A punto de ‘cerrar’ por vacaciones el ala oeste y trasladar la actividad política a su campo de golf de Bedminster, en Nueva Jersey, la Casa Blanca se afana en negar por activa y por pasiva que exista caos alguno en la nueva administración republicana. Este mantra de que todo va como la seda lo llevan repitiendo casi desde que Donald Trump ocupó la Presidencia en enero, si bien la reciente y repentina salida de Anthony Scaramucci, que ha durado sólo diez días como director de comunicación, ha evidenciado que el magnate sigue sin configurar un equipo de asesores que siga sus indicaciones a su gusto o que soporte dar la cara por él.
Scaramucci ha sido el último de una lista de hasta diez cadáveres políticos que el millonario ha dejado tras de sí en sólo seis meses de mandato. El puesto que más renuncias y destituciones acumula es precisamente el de director de comunicación de la Casa Blanca, quizá por ser uno de los frentes más complicados de defender con un presidente que va por libre, vía Twitter, en este campo.
Este peculiar financiero de Wall Street llegó al cargo hace apenas dos semanas, con la intención de reconducir la situación y erigirse como el mejor defensor de la agenda de Trump ante los medios. Sin embargo, pronto trascendió que su carácter poco institucional y sus rivalidades internas con el resto de asesores presidenciales lo convertirían en el más controvertido de los altos cargos de la era Trump, por el momento.
Antes de ser despedido protagonizó un enfrentamiento con un periodista del New Yorker en el que además de usar un lenguaje de lo más soez, arremetió contra otros asesores del presidente y evidenció que no está capacitado para llevar la relación con unos medios que, en su mayoría, no son afines a las políticas de Trump.
Daños colaterales
Su salida se produjo a instancias del nuevo jefe de personal de la Casa Blanca, el general John F. Kelly, ex secretario de Seguridad Nacional, quien fue nombrado el 28 de junio para sustituir a Reince Priebus, otra de las víctimas del comandante en jefe, que tras seis meses en el puesto renunció tras un enfrentamiento público con Scaramucci. Éste último, antes de caer en desgracia, lo vinculó con las filtraciones que sufre la Casa Blanca y de las que el presidente lleva meses quejándose y que, por otro lado, continúan produciéndose a día de hoy.
Priebus duró sólo una semana más que el ex secretario de Prensa, Sean Spicer, una figura vinculada durante años al Partido Republicano. Spicer, que ha tenido que salir a la palestra en repetidas ocasiones a intentar defender las decisiones más controvertidas y polémicas de Trump, se opuso firmemente a la elección de Anthony Scaramucci como director de comunicación. El magnate no escuchó su queja, lo que se tradujo en su dimisión. No obstante, desde hacía meses se rumoreaba en Washington que los días de Spicer en la Casa Blanca estaban contados.
Otra estrecha colabordora de Priebus, la ex subdirectora del personal Katie Walsh, también abandonó la Casa Blanca apenas nueve semanas después de llegar para dirigir America First, un grupo ajeno al gobierno pero proclive a Trump.
Otro que saltó del barco fue Walter Shaub, ex director de la Oficina de Ética Gubernamental, quien renunció a principios de este mes. Llegado al cargo en 2013, debía continuar al menos hasta enero de 2018. Sin embargo, sus quejas por la forma en que Trump pretendía desligarse de sus negocios privados mientras ocupaba la Presidencia aceleraron su salida. Este abogado de profesión criticó con dureza el conflicto de intereses que a su juicio se planteaba en la Casa Blanca con la llegada del magnate, así como la forma en que Kellyanne Conway hizo publicidad de los productos comerciales de Ivanka Trump usando su puesto sin que fuera sancionada.
Aglomeraciones en la puerta de salida
El pasado mayo le tocó a Michael Dubke, quien también ocupó el difícil puesto de director de comunicación. Duró de febrero a mayo, cuando dejó el cargo alegando motivos personales y de otro tipo que nunca aclaró. Este empresario de la publicidad no había participado en la campaña electoral por lo que los medios especularon con que Donald Trump nunca llegó a confiar plenamente en él ni a considerarlo parte de su equipo más leal.
