El estilo de vida norteamericano está muy vinculado a la leche. Sólo es necesario echar un vistazo a sus series y películas para comprobar cómo el blanco elemento aparece en los desayunos, en los comedores escolares, durante las cenas y, por supuesto, a mitad de la noche, junto a unas galletas, como remedio para el insomnio familiar.
Sin embargo, en los últimos meses la leche no está ayudando precisamente a conciliar el sueño a los congresistas de EEUU, a punto de afrontar una dura batalla legislativa sobre qué puede venderse bajo este término y qué no. De trasfondo, un debate mucho más profundo, los cambios en los hábitos alimentarios de una sociedad que cada día se abre más a alternativas vegetales, teóricamente más sanas.
Este mes de marzo, el Instituto de la Buena Alimentación de Washington DC (Good Food Institute) ha presentado ante la Agencia de Alimentación y Medicamentos de los EEUU (FDA, sus siglas en inglés) una petición para acabar con el enfrentamiento que dura ya años entre el sector lácteo y las nuevas industrias productoras de bebidas vegetales. En concreto, demanda que se permita a estas últimas comercializar sus productos con "libertad de expresión", empleando la palabra "leche".
Esta solicitud llega en respuesta a una agresiva estrategia por parte de las compañías lácteas tradicionales, que han conseguido el respaldo de una buena parte del Congreso para intentar sacar adelante una ley que obligue a reservar ese sustantivo sólo para los líquidos extraídos de la ubre de una vaca.
La propuesta, impulsada el pasado diciembre por 32 diputados de ambos partidos, procedentes en su mayoría de grandes estados productores lácteos, pide a la FDA que ordene a los fabricantes de bebidas vegetales buscar otra denominación. La senadora Tammy Baldwin, de Wisconsin, y el diputado Peter Welch, de Vermont, -ambos demócratas-, encabezaron la conocida como Ley del Orgullo Lácteo, que pretende defender los productos originales contra “imitaciones y reemplazos de yogur, leche y queso”.
Estos políticos recordaron además que la FDA ya define la leche como un producto que proviene de una glándula mamaria, por lo que sólo esperan que la agencia federal haga cumplir sus propias normas. Sin embargo, desde el sector de las leches no animales, recuerdan que esa interpretación tan restrictiva llevaría a cambiar de arriba a abajo las estanterías de todos los supermercados. De hecho, el Instituto de la Buena Alimentación apunta que el pan, según la FDA, debe ser un producto procedente principalmente de harina de trigo, mientras que ahora se vende también de maíz o patata. También la mantequilla debe proceder en un 80% de la leche, cuando en EEUU se vende sin problemas la mantequilla de cacahuete.
Generalmente, añaden, en los diccionarios aparecen como segunda definición las otras variedades de estos derivados, por lo que piden no ser restrictivos en la interpretación.
DOS DÉCADAS DE BATALLA
Lo cierto es que la batalla de la leche empezó años atrás. En 2000, la Federación Nacional de Productores de Leche presentó ya una queja por el mismo motivo. Tres años antes, en 1997, la Asociación de Alimentos de la Soja de América pidió a la FDA que reconociera que 'soymilk' (leche de soja) es el nombre común y aceptado para esta alimento.
El debate va más allá de la leche y cuenta con otros precedentes. Cabe recordar la famosa guerra de la mayonesa, cuando Unilever demandó a una compañía de mayonesa vegana por usar el término "mayo" sin poner huevos en la salsa. En aquel caso, como en el actual, la cuestión de fondo se centra en el tipo de dieta americana y los intentos por cambiarla. Tras décadas de preponderancia de los productos animales, empiezan a calar los mensajes que pregonan los beneficios de un mayor consumo de vegetales. No sólo la leche está por lo tanto en el punto de mira. ¿Puede considerarse 'hamburguesa' un producto elaborado a partir de la soja? ¿Y el queso o el yogur?
Por supuesto, los EEUU están lejos de transformarse en un país vegano. Aquí la carne traspasa las tablas nutricionales para convertirse en un elemento vertebrador de la cultura nacional. No hay 4 de Julio sin barbacoa, fiesta sin chuletas, o desayuno sin salchichas y panceta. Además, el consumo cárnico está asociado fuertemente en este país a la masculinidad.
