniárselas de algún modo para disimular su "psicopatía animal" y alcanzar el puesto de Jefe de la Unidad Especial que investigó los asesinatos de la policía y los excesos en detenciones. Él dirigió la investigación que reveló que solo el 3% de los dos millones y medio de detenciones llevadas a cabo mediante el conocido 'Stop and Frisk' en Nueva York acabaron en condena.
Cuando Bragg fue elegido para sustituir a Cyrus Vance en 2021 en la Fiscalía de Manhattan por abrumadora mayoría, debieron asaltar la memoria de Trump referencias incómodas: ese abogado negro era el mismo que ya había colaborado para demandar a la Administración Trump un centenar de veces. El mismo que le obligó a pagar dos millones de dólares a organizaciones benéficas y terminó disolviendo la Fundación Donald J. Trump.
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También se cruzarían como estrellas fugaces ante el expresidente los procesamientos de Bragg a políticos corruptos o las condenas a negocios multimillonarios cuando fue fiscal federal auxiliar del distrito sur de Nueva York. O su caso contra el alcalde en busca de detalles clave sobre el asesinato de Eric Garner, un ciudadano negro estrangulado por la policía.
Ya en el cargo, el primer aviso de que sus miedos estaban bien encaminados fue la imputación a Steve Bannon, amigo de Trump e ideólogo del 'trumpismo', por blanqueo de capitales, fraude y conspiración, en septiembre del año pasado.
Tres meses después, Bragg atacó el bolsillo de Trump, cuyo imperio inmobiliario y hotelero fue condenado por 17 cargos de fraude fiscal. Entonces no había dudas: Bragg no tardó en reactivar una investigación que Vance tenía enterrada en su despacho: la de los 130.000 dólares que Trump habría pagado a Daniels.
En algún momento de 2022, Bragg da ya el paso definitivo y pone el caso en manos de un gran jurado, un grupo de 23 ciudadanos que desempeñan un papel parecido a la instrucción, pues deben determinar si hay pruebas suficientes para imputar un delito y definir qué cargo concreto se aplica.
Ese proceso ha acabado este viernes con el gran jurado enviando a Trump al banquillo de los acusados por sobornar a la estrella porno Stormy Daniels para que no hiciese pública la relación que mantuvieron. El 4 de abril el expresidente se entregará, según han confirmado sus abogados. Bragg y Trump se verán al fin las caras.
Enemigos íntimos
Durante todo este mes que ha concluido con su imputación, Trump ha utilizado una retórica escrita con cerillas que demuestra nerviosismo y describe, sobre todo, a quien la emplea. La retórica del insulto. A ojos del expresidente, Bragg es un "animal", un "racista, pero del revés" (es decir, Trump se siente discriminado por ser blanco, indefenso ante un sistema judicial que hasta 2021 no incluía a un negro).
Víctima, dice Trump y respalda Kevin McCarthy, presidente de la Cámara de Representantes, de una "caza de brujas", imputado por una "persecución política", según su exvicepresidente Mike Pence, el candidato republicano ha llamado a sus seguidores a "¡protestar!". Insufla furia a los que hace dos años asaltaron el Capitolio por Navidad. "Si soy acusado, podrá ocurrir muerte y destrucción potencial", zanjó.
Las consecuencias no tardaron en aparecer. Bragg ya ha recibido una amenaza de muerte. Su oficina recibió hace poco una carta amenazante desde Orlando, Florida (donde vive Trump) que contenía polvo blanco y un mensaje al estilo de El Padrino, pero con menos estilo: "ALVIN: ¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡".
Un grupo de 175 exfiscales salió al amparo de su colega y avisó que podrían interpretarse como una "incitación a la violencia". "Como exfiscales, denunciamos los intentos de intimidar al fiscal de distrito de Manhattan y hacemos un llamado a todos para que apoyen y protejan la independencia de los fiscales y el Estado de derecho".
