Nombre, fecha de nacimiento, dirección, afiliación política, cuándo votó en anteriores comicios, en qué primarias ha participado, sexo y, en algunos estados, raza. Todos estos datos sobre el votante suelen ser públicos en Estados Unidos, una información que los aspirantes a la Casa Blanca acostumbran codiciar. Si a ellos se les suman datos recogidos por entidades privadas, los conocimientos que los políticos tienen sobre sus electores pueden resultar escalofriantes.
A menos de dos semanas para saber quién sustituirá a Barack Obama al frente de EEUU y cuando en buena parte del país los ciudadanos ya acuden a las urnas para votar por adelantado, esa información se vuelve aún más valiosa. Pero, en estas elecciones, hay alguien que parece valorarla especialmente: la candidata demócrata, Hillary Clinton.
“[Viendo] a quién ha contratado la campaña de Clinton y las oficinas que tiene sobre el terreno, hay más o menos una continuación de la estrategia de campaña de Obama en las últimas dos elecciones”, dice a EL ESPAÑOL Eitan Hersh, profesor de la Universidad de Yale y autor del libro Hacking the Electorate ('Hackeando' al Electorado, 2015), que estudia cómo las campañas políticas cruzan datos para segmentar y abordar a los votantes de la forma más efectiva posible. Esta práctica se denomina microtargeting y se trata, simplificando, de que, por ejemplo, un votante latino llame a la puerta de otro latino y que un veterano de guerra telefonee a otro excombatiente.
Las campañas del presidente saliente para, primero, llegar al Despacho Oval y, luego, revalidar en el puesto se caracterizaron por su magistral uso de la información, haciendo llegar los mensajes adecuados a la gente adecuada, combinado con una legión de voluntarios dedicados a empujar a la gente a las urnas. Así, el equipo de Obama utilizó desde los tradicionales guiones para conversar puerta por puerta con votantes potenciales hasta herramientas más innovadoras, como una lista de amigos en Facebook que podrían votar por el candidato si el receptor de la propaganda los animara.
La ex secretaria de Estado no despierta el mismo entusiasmo que su padrino político, pero ha organizado una amplia operación para movilizar a su electorado -ha instalado el doble de oficinas de campaña a lo largo del país que su oponente- y hecho de los datos una poderosa arma. Un estratega demócrata dijo el mes pasado a Politico que “nunca he visto una campaña más guiada por la analítica [que la de Clinton]” en un artículo sobre el responsable de la división de datos de la aspirante demócrata, Elan Kriegel.
El candidato republicano, sin embargo, no parece haber dado a los datos tanta importancia -en mayo dijo que estaban “sobrevalorados”- y su operación en el terreno para movilizar a los ciudadanos es menor. “No me parece que la campaña de Trump esté haciendo mucho [microtargeting]. Dijeron que no lo hacían, no tiene pinta de que se estén gastando dinero en ello, no tienen un operativo tradicional [como el de campañas anteriores] para movilizar a los votantes”, dice Hersh, de la Universidad de Yale. En su reportaje de septiembre, Politico afirmaba que Trump había contratado recientemente una firma de analítica y que el candidato había ignorado el programa de datos que le ofrecía el Partido Republicano.
Un sondeo del Pew Research Center sugiere que, a algo más de un mes para las elecciones, las campañas presidenciales ya habían contactado con cerca de la mitad del electorado estadounidense. Cada campaña había abordado mayoritariamente a sus propios simpatizantes y no a seguidores del rival. Sin embargo, la forma en que se produjo el contacto variaba de bando a bando. La campaña de Trump era más propensa a utilizar llamadas automatizadas y correo postal que la de Clinton, que vencía al republicano en mensajes de texto y visitas a domicilio. El centro aseguró no disponer de información más actualizada sobre este asunto al ser contactado el miércoles por EL ESPAÑOL.
Hoy, en la recta final de las elecciones, la batalla por persuadir a los votantes para que respalden a un candidato u otro pasa a un segundo plano y la lucha se concentra en movilizar a los electores para que acudan a las urnas, afirman los expertos. Un total de 37 estados permiten el voto por adelantado por correo o en persona, al menos once millones de estadounidenses han votado ya y se estima que un tercio del electorado habrá depositado su papeleta antes del 8 de noviembre.
En una entrevista con Fox News en agosto, Trump dio a entender que no veía la necesidad de llamar a la gente a votar. “No sé si tenemos que animar a la gente a salir a votar. Creo que la gente que realmente quiere votar se levantará y votará por Trump. Y vamos a hacer que Estados Unidos sea grande de nuevo”, aseveró.
Ahora que muchos norteamericanos están acudiendo a las urnas, el magnate se ha percatado de que ésa es la estrategia errada e intenta que sus seguidores se comprometan a pedir el voto puerta por puerta. “¿Te comprometerías a llamar a 100 puertas en tu barrio?”, reza un correo electrónico enviado a sus simpatizantes. La epístola, firmada por su hijo Eric, asegura que miles de seguidores del republicano ya se han comprometido a llamar a 100 puertas “segmentadas”.
“El voto por adelantado extiende las elecciones a un periodo de dos semanas de campaña intensa y movilización de votantes”, explica Paul Gronke, director del Early Voting Information Center (Centro de Información del Voto por Adelantado) del Reed College de Oregón. “Beneficia al candidato que dedica más recursos a movilizar votantes pronto para luego redirigir esos recursos a aquéllos que aún no han votado”.
Las autoridades electorales de los diferentes estados comunican a las campañas quién ha votado cada día, de tal manera que los candidatos pueden tachar nombres de la lista para concentrarse en gente que todavía no ha depositado su papeleta. Los votantes más fieles suelen requerir apenas un pequeño recordatorio para salir a votar, mientras que los menos propensos exigen que se les insista más.
De esta manera, en cada estado los candidatos deben hacer un “cálculo” basado en cuán propenso es un ciudadano a votar y a votar por el aspirante en cuestión y decidir qué hacer con los recursos disponibles, dice Gronke. “En California, por ejemplo, (un bastión demócrata) donde Clinton va muy por delante, no tiene mucho sentido para ninguna campaña invertir mucho en movilización”.
Michael McDonald, profesor de la Universidad de Florida y director del United States Elections Project (Proyecto Elecciones de EEUU), lleva uno de los recuentos más exhaustivos del voto por adelantado en el país. Advierte de que es difícil y arriesgado hacer predicciones del resultado final en base a la información disponible del voto por adelantado, especialmente, cuando falta tiempo para el día de las elecciones per se.
Cuando EL ESPAÑOL habló con él el martes, aseguró que los demócratas adelantaban a los republicanos en la Costa Este en estados clave como Maine, Virginia, Carolina del Norte, Florida y, al otro lado del país, Nevada. En Texas, el voto por adelantado se había disparado. Las buenas noticias para Trump venían del Medio Oeste, de estados como Ohio o Iowa. Con todo, McDonald no veía los esfuerzos de Trump con mucho entusiasmo. “Ahora mismo tiene un camino difícil por delante”, afirmó.