El ataque ocurrido la noche del jueves en Dallas “no tiene justificación posible”. Así de tajante se mostraba Barack Obama horas después de conocer los detalles del tiroteo que ha costado la vida a cinco agentes de policía en la ciudad estadounidense y que ha descolocado nuevamente a quienes se niegan a reconocer la intensa fractura racial de este país.
Casi todos los analistas y expertos que han ido desfilando incesantemente por los principales canales de noticias para comentar las impactantes imágenes de esta matanza, retransmitida casi en vivo gracias a las grabaciones que algunos testigos, coincidían con el presidente.
Sin embargo, a la hora de buscar explicaciones les ha resultado difícil apuntar a una única causa. Las tensiones raciales, la facilidad a la hora de adquirir armas, la cuestionada formación de los cuerpos policiales en algunas ciudades y estados, una sociedad extremadamente polarizada o la inacción de algunos gobernantes a la hora de encarar estos problemas han sido algunas de las razones esbozadas en una sociedad que cada vez digiere con más rapidez los frecuentes episodios de violencia.
En las calles de Washington DC capital del país y ciudad con un 50% de población afroamericana, también se buscaban las razones.
“Tarde o temprano iba a pasar algo así. Si preguntas a un demócrata, te dirá que el problema son las armas y la desigualdad racial. Si hablas con un republicano, pedirá más contundencia contra el crimen sin entrar en detalles. Para mí, esto es culpa de un grupo de locos, pero está claro que algo les ha radicalizado. Intentar buscar una explicación es peligroso”, comenta Debby, estudiante afroamericana en la Howard University de Washington DC, una universidad conocida popularmente como la ‘Harvard Negra’ ya que, por razones históricas, su alumnado es mayoritariamente de color.
Quizá la existencia de una institución académica prácticamente reservada a una raza resulte contradictorio con el concepto de integración que defiende este centro, si bien sirve para ilustrar cómo la raza en EEUU sigue siendo una cuestión capital que marca diversos aspectos del día a día. “Para mí el problema no es sólo de racismo, de respuesta a los abusos policiales o de venta de armas, el origen es la división y la desigualdad en algunas partes del país”, zanja Debbi antes de marcharse con su grupo de amigas, todas ellas afroamericanas.
Aunque hoy parece que el origen de lo ocurrido en Dallas ha quedado en un segundo plano, lo cierto es que las protestas por los abusos policiales han sido el caldo de cultivo del que se han alimentado los autores de este ataque y son un reflejo de la división social que vive EEUU desde que hace dos años la muerte de Michael Brown en Ferguson a manos de un policía prendiera de nuevo la mecha de la tensión racial.
Pero si hace sólo un día arreciaban las críticas contra la actuación policial de los agentes implicados en la reciente muerte de los dos ciudadanos negros en Minesota y Luisiana, ahora las organizaciones en defensa de los derechos civiles afroamericanos se centran en condenar enérgicamente el ataque. La National Association for the Advancement of Colered People (NAACP), varios líderes del movimiento Black Lives Matter e incluso el reverendo Jesse Jackson clamaban contra el tiroteo. “La violencia es injustificable siempre. Esto no representa nuestra lucha por la paz, la justicia y la dignidad”, señala Shaun King, uno de los portavoces de la NAACP.
Pero aunque se aparque momentáneamente el debate de fondo, el racismo y el abuso policial son una asignatura pendiente en América. Adam es un norteamericano de raza blanca, un asistente legal familiarizado con cuestiones raciales, ya que trabajó como profesor en una escuela de Nueva Orleans mientras colaboraba como trabajador social en un centro de acogida de menores inmigrantes legales.
“Tras el desastre del Katrina llegaron a la ciudad muchísimos mexicanos y hondureños para participar en la reconstrucción de la zona con muchos afroamericanos. El problema siempre era el mismo para todas las minorías raciales: la desigualdad ante instituciones públicas como la Policía”. “Los agentes no son más o menos racistas, son un reflejo de la sociedad donde viven, porque se han criado en ella. A eso hay que sumar el diferente nivel de profesionalización de cada cuerpo, que depende de la ciudad o el estado”.
A juicio de este abogado, “el racismo ya no es algo tan evidente como ir a un restaurante y que no sirvan a un ciudadano por ser negro, ahora el problema es que esa persona no tiene las mismas oportunidades que un blanco, y mientras eso no se remedie, el problema seguirá ahí”.
En 2015 se produjeron 990 en EEUU por disparos de la policía, de los que 258 fueron personas negras, frente a 494 blancas y 172 hispanas. En lo que va de 2016, el número de afroamericanos fallecidos en estas circunstancias ronda también el 26% de las 509 totales. Sin embargo, el impacto de estos casos es mucho mayor, en parte por el problema racial que conllevan y la difusión mediática a la que han colaborado las recientes grabaciones por parte de las víctimas y de los propios agentes.
Desde Human Rights Watch, Antonio Ginatta, Advocacy Director, apunta a que la respuesta a la fractura social que se ha vuelto a reabrir en este país no pasa por más cámaras para los agentes, sino más entrenamiento, educación y respeto. Eso sí, no sólo para la Policía, sino para todo EEUU. Blancos y negros.