Fue comenzar el discurso inaugural y empezar a llover. Un símbolo de bendición, según un pastor protestante que participó en la investidura. El presidente número 45 había jurado el cargo sobre dos biblias, una de su madre y otra del histórico dirigente Abraham Lincoln.
Pero en su discurso con tintes de mitin, aunque auguró que los estadounidenses estarán “protegidos por Dios”, Donald Trump se centró en prometer a los presentes que los defendería del terrorismo, la globalización y las élites corruptas con una simple fórmula: “Estados Unidos, primero”.
“La protección nos conducirá a una gran prosperidad y fuerza. Lucharé por vosotros con cada aliento y nunca os decepcionaré”, afirmó con tono mesiánico a las masas concentradas en la Explanada Nacional de Washington DC, que aun así lucía muy distinta de aquel 20 de enero de 2008 cuando un mar de gente acogió al ahora expresidente Barack Obama.
Vestido de traje oscuro y corbata roja, el nuevo comandante en jefe del país más poderoso del mundo comenzó su intervención agradeciendo a los Obama su ayuda para hacer posible un traspaso pacífico de poder. “La ceremonia de hoy, sin embargo, tiene un significado especial”, aseveró, “estamos transfiriendo el poder de Washington DC de vuelta a vosotros, el pueblo”.
Trump pintó un panorama del mismo gris que el cielo de la capital estadounidense. Un cuadro plagado de fábricas cerradas, violencia, desigualdad y una clase política que ignora a sus ciudadanos. Afirmó que su nación defendía a otros países mientras fallaba a la hora de asegurar sus propias fronteras. Pero pronosticó un futuro glorioso para un Estados Unidos patriota y unificado: “Todo esto va a cambiar, empezando aquí y ahora, porque este momento es vuestro, os pertenece”.
El nuevo mandatario resumió su política económica con el eslogan “compra estadounidense, contrata estadounidense”. Dijo que buscará mantener buenas relaciones con otros países “pero entendiendo que toda nación tiene derecho a anteponer sus propios intereses”. Y divisó el fin del terrorismo islámico y la cicatrización de las heridas que dividen a la sociedad estadounidense. “Es hora de recordar ese viejo saber que nuestros soldados jamás olvidarán, que, aunque eres negro, marrón o blanco, todos sangramos la sangre roja de los patriotas”, comentó, probablemente para tranquilizar a aquellos que temen una Administración que persiga al diferente.
“Juntos haremos que Estados Unidos sea grande de nuevo. Gracias. Que Dios os bendiga y que Dios bendiga a Estados Unidos”. Aplausos. Más aplausos. Y por si el mensaje no había quedado claro, el republicano saltó luego a Twitter a repasar los puntos clave.
POPULISMO NORTEAMERICANO
“Trump es nuestro Brexit”, cuenta Bob, que viajó desde Virginia Occidental para ver la ascensión de su nuevo presidente. Se define como conservador, pero explica que su apoyo al magnate metido a político “se debe a que es el candidato más independiente que hemos visto en EEUU en años”.
“Su discurso ha sido muy claro, hay que pensar de nuevo en América. Me ha gustado”, valora su amigo Josh, venido de Nueva York, que por cierto trata de aprovechar el día para hacer publicidad de sus camiseta customizadas con la imagen del republicano. “Es una nueva mañana para nuestro país. Él tiene un plan, menos regulaciones y un muro para protegernos. Apuesto a que en un año ya habrá puesto la primeras piedras. Vamos a hacer Estados Unidos grande de nuevo”, zanja.
“Adiós Obama. Hasta nunca”, comentaban algunos al despegar el helicóptero presidencial cerca del Capitolio.
A pesar del mal tiempo y la amenaza de lluvia, miles de seguidores republicanos acudieron a la capital estadounidense abarrotando sus calles y los alrededores del National Mall, aunque el debate sobre si el nuevo presidente consiguió más público que Obama en sus inauguraciones está abierto y las imágenes dibujan escenas distintas.
Había mucha gente venida de otros estados, blancos en su mayoría. Fue la clase trabajadora blanca desencantada con el statu quo que le otorgó la victoria a Trump incendiada por su retórica populista.
La Explanada Nacional y los alrededores del Capitolio estallaron en aplausos y gritos cuando Trump hizo su entrada. Miles de personas siguieron la ceremonia a través de grandes pantallas repartidas por toda la zona, fuertemente controlada por medidas de seguridad en los accesos y presencia policial.
Su discurso ha sido muy claro, hay que pensar de nuevo en América. Me ha gustado
Primero llegó la primera dama, Melania Trump, que por ahora no se trasladará a Washington mientras el benjamín de la familia, Barron, termina el curso escolar. A propósito, Barron atrajo mucha atención durante la investidura porque no cesaba de bostezar y mostrar su cansancio. Luego llegaron Obama y Biden, que se tratan de “hermanos”. Después el vicepresidente, Mike Pence, y finalmente, Donald Trump.