La respuesta más contundente de todas, sin embargo, ha sido la que este viernes ha dado el propio Bragg: "Esta tarde nos hemos puesto en contacto con el abogado del Sr. Trump para coordinar su entrega a la Fiscalía de Manhattan para la lectura de cargos por una acusación del Tribunal Supremo, que permanece bajo secreto. Se proporcionará orientación cuando se seleccione la fecha de la lectura de cargos".
La reacción de los republicanos a la imputación no ha tardado en llegar. Si Trump tiene que pasar meses entre rejas, su candidatura a la presidencia se vería duramente tocada. El expresidente prepara el terreno para los disturbios: "No puedo tener un juicio justo en Nueva York".
Bragg, por su parte, ha sido claro: "No toleraré los intentos de intimidar a nuestra oficina o amenazar el Estado de derecho en Nueva York. Al igual que con todas nuestras investigaciones, continuaremos aplicando la ley de manera uniforme y justa, y hablaremos públicamente solo cuando sea apropiado".
Críticos de Bragg
"La población estadounidense no tolerará esta injusticia, y la Cámara de Representantes pedirá cuentas a Alvin Bragg y su abuso de poder sin precedentes", ha dicho Kevin McCarthy tras la imputación de Trump. "Creo que la gran mayoría del pueblo estadounidense lo verá así", añadió Mike Pence.
Los republicanos han salido en tromba a apoyar a su expresidente. Sin embargo, no son los únicos que en algún momento se han mostrado críticos con Alvin Bragg. El principal de todos ellos fue el fiscal Mark Pomerantz, quien renunció como su asistente especial en Manhattan en febrero de 2022.
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Sin embargo, el que llevó a Pomerantz a tomar esa decisión no fue su persecución a Trump sino todo lo contrario: en aquel momento existía la sospecha de que Bragg no se atrevería a enjuiciar al expresidente. De hecho, el 'caso Daniels' era visto como menor, un "caso zombie" que distraería a la opinión pública de los casos verdaderamente importantes.
Así lo explicaba en una incisiva carta que publicó el 'New York Times'. Pomerantz estaba seguro de que la Organización Trump es "culpable de numerosas infracciones graves" en relación a informes financieros "falsos".
Pomerantz criticó a Bragg por no presentar cargos penales contra Trump a pesar de que su predecesor Cyrus Vance instó al departamento a buscar una acusación "tan pronto como sea razonablemente posible". "El equipo fiscal que ha estado investigando al Sr. Trump no alberga dudas sobre si cometió delitos: lo hizo", escribió Pomerantz.
"Me temo que su decisión de paralizar la investigación significa que Trump no será plenamente responsable de sus crímenes. He trabajado demasiado duro como abogado, y durante demasiado tiempo, como para convertirme ahora en un participante pasivo de lo que creo que es un grave fracaso de la Justicia".
"Lo que el Sr. Pomerantz está describiendo no puede caracterizarse como una simple diferencia de opinión entre los fiscales. La carta es nada menos que una reprimenda mordaz por la negativa del Sr. Bragg a presentar cargos contra Trump por lo que el Sr. Pomerantz describe como un claro comportamiento criminal. Bragg queda en una posición completamente insostenible", dijo el exfiscal del condado de Los Ángeles Josh Ritter a 'Newsweek'.
Resulta extraño releer ahora, cuando la popularidad del fiscal de Manhattan como valiente defensor de la democracia está al alza, las palabras de Ritter. Incluso Pomerantz publicó recientemente un libro donde cambiaba de opinión y describía los esfuerzos de Bragg en sacara adelante el 'caso Daniels' como un camino viable para el enjuiciamiento, como conformándose con las sobras de lo que podría haber sido una acusación con aires de jaque mate.
En cualquier caso, el 4 de abril Trump comparecerá ante el Tribunal por un delito grave que, sin embargo, apunta a ser mucho menor en comparación con tantos otros que rodean su trayectoria.