Washington DC

El 'No a la Guerra' no tiene tanto tirón en Estados Unidos como en Europa. Por lo general, algunos sectores de la izquierda europea rechazan cualquier acción militar que realice el ejército estadounidense, como se ha visto en España con el bombardeo ordenado por Donald Trump sobre una base militar siria como represalia al ataque químico sobre la población al norte del país o el reciente uso de la 'madre de todas las bombas' en Afganistán contra terroristas del Estado Islámico.En cambio, a este lado del Atlántico, un conflicto bélico suele levantar, más que protestas, la reputación del inquilino de la Casa Blanca, por muy hundida que esté.

Al analizar los medios de comunicación más críticos con Trump se comprueba que cuando se debaten estas intervenciones, el rechazo hacia el magnate no es el mismo que cuando se abordan cuestiones domésticas, donde la oposición es más evidente.

También se puede echar un vistazo al barómetro de popularidad de FiveThirtyEight. Desde el bombardeo a Siria, el nivel de desaprobación del presidente ha caído un punto (del 53,8% al 52,4%), mientras el de aprobación ha escalado del 40,4% al 41,6%. Y eso a pesar de que estas medidas suponen un cambio radical en el modelo de política exterior que hasta ahora había esbozado el millonario.

“Existe una tendencia notable entre los estadounidenses a apoyar de manera más visible y verbal las acciones militares cuando los medios de comunicación y el gobierno las asocian a la lucha contra el terrorismo o campañas de genocidio. Sólo por comparación, varios presidentes modernos de EEUU con índices de aprobación muy pobres también lograron un amplio apoyo para ataques militares similares”, explica a EL ESPAÑOL Jim D. Taylor, profesor de Sociología de la Universidad de Ohio.

Según este experto, la popularidad de Ronald Reagan estaba por los suelos cuando autorizó los ataques aéreos contra Libia en 1986, tras lo que se reportó como el atentado 'terrorista' en una discoteca de Berlín. “Recibió apoyo público en masa”, apunta el sociólogo.

"Bill Clinton estaba envuelto en un escándalo sexual, con sus índices de aprobación muy bajos, cuando autorizó los ataques aéreos sobre Serbia en 1999. Se citó la política 'genocida' de Slobodan Milosevic para argumentar la acción. Hubo poco disenso", añade Taylor. "George Bush autorizó la operación de 'Tormenta del Desierto' contra Irak en 1991. Una vez más, el 'genocidio' y el 'terrorismo' fueron las excusas, más que el acceso y el control de los valiosos recursos petrolíferos. De nuevo, el público lo aprobó abrumadoramente”.

En este punto es llamativa la diferencia entre las sociedades europea y estadounidense. Tras el reciente bombardeo sobre Siria en represalia por el presunto ataque químico ordenado por Bachar al Asad contra su propio pueblo, partidos españoles como Izquierda Unida o Podemos y movimientos sociales afines criticaron la intervención militar.

En EEUU, la cosa es diferente. Una congresista demócrata por Hawái, Tulsi Gabbard -que se reunió con Asad a principios de este año-, se atrevió a declarar en la CNN que era “escéptica” sobre la autoría del ataque con armas químicas que mató a más de 80 civiles en Siria, pidiendo pruebas antes de acusar a nadie.

Esto a pesar de que las autopsias de los fallecidos confirmaron que el uso de gas sarín y de que el secretario de Estado, Rex Tillerson, aseveró sin "ninguna duda" que Asad era el responsable. Las críticas le llovieron. Ni sus compañeros de filas se cortaron a la hora de desautorizarla e, incluso, pedir a los ciudadanos de Hawái que la sacaran de la Cámara de Representantes. "Esto es una desgracia. Gabbard no debería estar en el Congreso", tuiteó el expresidente del Comité Nacional Demócrata, Howard Dean.

A su juicio del sociólogo de la Universidad de Ohio, “una razón por la que el apoyo a estos ataques en EEUU ha permanecido tan alto es que los medios de comunicación, así como el Gobierno, han asociado estas respuestas militares con represalias "justificables" contra la tiranía, el genocidio y el terrorismo, con relativo éxito”.

BUENA IMAGEN DEL EJÉRCITO

Además, influye que la juventud de los EEUU y la ausencia de grandes conflictos armados -“sólo dos grandes revoluciones en los últimos 250 años”- mantiene una buena imagen pública del ejército. “No ha habido ninguna revolución o guerra civil importante desde 1865. No ha habido notables revoluciones violentas o golpes políticos para cambiar drásticamente el equilibrio de poder en más de 150 años. Esto ayuda a crear una percepción de legitimidad de los militares y sus acciones, incluso cuando el presidente no cuenta con la aprobación popular”.

Las protestas por las acciones militares recientes han sido pequeñas en número y se dirigen más a desafiar la autoridad de Trump.

Por ello, según este experto, las protestas se limitan “a pequeñas bolsas de pacifistas y movimientos anti-guerra que rodean cada uso de la fuerza militar en el país, y que suelen centrarse en universidades y centros políticos de alto perfil”. De hecho, constata que las protestas por las acciones recientes “han sido pequeñas en número y una verdadera minoría” y van más dirigidas a “desafiar la legitimidad y la autoridad del presidente Trump que a cuestionar la legitimidad de una acción militar contra Assad y Siria”.

LA RESISTENCIA, CONTRA ASAD

Dina Potter es una activista del movimiento denominado de Resistencia contra la administración republicana, que coordina un grupo respuesta rápida anti-Trump a través de un grupo de Facebook y un podcast en español e inglés, somoschangemakers.org. Pese a lo combativas que se han mostrado estas movilizaciones desde la llegada del magnate al poder, parece que en este asunto hay otras variables en juego.

“Es cierto que un ataque militar del Gobierno a veces es celebrado, como por ejemplo lo que ocurrió contra Asad. Tras ver cómo atacaba a su propia población con armas químicas pues, obviamente, nadie está de acuerdo con eso. La gente tiene humanidad y se tienta el alma y dice que eso no debería ocurrir”, comenta la activista a EL ESPAÑOL.

Esto no quita para que Potter advierta de que desde los grupos de ‘resistencia’ “llama la atención que todo esto coincidencia con que la investigación sobre las conexiones entre Rusia y el equipo de campaña electoral de Trump avanza". "De hecho, el presidente avisó del bombardeo en Siria antes a los rusos para al Congreso. Eso no sienta bien a nadie, especialmente a la gente informada. Muchos lo ven como una herramienta para desviar la atención”, avisa.

En los grupos de 'resistencia' a Trump llama la atención que las acciones militares coincidan con la investigación en curso sobre las conexiones con Rusia del equipo del presidente.

En este sentido, el profesor de la Ohio University recuerda que “históricamente, oponerse o cuestionar la legitimidad de la acción militar de EEUU ha sido una posición minoritaria, aunque cada ataque importante desde la Guerra Revolucionaria Americana a finales de la década de 1770 han visto grupos de resistencia y disidencia limitados”.

“No fue hasta la marea tumultuosa de los años '60, cuando los activistas de derechos civiles combinaron sus fuerzas con los manifestantes de la guerra de Vietnam, dando paso a una importante alza en los sentimientos anti-guerra y anti-militares y las protestas”, apunta el experto. Y parece que EEUU no está por ahora en un punto similar.