El senador por Misuri Roy Blunt, que dirige la comisión parlamentaria para la investidura, hizo de maestro de ceremonias, que estuvo rodeada de oraciones antes y después del discurso inaugural. El primero en jurar el cargo fue Pence, que capitaneó el proceso de transición presidencial. Después, el presidente del Tribunal Supremo, John Roberts, tomó juramento a Trump. “Juro que ejerceré con fidelidad el cargo de presidente de los Estados Unidos”, recitó el republicano.
Numerosas personalidades acudieron a la ver cómo se escribía la primera página de este nuevo capítulo en la Historia de Estados Unidos. Los Clinton, que llevaban tiempo sin aparecer en público, hicieron acto de presencia para presenciar la investidura del rival de la ex secretaria de Estado. El expresidente George W. Bush y su mujer también comparecieron, otra de las parejas más poderosas de Estados Unidos. Incluso figuras de la izquierda como el Senador por Vermont Bernie Sanders, que se enfrentó en las primarias demócratas a Hillary Clinton, se dejaron caer.
Sin embargo, muchos rehusaron a participar en el acto, preocupados por que Trump divida aún más al pueblo estadounidense y consagre la retórica violenta que utilizó a lo largo de la campaña. Unos 60 congresistas demócratas se negaron a asistir a la ceremonia a modo de boicot. Las protestas erupcionaban en Washington mientras Trump saboreaba su momento de gloria. Y encontrar a alguien que cantara el himno nacional en un evento de tanto significado resultó una tarea difícil.
PATRIOTISMO COMO RECETA
A partir de ahora, el 20 de enero será el 'Día Nacional del Patriotismo'. Así lo decretó Donald Trump haciendo uso de sus nuevos poderes, que también aprovechó para facilitar la confirmación en el cargo de su fichaje para secretario de Defensa, James 'Perro Loco' Mattis, por ser un militar retirado hace menos de siete años.
Este día 20 ha sido largo pero grande para Trump. Comenzó el día con una ceremonia en la iglesia de St. John seguida de un encuentro en la Casa Blanca con el tándem Obama-Biden, familias incluidas. El ya exmandatario y su esposa recibieron al matrimonio republicano con los brazos abiertos y una sonrisa de oreja a oreja. Posaron todos juntos para inmortalizar el momento, Melania y Michelle abrazadas. Luego llegó toda la pompa y circunstancia de la investidura.
Y si bien la transición de poder se consumó, Obama no se fue sin dejar consejos y advertencias a su sucesor. En su discurso de despedida en Chicago la semana pasada, Obama alertó de que la democracia estadounidense estaba amenazada por enemigos como la tensión racial o la falta de tolerancia. En su rueda de prensa final el miércoles, agradeció a los medios su labor haciendo “preguntas difíciles” -posiblemente una pulla a Trump-, criticó a Rusia y le recomendó: “Asegúrate de que lo has pensado bien si vas a hacer grandes cambios políticos”.
Este viernes, desde Twitter, Obama aseguró que “no pararé, estaré con vosotros como ciudadano, inspirado por vuestras voces de verdad, justicia, buen humor y amor”. “Os pediré que creáis, no en mi capacidad para traer cambios sino en la vuestra. Creo en el cambio porque creo en vosotros”, aseguró.
Obama se despide con la aprobación de seis de cada diez estadounidenses pese a la polémica alrededor de su reforma sanitaria o las promesas que no llegó a cumplir. Por otro lado, las encuestas señalan que Trump, que ganó el Colegio Electoral pero no en número de votos, entra como el presidente más impopular en, por lo menos, las últimas cuatro décadas.
Hoy es un día histórico y hemos venido aquí a apoyar a EEUU
Su mayor desafío será convencer a los estadounidenses de que puede gobernar para todos y construir una sociedad inclusiva. Pero muchos son escépticos. Los activistas por los derechos humanos, por ejemplo, temen que Trump suponga un giro a peor para los derechos fundamentales en EEUU y el exterior. Los inmigrantes indocumentados contienen la respiración a la espera de que Trump decida qué hacer con sus vidas.
Y mientras los disturbios marcarán este día de enero -ya van 90 detenidos-, algunos piensan que la investidura de un presidente sigue siendo una jornada de orgullo para EEUU. “Hoy es un día histórico y hemos venido aquí a apoyar a EEUU”, comenta Kyle, que acude con sus amigos a la ceremonia. Ninguno quiere decir si acude como seguidor de Trump o sólo como curioso. “Somos amigos desde hace tiempo y queríamos disfrutar de esta jornada”.
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