Pese a todo, los mensajes proclives a sustituir algunos productos animales por vegetales van ganando adeptos. Aunque no todos comparten esta visión.
Roger Clemens, doctor en Farmacología y Ciencias Farmacéuticas del Centro Internacional de Farmacia de la University of Southern California, descarta cualquier riesgo para la salud en el consumo de leche de vaca. “Las evidencias indican preponderantemente que es una buena o excelente fuente de muchos nutrientes beneficiosos para la salud humana”, explica a EL ESPAÑOL.
Sobre el debate terminológico, recuerda que “en los EEUU existe una norma de identidad para la leche” que la FDA no termina de hacer cumplir en el etiquetado de los productos lácteos. Tampoco los tribunales, añade, acaban de dar la razón a la industria animal. “En un caso similar en 2015, los productores de bebidas vegetales lograron un veredicto favorable. El juez dijo que ningún consumidor razonable confundiría la soja con la leche”, rememora.
¿NUTRE IGUAL LA LECHE VEGETAL?
En los últimos años, las estanterías de los supermercados dedicadas hasta entonces a la leche se han ido llenando de otras variedades como las leches de soja, almendra, anacardo, semillas, arroz, coco, pistacho, lino y un largo etcétera. Hace una década, los estadounidenses gastaban alrededor de mil millones de dólares en estas bebidas, cifra que se ha duplicado desde entonces. Por ejemplo, la venta de almendras creció un 250% de 2011 a 2015. La duda es si estos productos son realmente tan beneficiosos y comparables a la leche de vaca.
El doctor Clemens asegura que “para aquellas personas que prefieren patrones vegetarianos, estos productos pueden ser positivos”. “Sin embargo, los valores nutricionales difieren notablemente. Por ejemplo, la calidad de la leche de almendras es significativamente menor que la encontrada en la leche de vaca. La biodisponibilidad de nutrientes esenciales, como el calcio y el fósforo, también es menor”.
No obstante, lo cierto es que hay multitud de estudios con resultados y recomendaciones muy dispares. En cualquier caso, las ventas de leche convencional -que todavía son las dominantes- cayeron alrededor del 17%, hasta los 13.000 millones de dólares, en 2016, según datos de Euromonitor. Para intentar revertir la tendencia, la industria ha lanzado una campaña publicitaria con la etiqueta #GetReal, amén de la citada iniciativa legislativa.
Beth Briczinski es vicepresidenta de Alimentos Lácteos y Nutrición de la Federación Nacional de Productores de Leche. El pasado diciembre, cuando se presentó la propuesta de ley en el Congreso, hizo un tour por varios medios para explicar su postura. En una entrevista con la emisora nacional NPR, explicaba que usando la palabra “leche”, las firmas de bebidas vegetales “quieren que pensemos que ese líquido tienen las mismas cualidades nutricionales que la de vaca, por eso se etiquetan así y los colocan en el pasillo de los lácteos. Pero no son lo mismo en absoluto. Alguna de esas bebidas contienen poca proteína y calcio”.
TRUMP, CONTRARIO A REGULACIONES
Nancy Chapman, directora ejecutiva de la Asociación Soyfoods de Norteamérica, le respondía con una pregunta. “Si rompes un coco, ¿qué hay dentro? Leche de coco. La palabra leche, en la práctica, tiene un significado muy amplio”. Posteriormente, la cadena y la audiencia le corregían y le aclaraban que ese líquido se denomina "agua de coco", y que la leche de coco es un producto que se elabora con la pulpa de esta fruta. A la vista está que la discusión terminológica no siempre es sencilla.
En los próximos meses el Congreso será el encargado de resolver esta cuestión, y en esta ocasión, los partidos no tendrán una postura definida al respecto. Es más, aunque parezca contradictorio, el presidente Donald Trump puede jugar un papel de peso a favor de las industrias vegetales. A pesar de que los republicanos suelen asociarse a los valores ‘carnívoros’ de los EEUU más que con las tendencias de consumo orgánico y vegano, su rechazo a las regulaciones del mercado dificultan que salgan adelante nuevas leyes para controlar el sector. La promesa electoral, convertida en orden presidencial, es que por cada nueva regulación, desaparecerán dos ya existentes. Con este panorama parece que de momento, en este país, la leche también seguirá siendo será motivo de división.