Stephen Paddock, 64 años, era un acaudalado jubilado con negocios inmobiliarios. Le gustaban las apuestas, la música country y la caza. Quizá por todo eso se había mudado a Las Vegas, ciudad en la que vivía desde 2015. Concretamente, en Mesquite un popular suburbio a una hora de la ciudad de los casinos en la que viven otros jubilados y aficionados al golf.
La Policía de la ciudad de Nevada ha encontrado algunas armas y municiones en su hogar. "Es una casa bonita, limpia, sin nada fuera de lo normal", asegura el portavoz policial Quinn Averett, que resta importancia al hallazgo de pistolas en una zona en la que lo extraño es no tener licencia de armas. No tenía antecedentes al margen de alguna infracción de tráfico, según Reuters.
Su familia tampoco se explica cómo Stephen Paddock se ha convertido en el responsable de la masacre de la noche del domingo en Las Vegas. “Estamos conmocionados, perplejos y horrorizados. No tenía ningún secreto ni nada extraño. No tenemos ni idea de cómo Steve acabó haciendo esto”, ha comentado un familiar de forma anónima al Washington Post.
“Esto” es el tiroteo más sangriento en la historia reciente de EEUU, con más víctimas que el ataque en el club gay de Orlando en verano de 2016. El último balance oficial habla de 59muertos y más de 500 heridos.
Según la versión oficial ofrecida por la Policía de Las Vegas, Stephen Paddock la emprendió a tiros contra los miles de asistentes a un festival de música, Route 91, sobre cuyo escenario cantaba el artista country Jason Aldean. “De pronto estaba todo lleno de sangre por todos lados”; “todo era histeria: había gente pisoteada y todos corríamos para salvar nuestras vidas”. En un principio, algunos de los asistentes confundieron los tiros con fuegos artificiales. Segundos después, el pánico hacía que ni siquiera supieran de dónde venían los disparos.
La última bala
La Policía encontró el origen de los disparos minutos después de que estallara el tiroteo, pasadas las 10 de la noche. Una ventana rota en el piso 32 del Mandalay Casino delató a Stephen. Desde allí disparó una interminable ráfaga de tiros con un arma automática que acabó con la vida de decenas de personas al instante. Los agentes del SWAT lo encontraron muerto poco después, cuando se disponían a irrumpir en su habitación para neutralizarlo. Paddock se reservó la última bala tras vaciar su cargador de forma indiscriminada contra el público del concierto.
Mientras las autoridades rastrean a fondo en la aparentemente anodina vida del jubilado e interrogan a su pareja, el FBI ya ha descartado que el tiroteo sea un atentado terrorista. Por su parte, la CIA ha pedido no llegar todavía a conclusiones y el presidente Trump se ha limitado a condenar y lamentar el ataque sin hacer mención alguna a las posibles motivaciones de Paddock.
Fiel a su proceder habitual, el Estado Islámico ha utilizado sus agencias de propaganda para asumir la autoría del ataque. En un primer comunicado emitido sólo horas después de la masacre, el grupo terrorista aseguraba que uno de sus soldados había llevado a cabo la tragedia y poco después daba más detalles: Sthepen Paddock se habría convertido al islam hace sólo unos meses. Sin aportar pruebas, el grupo terrorista dice que el nombre de Paddock es “Abu Abd Abdulbar al-Ameriki” y que realizó un “riguroso” estudio del lugar del ataque antes de actuar siguiendo órdenes de Al Bagdadi.
A pesar de la insistencia del ISIS, el modus operandi no cuadra con las últimas acciones terroristas del califato en Europa. “No puedo recordar ahora ningún ataque yihadista en que el autor se pegara un tiro tras el atentado”, apunta Paul Cruickshank. Este analista de terrorismo de la CNN subraya que los yihadistas distinguen claramente entre la muerte como consecuencia del “martirio” de cometer un atentado -inmolarse, como el terrorista del Manchester Arena- y el suicidio, algo prohibido por el Islam.
¿Soldado del califato?
Otros expertos en yihadismo tampoco se creen la reivindicación del ISIS este lunes y lo achacan a la “desesperada necesidad de llamar la atención” del grupo terrorista. Además, el caso de Stephen recuerda a otro que ocurrió en circunstancias similares y que el Estado Islámico también se apresuró a reivindicar.
El pasado mes de junio, 36 personas murieron asfixiadas en un casino de Manila (Filipinas). No era un “soldado del Califato”. El hombre que se atrincheró en la habitación del hotel era en realidad un ludópata de 42 años acuciado por las deudas. ¿Podría haber sido la misma motivación que la del jubilado de Las Vegas?
Hasta ahora la investigación no ha arrojado ninguna pista oficial sobre las posibles razones de la ira asesina de Stephen Paddock. A pesar del hallazgo de varias armas, tanto en su casa como en la habitación del hotel desde la que acribilló a la multitud, su círculo más cercano niega que fuera un fanático de las armas.
El estado de sus finanzas puede ser la pieza que ayude a completar el rompecabezas. Según la NBC, en las últimas semanas había gastado grandes sumas de dinero en una de sus mayores pasiones: el juego. Hasta 30.000 dólares según las transacciones a las que ha tenido acceso la cadena estadounidense. No está claro si fueron pérdidas o ganancias.
La agencia Associated Press va más allá y asegura que Paddock era directamente multimillonario gracias a las ganancias que le reportaban sus inversiones inmobiliarias. Su hermano Erick ha rechazado de plano que Steve fuera un hombre problemático: "Pasaba de la política, la religión y todo eso. Era un tipo con dinero al que le gustaba apostar", ha declarado ante las preguntas de los periodistas en su casa de Orlando. Tampoco cree que un agujero en su cuenta bancaria le pueda haber llevado a cometer la masacre: "La familia podía haberle ayudado con eso".