¿Por qué? Es la pregunta que centra todos los esfuerzos de la Policía de EEUU tres días después de la peor masacre en su historia reciente. 59 personas perdieron la vida y más de 500 resultaron heridas tras un tiroteo en un concierto de country en Las Vegas.
Tras descartar por completo cualquier conexión terrorista, la investigación se centra ahora en conocer las motivaciones que llevaron a Stephen Paddock a acribillar a tiros a miles de personas desde la suite de su hotel.
En la desesperada búsqueda por respuestas, la Policía tiene todas las esperanzas puestas en el testimonio de Marilou Danley, pareja de Paddock que ha regresado de Filipinas para ser interrogada por el FBI. Interesa especialmente una transferencia de 100.000 dólares que recibió el mes pasado de su pareja.
Al margen de seguir el rastro del dinero y bucear a fondo por la vida de este millonario aficionado a las apuestas, las autoridades sí tienen claro una cosa: Stephen Paddock no improvisó. Su plan asesino estaba calculado al milímetro.
"Por el tipo y la cantidad de armas en ese cuarto, estoy seguro que él premeditó todo lo que hizo", dijo este martes el sheriff Joseph Lombardo, de la Policía Metropolitana de Las Vegas. En la suite del piso 32 del hotel Mandalay los agentes encontraron un verdadero arsenal.
En total, 23 armas en la habitación más 19 en su casa, así como explosivos. En concreto, se trataba de rifles automáticos armas estilo AR-15 y AK-47, y cientos de municiones. Para ser más 'efectivo', Paddock modificó doce de sus armas para convertirlas en automáticas y estuvo disparando entre 9 y 11 minutos.
El alguacil adjunto del condado de Las Vegas, Kevin McMahill, ha especificado que trucó 12 de sus armas con dispositivos en las culatas para poder abrir fuego de manera completamente automática y disparar municiones contra la multitud a un ritmo más rápido.
Además, Paddock instaló cámaras de seguridad en las cercanías de su lujosa habitación para controlar todos los movimientos para
Así vio un policía el tiroteo
En este vídeo grabado por la cámara que llevaba un policía en su casco grabó el momento del tiroteo. Desde un punto alejado espera a que acabe una de las ráfagas para pedir a las personas que se encontraban en un edificio cercano que se echen al suelo. El tirador inicia una nueva ráfaga y los agentes se agazapan. Una y otra ráfaga y los agentes poco podían hacer. Era imposible saber en qué momento volvería a disparar.