¿Hay algo más estadounidense que un grupo de chiquillos vendiendo limonada en un rudimentario puesto en la acera de un barrio residencial? Esta tradición, que se remonta décadas atrás, ha servido a generaciones de niños norteamericanos para aprender qué significa el trabajo, montar un negocio y obtener por primera vez unos dólares que no salen del bolsillo de sus padres. Sin embargo, esta costumbre que empezaba a tener los días contados, debido al ansia recaudatoria de las administraciones locales, podría haber encontrado un salvador.

Esta guerra contra uno de los símbolos culturales de EEUU ha empezado a extenderse por el país recientemente. En los últimos años, varias ciudades y municipios han decidido aplicar su normativa de venta ambulante también a estas ‘empresas’ infantiles, exigiendo la tramitación de una licencia para poder ofertar productos en la vía pública, lo que supone entre otros pasos burocráticos, el pago de una tasa económica. Aunque la policía ha hecho la vista gorda en la mayoría de las ocasiones, en numerosos casos los agentes han procedido a clausurar estos quioscos de zumos e, incluso, a multar a los niños y, por extensión, a sus padres.

El hecho de que las autoridades traten de regular también que unos menores ofrezcan unos vasos de limonada a sus vecinos a cambio de unos pocos centavos lleva tiempo saltando a los medios de comunicación y enfureciendo a la opinión pública nacional, siempre reacia a la proliferación de regulaciones públicas, y que sigue considerando esta tradición una buena manera de acercar a sus hijos al mundo laboral.

Después de un 2017 con casos sonados, en las última semanas, con la llegada del buen tiempo, las intervenciones policiales han empezado a sucederse de nuevo. Hace unos días, en el estado de Colorado, tres hermanos de 2 a 6 años fueron abordados por agentes de la ciudad de Denver después de que varios vendedores de un festival de arte cercano llamaran a la policía para quejarse de que varios niños habían colocado un puesto de limonada sin licencia con precios más bajos que los suyos.

A los chicos, que estaban reuniendo dinero para una campaña de ayuda a los niños pobres de su iglesia, se les informó de que estaban violando la normativa municipal al carecer de permiso de ventas, y se les conminó a cerrar su negocio. La madre, indignada con lo ocurrido, acudió a la prensa local.

“Estaba muy sorprendida y asombrada de que todo esto fuera necesario por el puesto de limonada de un niño. Cuando pienso en mi infancia, recuerdo que montábamos estos quioscos todo el tiempo. Nunca se me ocurrió que no estaría bien que mis hijos hicieran lo mismo”, dijo al Denver Post.

No es el único ejemplo. En Georgia, según recoge el Washington Post, tres niñas trataban de sacar algún dinero para comprar entradas a un parque acuático, cuando la policía intervino y les cerró el negocio. En Texas, otro grupo de pequeñas sólo aguantó una hora vendiendo los cítricas bebidas antes de que los agentes las hicieran parar.

Con este panorama, pocos niños iban a atreverse estas vacaciones a lanzarse al mundo del ‘business’, hasta que salió a escena un salvador, en concreto, la multinacional de la alimentación Kraft Heinz. Su marca Country Time Lemonade acaba de anunciar que ayudará y pagará todas las multas que puedan recibir los niños por tratar de vender la bebida azucarada este verano.

“Hace poco nos topamos con la noticia de un niño que cerraba su puesto de limonada por razones legales, y pensamos que tenía que ser un bulo o una leyenda urbana. Después de investigarlo y ver aún más situaciones similares, nos dimos cuenta de que esto no eran invenciones, sino historias reales”, explica Adam Butler, gerente general de Bebidas y Frutos Secos de Kraft Heinz.

Pagará hasta 300 dólares

La compañía se ha comprometido a destinar 60.000 dólares en reembolsar las sanciones impuestas o los costes de tramitar una licencia, hasta el 31 de agosto o hasta que se haya agotado esa cantidad. Una jugada redonda, ya que a cambio de esta inversión, han logrado una repercusión mediática mayor que con cualquier campaña de publicidad, y además ha posicionado su marca de bebidas en polvo como la favorita de los pequeños para sus quioscos.

El protocolo de pago es sencillo. Los padres de un pequeño multado deben enviar una foto de la sanción e incluir una descripción de su hijo sobre lo que la limonada representa para él. La compañía a cambio asumirá los gastos, con un límite de 300 dólares, para casos tanto de este año como de  2017.

Además, la multinacional ha lanzado un vídeo promocional en redes sociales y por cada retuit que obtengan, dedicarán un dólar más para ayudar a futuras víctimas de estas regulaciones municipales. De momento, se han superado los 90.000. A todo esto se suma la donación de medio millón para fomentar a las iniciativas empresariales de menores en los próximos años.

En esta grabación se relatan varios casos similares ocurridos en distintos estados el país, destacando el de una jovencita de seis años de California, que explica cómo le impidieron seguir vendiendo limonada porque no tenía licencia. “No es justo”, lamenta. Al momento, aparece otra niña detrás de un puesto hecho a mano, lista para vender pequeños vasos de refresco. Pero en esta ocasión, junto a ella se sitúan seis adultos con aspecto de abogado, trajeados, con los brazos cruzados y en actitud defensiva, retando a las autoridades locales a meterse con ellos ahora.

Limonadas

De momento, y aunque la campaña acaba de comenzar, parece que este verano la limonada estará garantizada en los barrios residenciales y pequeños festivales de EEUU. Ahora la pelota está en el tejado de las autoridades municipales. Hasta la fecha, ninguna ha anunciado un cambio en sus normativas, y eso a pesar de que la multinacional ha insinuado en su campaña el sinsentido de esas regulaciones. Y mensaje está claro: “Cuando la vida te da leyes obsoletas, haz limonada con ellas”.