México lleva días en alerta por las explosiones ininterrumpidas del volcán Popocatépetl, a 72 kilómetros de la capital. El monte se divide entre los estados de México, Puebla y Morelos, y en su radio de 100 kilómetros viven unos 25 millones de personas. La magnitud de las consecuencias humanas que acarrearía una erupción lo hacen uno de los volcanes más peligrosos del mundo.
Conforme el Popocatépetl va escupiendo más ceniza, roca y gas, los vecinos de las poblaciones más inmediatas están preparándose para evacuar sus hogares, que están siendo afectadas desde principios de mayo. Las autoridades locales les anticiparon el lunes que el desalojo llegaría pronto, pero mientras se celebran simulacros y se estudian rutas y refugios, no ha salido ninguna orden.
El presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, insiste en que las comunidades aledañas no corren mayores peligros, y llama a la tranquilidad. En la mañanera del martes —así llama a sus ruedas de prensa matutinas— dijo que la actividad del volcán había disminuido, y que "su Gobierno no tiene pensado incrementar otra fase el semáforo volcánico del Popocatépetl", cita el periodista Joaquín López-Dóriga.
Por suerte, "don Goyo" —así es apodado localmente el volcán de largo nombre— está emitiendo cada vez menos ceniza, y esta desciende principalmente sobre las zonas menos densamente pobladas: "Básicamente va más hacia Puebla. En el resto de los estados no hay caída y estamos vigilando día y noche que no haya pánico", dijo el martes López Obrador, día en que 60 militares removieron una densa capa de ceniza en las calles de Santiago Xalinzintla (San Nicolás de los Ranchos) a 12 kilómetros del activo coloso.
A Santiago Xalinzintla, donde los habitantes festejaron este día a su patrono, los militares llegaron con palas, escobas, carretillas y botiquines médicos para liberar de una capa de ceniza las principales calles del lugar y ofrecer atención médica a los habitantes, quien veían con cierto recelo a los soldados. En la jornada de limpieza, los militares recogieron la mayor cantidad de ceniza posible y el material que estaba ya petrificado por el contacto con el agua fue retirado con palas.
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También revisaron las rutas de evacuación, retirando todo aquel objeto que pudiera obstruir el paso vehicular, ya que se busca tener limpias las calles y carreteras ante una posible evacuación.
Ismael Peláez, teniente de sanidad del Ejército mexicano, contó a Efe que durante la jornada se removió una gran cantidad de ceniza y recordó a la población "tener sus depósitos de agua tapados y sus alimentos, así como lavar las frutas y verduras que consuman para evitar ingerir la ceniza".
Durante el fin de semana, cuando aumentó la actividad del coloso, los vehículos, techos de viviendas, así como calles se llenaron de ceniza. Las calles perdieron el color negro del asfalto y prácticamente todo quedó tapizado por ese polvo. Además, tanto en casa como negocios los habitantes tuvieron que barrer grandes cantidades de material volcánico, acción que repitieron los militares.
Juana Hernández, habitante de Santiago Xalinzintla, compartió con Efe que el sustento de su familia corre a cargo de los hombres, quienes recolectan madera para la elaboración de mangos de escobas y a la recolección de encino que venden, pero con la caída del material volcánico ha sido imposible cumplir con sus actividades, aparte de que tienen restringido el paso a la zona donde ellos recolectan. "Nos espantan los ruidos que emite, antes no se escuchaba nada y ahora sí, se escucha cómo hierve, tiembla, la gente esta alarmada", relató.
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El volcán se localiza en la parte central de la Faja Volcánica Transversal Mexicana y se ubica en la convergencia de los límites de los estados de México, Puebla y Morelos y a 72 kilómetros al sureste de Ciudad de México. Las autoridades mexicanas analizan a diario la actividad del Popocatépetl desde que en 1994 se inició su actual fase eruptiva.