Tras siete años prometiendo vendetta, los republicanos han logrado aprobar por los pelos -con 217 votos a favor y 213 en contra- un plan para sustituir la reforma sanitaria de Barack Obama en la cámara baja del Congreso de EEUU.
Esto supone un ansiado triunfo para Donald Trump, que blandió la derogación y sustitución de Obamacare como uno de los estandartes de su campaña electoral. Pero la medida pasa ahora al Senado, donde se espera que se tope con serios problemas.
La votación de este jueves sigue a dos intentos fallidos de impulsar un plan sanitario republicano durante los primeros 100 días de la nueva Administración por falta de consenso entre los legisladores del partido gobernante.
A principios de marzo los líderes de la formación presentaron el American Health Care Act (AHCA) para reemplazar el plan de Obama, que ha dotado de cobertura sanitaria a millones de estadounidenses si bien algunos han visto sus pólizas encarecerse.
El proyecto conservaba elementos del plan demócrata, como prohibir a las aseguradoras de discriminar en base a condiciones médicas preexistentes, pero eliminaba la obligación de tener seguro médico y reducía las ayudas públicas.
En diez años el plan hubiera dejado sin cobertura médica a 24 millones de estadounidenses y reducido el déficit en 337.000 millones de dólares de haber salido adelante, según la Oficina Presupuestaria del Congreso.
Pese a llevar años esperando una oportunidad de oro con el Legislativo y el Ejecutivo bajo su control, no todo el Partido Republicano cerró filas en torno a la propuesta de reforma sanitaria respaldada por la Casa Blanca.
Republicanos moderados y conservadores expresaron su rechazo, los primeros por miedo al efecto que la medida podía tener en sus electores menos pudientes y los segundos porque veían excesivas reminiscencias del sistema que habían jurado eliminar.
Temiendo una vergonzosa derrota propiciada por sus propios congresistas, Trump pidió a los líderes republicanos en la Cámara de Representantes que retiraran la propuesta para probar suerte cuando se dieran mejores pronósticos. “Este no es el final de la historia”, alertó entonces el presidente de la cámara baja, Paul Ryan.
Trump lo intentó de nuevo en la recta final de sus primeros 100 días como presidente, pero tuvo que renunciar ante el rechazo que la propuesta seguía generando entre sus compañeros de partido y el riesgo de que desencadenara una interrupción de los servicios públicos por negativa de los demócratas a mantener la financiación a la Administración a modo de represalia.
El miércoles, sin embargo, los dirigentes republicanos anunciaron que tenían los votos necesarios para sacarla adelante -sin esperar a que la Oficina Presupuestaria del Congreso emitiera un nuevo análisis de impacto. “¡Vamos a aprobarla!”, afirmó Kevin McCarthy, líder del grupo republicano en la Cámara de Representantes. “¡Seamos optimistas!”.
La última versión de la medida indica que no se permitirá a las aseguradoras restringir el acceso a cobertura médica en base a dolencias preexistentes. Sin embargo, según los expertos, muchos clientes de alto riesgo podrían no permitirse un seguro bajo la nueva ley.
“Ninguno de los retoques cambia el serio daño a los pacientes y al sistema sanitario que provocará AHCA si es aprobada”, señalaba el miércoles Andrew W. Gurman, presidente de la Asociación Médica Estadounidense. “Las modificaciones propuestas son ajustes marginales y no solucionan el problema fundamental de la ley: que millones de estadounidenses perderán su seguro como consecuencia directa de esta medida”.
La ley proporciona a los estados más de 100.000 millones de dólares para subvencionar la cobertura sanitaria de sus habitantes. Una nueva enmienda para añadir 8.000 millones más para ayudar a cubrir los gastos de personas con condiciones preexistentes logró desbloquear el impás e inspiró a los republicanos a llevar su plan a votación este jueves.
Pero hay quien pone en duda, sin embargo, que esos 8.000 millones extra realmente signifiquen algo. El laboratorio de ideas progresista Center for American Progress calcula que esos 8.000 millones sólo servirían para subsidiar la cobertura sanitaria de 76.000 personas.
“Es como dar un antitusivo a alguien que tiene cáncer en fase 4”, denunció el líder de los demócratas en el Senado, Charles Schumer.
Las revisiones tampoco han convencido a una veintena de republicanos que este jueves han votado en contra de la cúpula del partido y del propio presidente.
En el Senado -donde la ventaja de los republicanos es de 54 frente a 48- varios senadores del partido gobernante han mostrado reservas hacia Trumpcare.
“Estoy deseando revisar cuidadosamente la legislación aprobada por la Cámara [de Representantes] para derogar y sustituir Obamacare”, ha tuiteado Lindsey Graham, senador republicano por Carolina del Sur, tras la votación.
Graham también ha pronosticado que el plan de Obama se caerá por sí solo y ha aseverado que tal vez esa sea la manera de lograr que republicanos y demócratas trabajen juntos para reformar el sistema de salud.
Por su parte, cuando el Partido Republicano desveló su propuesta inicial, el senador por Ohio Rob Portman -cuyo estado expandió el programa público Medicaid bajo el plan de Obama- advirtió de que intentar apresurarse era una mala idea.
“Es más importante lograr finalmente una reforma sanitaria que hacerlo rápido”, afirmó.