Fiestas, alcohol y sexo. Esa es la imagen más extendida de las fraternidades universitarias de EEUU, en buena parte gracias al retrato casi siempre complaciente que Hollywood ha procurado hacer de ellas. En general, se muestra el lado más divertido de la vida en estos clubes de élite, donde los estudiantes conviven en una blanca mansión bajo las siglas del alfabeto griego, saltando de juerga en juerga y haciendo contactos para garantizar una futura carrera de éxito.
La realidad, en cambio, no es siempre tan perfecta y en algunos casos puede acabar llevando a los integrantes de estas instituciones a ser acusados de violaciones, abusos e incluso homicidios. Sólo en lo que llevamos de año cuatro jóvenes pertenecientes a estas hermandades han muerto durante sus celebraciones en distintas circunstancias. La cifra supera las 75 víctimas si contabilizamos todas las de la última década.
El problema no es nuevo. La primera muerte por novatadas en instituciones educativas superiores estadounidenses está datada en 1873, en la Universidad de Cornell. Pero ha sido este repunte de 2017 el que ha llevado a las autoridades policiales, la opinión pública y las universitarias no sólo a abrir investigaciones criminales sobre algunos casos y pedir una revisión del sistema actual, sino a prohibir directamente las actividades ‘griegas’ en varios campus en los estados de Florida, Luisiana, Texas y Pensilvania.
Hasta hace poco la permisividad era la tónica general ante los problemas que generaban, ya que los rectorados preferían mirar hacia otro lado y beneficiarse de los servicios que las fraternidades prestan a los campus, así como de las donaciones que sus exmiembros suelen hacer cuando se gradúan. Sin embargo, las últimas muertes, tan seguidas y parecidas, han obligado a dar más severidad a la respuesta.
El caso reciente es el de Matthew Ellis, un miembro de 20 años de la fraternidad Phi Kappa Psi de la Universidad Estatal de Texas. Este pasado lunes fue encontrado muerto tras una de las fiestas. Justo una semana antes, la organización nacional de las Phi Kappa Psi ordenó a este centro específicamente paralizar sus actividades sociales debido a una investigación que ya estaba en curso por otros incidentes. Sin embargo, la fraternidad organizó un evento fuera del campus durante la noche del domingo.
Ellis fue declarado muerto a la mañana siguiente. Las circunstancias del suceso están siendo investigadas, pero el alcohol parece ser el motivo, aunque como se ha demostrado este año con otros casos, puede haber más responsables.
Torturas con alcohol
De hecho, este suceso guarda paralelismos con otro de principios de año, el más mediático de todos, ahora en pleno proceso judicial. Se produjo a principios de febrero. Timothy Piazza, de 19 años, perdió la vida mientras participaba en uno de los actos de la Beta Theta Pi, en la Universidad de Penn State. Los investigadores han descubierto que sus compañeros le hicieron tomar 18 bebidas alcohólicas en menos de dos horas.
Los últimos momentos de este joven fueron una “tortura”, según lo define esta familia. Una cámara grabó lo que ocurrió en la fiesta. El chico, muy borracho, cayó varias veces por unas escaleras a lo largo de cuatro metros y se golpeó la cabeza quedando inconsciente. Los compañeros intentaron reanimarlo zarandeándole y golpeándole. Uno de ellos sugirió pedir ayuda, pero el resto lo mandó callar y dejaron a Timothy tendido sobre el sofá.
Hay estudiantes acusados homicidio involuntario por dejar morir en su vómito a un 'hermano' tras 12 horas de agonía
Allí recuperó la conciencia durante unos minutos, vomitó y volvió a desplomarse. Nadie pidió auxilio, dejando al estudiante tirado allí toda la noche, durante 12 horas, sin recibir atención médica. A las 11 de la mañana del día siguiente los ‘hermanos’, viendo que no despertaba, pidieron una ambulancia, pero ya era tarde. Al día siguiente fallecía.
