“Somos como grandes jarrones chinos en apartamentos pequeños. No se retiran del mobiliario porque se supone que son valiosos, pero están todo el rato estorbando”. Felipe González describía con esta frase el papel que a menudo juegan los expresidentes de Gobierno en nuestro país. En Estados Unidos, la tradición política y la idiosincrasia hacen que los expresidentes permanezcan casi siempre en un discreto segundo plano y no suelen intervenir ni opinar sobre la situación política tras dejar la Casa Blanca.
Esta buena costumbre está empezando a ser historia en los EEUU de Trump. El presidente no lleva ni un año al mando en el Despacho Oval, pero en sólo 24 horas ya ha logrado un nuevo récord: dos expresidentes, George W. Bush y Barack Obama, han saltado a la escena política para criticar de forma implícita al magnate republicano.
“Nuestra democracia está en peligro”, advirtió el expresidente demócrata en un mitin este jueves en Newark. Obama apadrina en la campaña a Phil Murray, que aspira a suceder al gobernador republicano Chris Christie en el estado de Nueva Jersey. Con este aviso quería arengar a las bases de su partido, que aún trata de recuperarse de la derrota de Hillary Clinton en las presidenciales: “No podéis dar esta elección, o ninguna por ganada. No sé si os habéis dado cuenta de eso”.
Es la primera vez que Barack Obama volvía a un acto electoral desde que abandonó la Casa Blanca tras dos mandatos y las referencias a la gestión de Donald Trump se sucedieron una tras otra, aunque siempre sin mencionarle de forma expresa: “Si tienes que ganar una campaña dividiendo a la gente, no serás capaz de gobernarles ni de unirles luego”.
Horas más tarde, el expresidente se trasladó hasta Richmond, en el estado de Virginia, donde Ralph Northam aspira a suceder a su compañero demócrata Terry McAuileff. De nuevo sobre el atril, Obama sacó pecho de su legado, en constante peligro de derribo por el empeño personal de Donald Trump. Sus palabras, además de animar a la movilización y al voto, buscaban en todo momento advertir de las divisiones sociales, raciales y económicas a las que se enfrenta el país bajo la actual administración. “No podemos caer en las viejas políticas de división que hemos tenido hace años. Estamos en el siglo XXI no en el XIX, ¡Vamos!”.
De forma casi simultánea el expresidente George Bush también cargaba contra Donald Trump aunque, de nuevo, tampoco lo mencionó de forma directa. "La intimidación y el prejuicio en nuestra vida pública marca el tono nacional, da permiso para la crueldad y la intolerancia y pone en peligro la educación moral de los niños", advirtió en una conferencia en Nueva York. Sus palabras contra la política del actual inquilino de la Casa Blanca cobran importancia si tenemos en cuenta que es Bush es republicano y que además guardó un silencio sepulcral durante la era Obama.
Disfrutando del segundo plano
Hasta ahora, el expresidente Obama había evitado dentro de lo posible pronunciarse sobre las decisiones de Donald Trump. Al margen de entrevistas y comunicados puntuales, Obama ha mantenido un perfil bajo aunque nunca muy alejado de la política. “Está disfrutando del segundo plano, reflexionando y disfrutando de su familia y de sus amigos”, cuenta su exasesora Valerie Jarret. Sus esfuerzos por mantenerse al margen están dando paso ahora a intervenciones como la de este jueves en las que Obama quiere dejar claro que no quiere ser un ‘jarrón chino’ mientras Trump destruye su gestión y le ataca al mismo tiempo.
Al margen de ser la única figura del partido demócrata que insufla optimismo en las bases, la agenda del expresidente sigue muy activa. Especialmente a finales de este mes de octubre. El día 31 Obama centrará la atención con el arranque de la primera cumbre mundial de su fundación, que contará con la presencia de destacados líderes mundiales. Desde el príncipe Harry, hasta Matteo Renzi, entre otras personalidades, acompañarán al expresidente en esta nueva ocasión para demostrar su tirón mediático y capacidad de liderazgo.