También en aquel mes se produjo uno de los despidos más sonados en la administración Trump, el del hasta entonces director del FBI, James Comey, que estaba llevando a cabo la investigación sobre la posible interferencia de Rusia en las pasadas elecciones de 2016. Fue destituido por el presidente provocando una de las mayores crisis que ha encarado la Casa Blanca en lo que llevamos de año. No en vano, destituir a directores del FBI es algo muy inusual en EEUU. De hecho, sólo existe un precedente, en 1993, cuando Bill Clinton cesó a William S. Sessions.
Unos meses antes, en febrero, era el recién nombrado consejero de Seguridad Nacional, Michael Flynn, quien renunciaba después de ocupar el cargo menos de un mes. Esta salida exprés destapó nuevas revelaciones sobre la trama rusa y sobre las conexiones que el equipo de campaña del magnate había mantenido con representantes del Kremlin.
Flynn habría engañado supuestamente al vicepresidente Mike Pence y a otros funcionarios de la administración al negar que durante sus conversaciones con Sergey Kislyak, embajador de Rusia en Estados Unidos, hubiera tratado las sanciones del gobierno de Obama contra Moscú.
Despidos en Justicia
Por un motivo bien diferente fue despedida Sally Yates, la fiscal general en funciones que Trump se encontró en el puesto cuando llegó a la Casa Blanca. Nombrada por el ex presidente Barack Obama, duró apenas diez días, ya que se negó a implementar el veto migratorio impuesto a personas procedentes de países de mayoría musulmana, por considerar aquella orden ilegal.
También en el terreno judicial el presidente despidió en marzo a Preet Bharara, ex fiscal del Distrito Sur de Manhattan y considerado el ‘sheriff’ de Wall Street, cuando éste se negó a presentar su renuncia al fiscal general Jeff Sessions. Su salida vino acompañada de la de buena parte del equipo legal de la era Obama.
La lista de deserciones y despidos promete continuar. En el punto de vista del presidente está también el secretario de Justicia, Jeff Sessions, al que ha atacado duramente a través de su cuenta de Twitter, acusándole de haber tomado “una posición muy débil ante los delitos de Hillary Clinton”.
Sessions se queda... de momento
La pasada semana trascendió que el presidente había consultado con sus asesores sobre la posibilidad de despedirle y el motivo, según publican los medios norteamericanos, es que Sessions decidiera apartarse de la investigación sobre la posible intromisión de Rusia en la pasada campaña electoral, dejando vía libre al nombramiento del fiscal especial Robert Mueller para conducir las pesquisas sobre una posible obstrucción a la justicia por parte de Trump. Por cierto que la idea de destituir a Mueller también ha estado sobre la mesa del presidente, según desveló un periodista cercano al comandante en jefe.
De momento, la Casa Blanca aclaró ayer que no se esperan más cambios en el equipo del presidente y que, de hecho, el magnate “confía al 100 por cien” en Sessions, por lo que parece que el presidente no va a abrir nuevos frentes a corto plazo.
Tras un arranque de mandato complicado, parece que Trump podría estar calmando las aguas para evitar nuevas tormentas durante este mes en el que, presumiblemente, se va de vacaciones. Aunque todavía no hay confirmación oficial de las fechas, la revista Newsweek publica que podría estar planeando marcharse dos semanas y media, a pesar de haber reclamado al Congreso que siga trabajando en Washington hasta que solucionen el bloqueo a su reforma sanitaria.
La pista para destapar las fechas del viaje del presidente la ha dado la Administración Federal de Aviación, cuyos registros sugieren que Trump planea marcharse a su campo de golf de Bedminster, Nueva Jersey, del 3 al 20 de agosto, periodo durante el que se han anunciado restricciones temporales de vuelo en el área, una medida que se toma cuando está el magnate está presente.
Vacaciones agitadas en New Jersey
En cualquier caso, si la intención era disfrutar de unas vacaciones tranquilas, la cosa se le va a complicar al presidente. Este mismo martes el Washington Post revelaba que Trump intervino directamente para defender a su hijo Trump Jr. por su implicación en el escándalo ruso, dictándole personalmente un comunicado que contenía declaraciones falsas para que lo difundiera a los medios, explicando sus reuniones con una abogada rusa que iba a facilitarle información negativa sobre Hillary Clinton.
La pelota de nieve del ‘Rusiangate’ sigue ganando volumen y no parece que vaya a ir a menos a pesar de las altas temperaturas de este agosto que promete no dar descanso a los Trump ni siquiera en su retiro de Nueva Jersey.