Christine Blasey Ford puede hacer historia en los EEUU si finalmente logra frenar el nombramiento de Brett Kavanaugh como juez del Tribunal Supremo. Esta mujer, que primero acusó anónimamente al candidato de agresión sexual y que finalmente decidió dar la cara, no sólo está poniendo a prueba una nominación que el presidente Trump daba por ganada hace unos días gracias a la mayoría republicana del Senado. Hay mucho más en juego, especialmente con las legislativas de noviembre a la vuelta de la esquina.
Pero más allá del posible fracaso de la Casa Blanca o de las consecuencias electorales de este caso, la denuncia de Ford, que ha obligado a posponer la votación de este viernes para confirmar al magistrado conservador, servirá para medir el impacto del movimiento ‘Me too’ en la sociedad norteamericana. La prueba de fuego llegará el lunes, cuando la presunta agredida y el supuesto atacante expongan sus versiones de lo ocurrido hace 36 años ante la Comisión Judicial del Senado, en una sesión retransmitida para todo el país. Ahí se verá si EEUU ha cambiado algo desde 1991, cuando se vivió un escándalo similar en el que la víctima, Anita Hill, fue vapuleada sin piedad.
El incidente desenterrado por Christine Blasey Ford, que ahora tiene 51 años y es profesora en California, se remonta a 1982. Siempre según su versión, un adolescente Kavanaugh de 17 años -dos más que ella- la atacó sexualmente durante una fiesta juvenil en una casa en Maryland. Este episodio ha puesto en la cuerda floja el nombramiento de este juez por parte del Senado, donde los demócratas están pidiendo que el FBI abra una investigación antes de votar, algo que los republicanos por ahora esquivan.
Aunque Trump mantiene su apoyo al juez, algunos conservadores titubean ya que, con unos comicios en noviembre, la polémica puede hacerles perder votos. Cabe recordar que la mayoría conservadora en esta cámara es mínima, de 51 frente a 49, por lo que la situación podría dar un vuelco, especialmente si senadores críticos, como Jeff Flake (Arizona), dan la espalda al presidente y rechazan a Kavanaugh.
En cualquier caso, se espera que la reacción de ambos partidos sea muy distinta a la que tuvieron en 1991, cuando Anita Hill, otra profesora universitaria, denunciaba también haber sido víctima de acoso sexual por parte de Clarence Thomas, entonces candidato a juez del Supremo a propuesta de George W. Bush, que al igual que Kavanaugh se sometía al escrutinio del Congreso.
Los paralelismos son muchos, aunque hoy la sociedad estadounidense no parece tolerar del mismo modo la agresión a la mujer, o eso se comprobará el lunes.
En 1991 -como ahora-, el nombramiento de Thomas parecía garantizado, hasta que alguien filtró a la prensa parte de una investigación que el FBI había realizado sobre el aspirante, donde se recogía el testimonio de Anita Hill. A partir de ahí, la mujer fue llamada a declarar ante la Comisión Judicial del Senado.
Conversaciones sobre sexo con animales
Allí explicó que el juez la pretendió durante un tiempo, hasta que ella lo rechazó. A partir de ahí empezó el acoso. “Hablaba sobre asuntos como las mujeres que tienen relaciones sexuales con animales y películas de sexo en grupo o escenas de violación”, desveló ante los senadores.
Cuatro testigos estaban dispuestas a respaldar la versión de Hill, pero no llegaron a ser citadas. Según recogía Los Angeles Times, hubo un pacto entre los republicanos y el presidente del Comité Judicial, el demócrata Joe Biden -luego vicepresidente de Obama-, para enterrar el asunto y dar luz verde a la nominación. Biden ha lamentado recientemente cómo actuó entonces.
Por supuesto, los incidentes de Anita Hill y Christine Blasey Ford no son idénticos. Lo ocurrido con Thomas sucedió siendo ambos adultos, en un ambiente laboral y durante un período prolongado. Por su parte, Kavanaugh y su supuesta víctima eran adolescentes en una fiesta juvenil. No obstante, aquí la agresión fue física, ya que la denunciante asegura que subió las escaleras para ir al baño cuando el ahora juez y otro estudiante, Mark Judge, la metieron a la fuerza en un dormitorio y cerraron la puerta con llave. Allí, siempre según su versión, Kavanaugh saltó encima de ella, trató de quitarle la ropa, le tapó la boca con la mano y puso música. Ford pudo escapar cuando el otro chico saltó sobre la cama haciéndoles caer a todos al suelo.
Anita Hill contó su experiencia a amigos y conocidos, mientras que Ford guardó el asalto en secreto durante décadas. En lo que sí coinciden es en que ambas se sometieron y pasaron la prueba del polígrafo.
El acoso se toleraba
Pero si hay algo que sí separa a ambos casos es el movimiento ‘Me too’. Según recuerdan varios medios que cubrieron los interrogatorios a Hill en 1991 en el Congreso, en aquellos años las acusaciones de acoso sexual no se tomaban con seriedad.
“Cuando me enteré de las acusaciones de Anita Hill en aquel entonces, la mayoría de los senadores demócratas con los que hablé no quería que se aireara públicamente. Consideraban incluso que aquello no era ‘una bala de plata’, como me comentó uno de ellos”, recuerda Nina Totenberg, veterana periodista de la NPR, la radio pública, que cubrió aquellas sesiones.
No era de extrañar. En 1991, en el Senado la presencia femenina era mínima. Sólo figuraban dos senadoras -una demócrata y otra republicana- y no había mujeres en el Comité Judicial encargado de valorar las acusaciones de Anita Hill. De hecho, algunos la acusaron de inventar todo.
“Un grupo de mujeres miembros de la Cámara de Representantes acudió al Senado para instar a sus colegas de institución a investigar la denuncia, pero, como me dijeron, los senadores las ridiculizaron”, rememora Torenberg.
En la actualidad, en el mismo Comité Judicial hay cuatro mujeres, todas ellas demócratas, y en el Congreso, 23 senadoras. Lo que está por ver es si esto ayuda a Blasey Ford o si su caso pasa a la historia como el de Anita Hill, quien a día de hoy todavía mantiene que fue acosada. Thomas sigue en el Supremo.