La fiscalía presentó cargos contra 18 miembros de la fraternidad por tortura involuntaria, suministro de alcohol a menores y homicidio involuntario, entre otros delitos. La dirección académica del centro suspendió las fraternidades y la fiscalía del distrito abrió una investigación que aún continúa. De hecho, este lunes acusaba a otros cinco integrantes de la Beta Theta Pi por la muerte de Timothy.
Novatadas y abusos
Andrew Coffey era otro veinteañero, esta vez en la Pi Kappa Phi de la Universidad Estatal de Florida. Fue hallado sin vida el pasado 3 de noviembre, también después de una celebración organizada por la hermandad. La policía sostiene que existen indicios de que el alcohol podría haber sido un factor clave en esta muerte, pero las autoridades esperaban los resultados completos de una autopsia.
Tras el suceso, la universidad suspendió las actividades de las fraternidades, generando una oleada de protestas en el campus, donde más del 20% de los alumnos pertenece a alguna de estas agrupaciones. Los familiares de la víctima, por contra, escribieron una carta apoyando la medida del rectorado, y advirtiendo de que el sistema de las hermandades estaba “roto” y que hacía falta “un cambio” en las universidades de EEUU.
Antes de este caso, el 14 de septiembre, Maxwell Gruver, de 18 años, murió durante un ritual de iniciación para acceder a la fraternidad Phi Delta Theta, de la Universidad Estatal de Luisiana. Fue víctima de una novatada según la cual los aspirantes a entrar en este grupo deben beber cada vez que responden incorrectamente a una pregunta con truco. Su contenido de alcohol en la sangre era cinco veces superior al permitido.
Este campus ha tenido una de las reacciones más duras. Canceló la actividad de las fraternidades, prohibió el consumo de alcohol y por el momento ha expulsado a 13 de sus 27 fraternidades de las instalaciones universitarias.
Aunque inicialmente podría atribuirse estas muertes a una actuación irresponsable de los fallecidos, las pesquisas llevadas a cabo han puesto sobre la mesa una serie de comportamientos, en ocasiones ilegales, que pueden involucrar a las fraternidades directamente en estos sucesos.
Al margen de estas muertes, en otras hermandades del país los investigadores están analizando acusaciones de tráfico de cocaína, hostigamientos racistas contra miembros de las hermandades y comportamientos inapropiados. Es el caso de la Universidad Internacional de la Florida, donde han salido a la luz conversaciones internas de la fraternidad con chistes antisemitas, bromas sobre violación y pedofilia y fotos de desnudos no consentidos.
Las ceremonias de iniciación incluyen barra libre de drogas torturas y humillaciones
Pero si tantos quebraderos de cabeza dan estos clubes a las universidades, cabe preguntarse por qué el sistema norteamericano no termina con ellos directamente o por qué se mantiene el interés entre los alumnos por integrar en estos grupos.
La respuesta estriba en que “las personas que acceden a las hermandades las encuentran beneficiosas y divertidas y, además, sus exintegrantes, una vez graduados, tienen una gran influencia sobre las regulaciones universitarias, en parte gracias a su buena posición económica", que les permite realizar importantes donaciones a las instituciones, según explica a EL ESPAÑOL Nicholas Syrett, autor de ‘The Company He Keeps: A History Of White College Fraternities’, un libro sobre la historia de estas instituciones que, según relata, surgieron en la década de 1820 como organizaciones secretas que fueron ganando el favor de los campus y los estudiantes.
"Las universidades deben tomarse en serio la regulación de las fraternidades, y deben estar dispuestas a expulsarlas de los campus si se saltan las normas", opina este experto, que apunta que la mano dura por parte de los rectorados es la mejor solución.
El debate está abierto. Si hace años se discutía sobre la necesidad de atajar las violaciones en las fiestas de estas hermandades, ahora son las muertes de jóvenes como las últimas cuatro víctimas lo que preocupa y lo que puede terminar poniendo en jaque esta tradición centenaria.