Este lunes se celebra en el barrio jerusalemita de Arnona lo que el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, ha calificado de "día histórico", la apertura de la Embajada de Estados Unidos en Jerusalén, en la demostración práctica del reconocimiento otorgado en su día por Washington de la ciudad como capital del Estado de Israel, en el mismo día exacto en que los palestinos conmemoran su expulsión en 1948 con la creación del Estado hebreo.
El destino de Jerusalén está entroncado en el corazón del conflicto israelopalestino, marcado por décadas de tensión sobre el estatus de sus lugares sagrados y por la "judaización" del territorio de Jerusalén Este, ocupado por Israel en 1967, declarado "unido" en 1980, y cuyo dominio ha consolidado con la construcción de asentamientos y la demolición de cientos de hogares palestinos.
Sin embargo, la solución de paz de "dos estados" que defiende la comunidad internacional considera a esta porción de la ciudad santa la capital de un hipotético Estado palestino.
La Embajada de EEUU en Jerusalén es un nuevo golpe a estas aspiraciones, aunque desde Washington se recuerda que la decisión de reconocer a la ciudad como capital israelí fue aprobada por el Congreso en 1995 y que desde entonces simplemente se ha ido aplazando "por cuestiones de seguridad" que el actual mandatario, Donald Trump, ha dado por zanjadas, puntualizando que no supone el reconocimiento de Jerusalén Este.
La mera presencia física de la Embajada desequilibra todavía más la ciudad a un nivel local. Los palestinos residentes en Jerusalén asocian el traslado de la misión a los esfuerzos de las autoridades locales israelíes para dominar la ciudad entera a golpe de decreto.
Sin ir más lejos, el pasado mes de enero, expertos consultados por Middle East Eye denunciaron que las autoridades locales israelíes intentan "anular efectivamente las ambiciones palestinas para convertir Jerusalén Este en su capital", en palabras del investigador del centro israelí Ir Amin, Aviv Tartarsky, a través de la llamada Propuesta de Ley para Jerusalén Ciudad, que consideró como "una limpieza étnica sin armas, donde Israel espera deshacerse de un tercio de la población palestina de Jerusalén a través de puras decisiones administrativas".
De hecho, y en un comunicado remitido este sábado, la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) ha avisado de que, en respuesta al traslado de la Embajada, no descarta reactivar sus esfuerzos para imponer una autoridad palestina municipal en Jerusalén, convirtiendo la ciudad en un polvorín, ante el temor de que los residentes palestinos acaben en un gueto completamente separado de Cisjordania, con los asentamientos como barrera.
Además de las protestas que se esperan en la frontera de Gaza, el Alto Comité de Seguimiento de la Comunidad Árabe, que representa a los ciudadanos palestinos residentes en Israel, ha anunciado su intención de coordinar este lunes "una protesta de grupos religiosos y civiles en Jerusalén Este bajo el lema 'Jerusalén, ciudad islámica árabe, ciudad cristiana'".
"Hemos decidido celebrar esta protesta a la misma hora de la inauguración para elevar nuestra voz contra la política estadounidense de respaldo a los asentamientos, en lo que se trata de un desesperado esfuerzo de americanos e israelíes para impedir un estado palestino soberano e independiente", ha declarado el jefe del comité, Mohammad Barake, en declaraciones a la agencia palestina Maan.
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