Las 1.356 páginas del informe del gran jurado de Pensilvania sobre la trama de abusos sexuales de más de 300 clérigos a más de 1.000 menores describen la depravación entre los muros de la Iglesia. Un relato del horror consentido y silenciado durante décadas que ahora sale a la luz y que ha llevado al Vaticano a tachar de "criminales" a los responsables.
"La Iglesia debe aprender duras lecciones de su pasado y debería haber asunción de responsabilidad tanto por parte de los abusadores como por parte de los que permitieron", reza el comunicado que la Santa Sede ha difundido este viernes ante la indignación y el rechazo que han despertado los relatos de perversión sin límites que documenta la investigación judicial de la Corte Suprema del Estado de Pensilvania.
El informe describe también toda una maquinaria de silencio que durante décadas ha ocultado a los responsables de los abusos, que cometieron violaciones con somníferos y prácticas sadomasoquistas con total impunidad. Existe incluso en el informe un detallado "manual de instrucciones" para ocultar la incómoda verdad:
-“Primero, asegúrese de usar eufemismos frente a palabras reales para describir agresiones sexuales. Nunca diga violación, sino contacto inapropiados”.
-“Segundo, no lleve a cabo verdaderas investigaciones” sino “asigne a clérigos a hacer preguntas inadecuadas”.
-“Tercero, para lograr una apariencia de integridad, envíe a sacerdotes para ‘evaluación’ en centro psiquiátricos de la Iglesia”.
-“Cuarto, cuando un cura deba ser trasladado, no diga el motivo. Diga a los feligreses que está en ‘baja médica’ o ‘fatiga nerviosa’. O no diga nada’.
-“Quinto, aunque un sacerdote esté violando a niños, proporcióneles casa y cubra sus gastos”.
-“Finalmente, y sobre todo, no diga nada a la Policía. El abuso sexual, aunque sin penetración, siempre ha sido un delito. Pero no lo trate de ese modo, sino como un ‘asunto personal’, ‘dentro de casa'”.
"Destrozó mi alma y se llevó mi infancia"
John Delaney, una de las víctimas de esta trama de abusos ha relatado para la agencia Efe su traumática experiencia: "Cuando tenía 10 años, llegó a la parroquia y comenzó con los tocamientos, a los 11 ya me había violado (...). Destrozó mi alma y se llevó mi infancia"
Delaney, que ahora tiene 48 años, fue uno de las víctimas de estos abusos en serie que se produjeron en la década de 1980 en un barrio al noroeste de Filadelfia donde el nuevo párroco comenzó a reclutar a los monaguillos que le asistirían en la misa. "Fui uno de los escogidos: a los 10 años me tocó, a los 11 ya me había violado", relata.
Delaney dice que su comportamiento cambió totalmente tras los abusos de Brzyski, quien falleció en 2017 sin ser condenado, ya que pasó de ser un chico tímido y estudioso a ser violento y faltar a clase constantemente.
"Mis padres me llevaron a este sacerdote para que me aconsejase. No sabían que justamente me estaban enviando al depredador", lamenta aún emocionado.
Como muchas otras víctimas, Delaney sufrió problemas de alcoholismo y drogadicción en los años posteriores, y tuvo que abandonar Filadelfia abrumado ante el recuerdo del sacerdote pederasta.