Primera gran derrota electoral para Donald Trump justo cuando se cumple este miércoles un año de su inesperada victoria en las presidenciales de EEUU. Los republicanos han perdido los comicios para gobernador celebrados este martes en los estados de Nueva Jersey, donde los demócratas han logrado una ventaja de más de 13 puntos, y de Virginia, donde la contienda ha estado más reñida, pese a lo que la distancia es de más de ocho puntos.
La Alcaldía de Nueva York también ha quedado en manos demócratas al ser reelegido Bill de Blasio (66,5% de apoyos), lo que permite al partido verse reforzado tras la amarga derrota vivida el pasado noviembre.
Como es habitual en el sistema americano, coincidiendo con el aniversario, se celebran distintos comicios, siendo la votación más importante la de Virginia. El caso de este último estado es especialmente relevante ya que sirve para medir el grado de apoyo de las bases republicanas al partido conservador desde la llegada del ‘terremoto’ Trump a la Casa Blanca.
Con el ruido de fondo de las investigaciones sobre la supuesta interferencia rusa en las pasadas presidenciales y el debate sobre el control de armas abierto de nuevo por el tiroteo de Texas, las urnas abrieron el martes, con la atención mediática puesta en si los conservadores iban a ser capaces de mantener la ventaja que mostraron hace 12 meses o si se verían castigados por los escándalos y las decisiones políticas del presidente. Las encuestas daban casi por seguro que Nueva Jersey pasaría a manos demócratas (y así ha sido), mientras que en Virginia, actualmente azul, la cosa estaba más reñida pero finalmente ha permanecido bajo control de los demócratas.
El conservador derrotado en Virginia es Ed Gillespie (45,1%), puro establishment: exmiembro del Comité Nacional Republicano, con experiencia en los grupos de presión de Washington y, curiosamente, el aspirante que plantó cara al favorito de Trump durante las primarias del partido.
Pese a no ser de la cuerda del magnate inicialmente, luego ha asumido como propia su retórica y mensajes populistas. Frente a él, Ralph S. Northam (53,7%), actual vicegobernador, médico y veterano del ejército, que finalmente ha logrado la victoria.
Trump, de gira en Asia, no tardó en reaccionar desvinculándose de la derrota y recordando que Gillespie no es su candidato, selañando en un tuit que aunque "trabajó duro" pero representa lo mismo que él.
No en vano, durante toda la campaña, Trump no ha participado en ninguno de los mítines ni actos de sus candidatos ni en Nueva Jersey ni en Virginia, y eso que que desde que los republicanos eligieron aspirante en primarias, el presidente ha pasado por este último estado hasta en 15 ocasiones.
Pese a esta aparente distancia política con el presidente, Gillespie había adoptado su mensaje retórico, con fuertes ataques a la inmigración ilegal, especialmente en los anuncios electorales para televisión, cuando curiosamente antes de ser candidato se mostraba mucho más integrador en esta materia. También prometió mantener los monumentos confederados, oponiéndose a la corriente revisionista que recorre el país, lo que llevó a su rival Northam a vincularlo con los supremacistas blancos.
En definitiva, una estrategia que el ex asesor de la Casa Blanca Steve Bannon ha llegado a calificar como “Trumpismo sin Trump".
Virginia se mantiene finalmente como territorio demócrata y lleva sin estar bajo el control republicano desde 2009. De hecho, en las pasadas presidenciales, Hillary Clinton sacó más de cinco puntos de ventaja a Trump, cuyos índices de popularidad aquí no llegan al 40%.
El resultado puede tener consecuencias sísmicas, con elecciones nacionales el próximo año para renovar parcialmente las cámaras. Los más críticos en el partido conservador pueden atribuir la derrota a la baja popularidad del presidente en los sondeos y, posiblemente, se van a reactivar las candidaturas de aspirantes alternativos a Trump a las presidenciales de 2020, que ya empezaron a moverse hace meses.
Los grandes beneficiados son los demócratas, que reciben al fin una alegría tras un duro año de oposición sin un liderazgo claro, y que encaran en mejores condiciones los comicios de 2018.
Pero en el lado republicano, no sólo se la jugaba directamente el presidente. En los comicios de Virginia también se ponía a prueba el ‘trumpismo’, es decir, el mensaje populista que llevó al magnate al Despacho Oval.
Dudas en torno al 'trumpismo'
El respaldo presidencial al candidato derrotado llegó básicamente por Twitter, donde el magnate ha jugado la baza de la seguridad. Este mismo martes, Trump, de viaje oficial por Asia, recordaba a los votantes de Virginia que sólo Gillespie podía acabar con el crimen y las bandas organizadas. Pero parece que los votantes no han pensado lo mismo.
Virginia sirve también para medir otros indicadores, ya que este estado es una réplica a pequeña escala de la situación general del país. Aquí conviven zonas residenciales y rurales, tradicionalmente bases republicanas, con áreas más urbanas como Richmond o la bahía de Chesapeake, que han experimentado un fuerte crecimiento en los últimos años.
Obama, también en la cuerda floja
Otro factor extrapolable a todo EEUU es el electorado afroamericano, que en Virginia llega al 20% y cuya movilización ha sido clave para los demócratas. Ha sido Barack Obama quien se ha remangado para llamar al voto, aunque también Hillary Clinton se movilizó estos días en las redes sociales para animar a acudir a las urnas.
En Nueva Jersey las cosas estaban más claras y las predicciones han terminado cumpliéndose. El aspirante demócrata Phil Murphy (55,9%), un ex embajador en Alemania y ejecutivo de Goldman Sachs, partía con una ventaja considerable. Los sondeos lo situaban o como claro favorito frente al actual vicegobernador, Kim Guadagno (42,2%), que ha pagado los bajos niveles de popularidad del actual gobernador, Chris Christie, republicano que durante la campaña presidencial brindó su total apoyo a Trump. En la ciudad Nueva York, las encuestas señalaban que repetiría el demócrata Bill De Blasio y también han acertado en este caso.
Pero al margen de estas votaciones, también hubo pequeños referendos en ciudades a lo largo del país para cuestiones domésticas. Quizá también resulte relevante la elección del estado de Washington, donde está en juego el Senado estatal, una pieza clave para los demócratas, que ya controlan la otra cámara legislativa y el gobierno. Una nueva victoria aquí, como adelanta el recuento de votos, les daría un poder absoluto en este territorio, algo importante a la hora, por ejemplo, de controlar las leyes electorales y cómo se distribuyen los distritos, un elemento clave para las elecciones de 2018. Los republicanos ostentan ese triple control en 26 estados y los demócratas sólo en seis.
Con estos resultados, Trump no podrá evitar encarar al menos un debate interno sobre si su presidencia está perjudicando los intereses electorales del resto del partido, mientras que los demócratas logran un espaldarazo de cara a 2018 y, por qué no, 2020.