Seguidores de Arévalo en el acto de cierre de campaña

Seguidores de Arévalo en el acto de cierre de campaña Reuters

América

Guatemala acude hoy a las urnas para elegir entre una nueva izquierda o la derecha conocida

El país centroamericano tendrá que elegir entre el progresista Bernardo Arévalo o la conservadora Sandra Torres.

20 agosto, 2023 10:48
Ciudad de Guatemala

La Ciudad de Guatemala amanece hoy empapelada con las caras de Sandra Torres, secretaria general de La Unidad Nacional de la Esperanza (UNE), y Bernardo Arévalo, líder del Movimiento Semilla. Ambos se disputan esta noche en las urnas la presidencia de uno de los países más desiguales e inseguros de América Latina. Según el Banco Mundial, el 58% de los guatemaltecos viven en la pobreza, mientras que la ONU advierte de que su tasa de homicidios es el triple del promedio mundial. 

La ciudadanía busca ahora en el voto un cambio que tendrá que encontrar necesariamente entre la nueva izquierda de Arévalo o la derecha conocida de Torres. El progresista es la primera vez que se presenta como candidato a las elecciones, mientras que la conservadora tratará de ser la primera mujer que preside el país por tercera vez consecutiva. Ambas candidaturas fueron las favoritas para relevar a Alejandro Giammattei en la pasada primera vuelta del 25 de junio, obligando a la celebración del balotaje que finaliza esta noche.

Líder actual en las encuestas

Bernardo Arévalo fue de hecho la gran sorpresa de la primera vuelta de las elecciones. Ninguna de las encuestas de entonces lo postulaban como un posible candidato a tomar en cuenta. Ahora, sin embargo, es el favorito en la Ciudad de Guatemala, y diversas encuestas, entre ellas las de las empresas Cid Gallup, Innovem o la publicada por el periódico Prensa Libre, recogen que podría ser el ganador esta noche. El candidato es hijo del que fuera presidente de Guatemala, Juan José Arévalo, entre 1945 y 1951.

"Tiene las de ganar en ese sentido porque se dice que su padre hizo cosas muy buenas", comenta una vendedora ambulante en la Plaza de la Constitución, donde se vive un ambiente festivo propio de cualquier sábado en la ciudad. Justo aquí cerraba el candidato de Semilla su campaña electoral hace tan solo tres días: "Por primera vez en muchos años existe una alternativa humilde, diferente y que representa la semilla del cambio", sentenció el diputado de 64 años en un escenario frente al Palacio de Gobierno.

Conocida en la política guatemalteca

A poco más de tres kilómetros, y con dos días de diferencia, cerraba su campaña Sandra Torres desde el mercado La Terminal. "Aquí conmigo tengo una pequeña biblia y una Constitución Política de la República de Guatemala, de esa manera es cómo se debe gobernar a Guatemala", dijo a los asistentes al comienzo de su mitin. La candidata es favorita en muchas de las zonas rurales del país, y también tiene un gran nicho de voto entre la población de mayor edad. De los más de diecisiete millones de habitantes que tiene Guatemala, solo un millón vive aquí, en la capital.

Torres tiene mucha experiencia previa en cierres de campaña. En su discurso cuestiona que su rival haya nacido en el extranjero —nació en Uruguay luego de que su padre fuera forzado al exilio después de un golpe militar— o el que su partido haya presentado una ley para la educación sexual. Alude a los programas sociales que ella mismo potenció cuando fue primera dama de su difunto exmarido, Álvaro Colom, entre el 2008 y el 2012. Y su pública escucha y aplaude cuando hay que aplaudir.

Pobreza

Uno de los dos tendrá que hacer frente a los graves problemas que el país arrastra: desde tratar la pobreza estructural y la migración a Estados Unidos —más del 20% del PIB del país procede de remesas de nacionales emigrados al país norteamericano— hasta combatir la violencia de los grandes grupos del narcotráfico, cuya presencia es cada vez mayor en Centroamérica, y otros delitos cometidos por pandillas como Barrio 18 y Mara Salvatrucha. A todo ello se suma una situación económica convulsa, con grandes dificultades como un ritmo inflacionario del 7%. Para ello, Sandra Torres propone eliminar el IVA de la canasta básica. Mientras, Arévalo no se manifiesta al respecto, pero sabe perfectamente que en caso de ser presidente tendrá que enfrentarse tanto a la inflación como al desempleo y la informalidad.

Aquí los militares y miembros de las fuerzas civiles de seguridad no pueden ejercer su derecho al voto. Tatiana pertenece a un ejército de más de 21.000 personas, dedicado a "mantener la independencia, la soberanía y el honor de Guatemala, la integridad del territorio, la paz y la seguridad interior y exterior", según se puede leer en sus bases. Sin embargo, su sueldo de menos de 200 euros mensuales le obliga a trabajar en sus días libres como conductora de VTC. "Me encantaría poder votar mañana, pero lo tenemos prohibido. Dentro del ejército nadie puede posicionarse ni un poco, porque le debemos neutralidad a nuestro próximo comandante general", explica mientras conduce por la Calzada Roosevelt, una de las principales vías de Ciudad de Guatemala.

El bienestar de un país en juego

De acuerdo con el Banco de Guatemala, el país tiene la economía más grande de Centroamérica. En 2021 su Producto Interno Bruto (PIB) total y per cápita fueron de 86.00 millones y 5.025 dólares, respectivamente. El país ha experimentado un ritmo estable de crecimiento del 3,5% anual, en promedio entre 2010 y 2019. Sin embargo, los datos de pobreza se justifican con la gran desigualdad que se ve en el país. Según datos de la organización OXFAM, el uno por ciento de las personas más ricas de Guatemala tiene los mismos ingresos que la mitad de la población del país.

Esta noche no solamente está en juego quién gobernará el país más poblado de Centroamérica, sino también quién hará frente a todos estos problemas estructurales. Todo bajo la mirada de la comunidad internacional: en la capital ahora mismo se encuentran varios miembros de la Misión de Observación Electoral de la Unión Europea, entre ellos una delegación de cinco miembros del Parlamento Europeo. Se encargarán de vigilar la votación de una nación que lleva años inmersa en un auge autoritario, y que ha llevado a la cárcel o al exilio a jueces, fiscales y también periodistas.