Donald Trump ha tendido la mano a los demócratas para negociar sobre reforma tributaria, infraestructuras y sanidad, asegurando que está dispuesto a ceder, si bien esta oferta tiene letra pequeña. El presidente está dispuesto a dejar hacer a la Cámara de Representantes, siempre y cuando no utilicen su nueva mayoría para acosarle con indagaciones sobre la trama rusa o sus declaraciones de impuestos. Y en caso de que lo hagan, amenaza con represalias desde el Senado en forma de investigaciones contra el Partido Demócrata. “Creo que soy mejor que ellos en ese juego”, ha añadido.
Los resultados de las midterms norteamericanas han arrojado un panorama político aún más fracturado en EEUU y Trump está dispuesto a sacarle provecho a esta nueva situación. Durante su primera rueda de prensa tras los comicios, el magnate reconoció que con los nuevos equilibrios en el Congreso, su partido no podrá sacar adelante reformas de calado en la Cámara Alta, ya que necesitaría el apoyo de al menos diez demócratas para conseguir una mayoría cualificada. Ante esta situación, invita a sus oponentes a trabajar en la Casa de Representantes para tomar la iniciativa.
La agenda política de la Casa Blanca tiene en el horizonte proyectos como una bajada de impuestos del diez por ciento para las clases medias, la construcción del muro con México, un plan para renovar las infraestructuras públicas del país y la renegociación de los tratados internacionales de comercio. Trump sabe que muchas de estas medidas son demandadas por la opinión pública y por buena parte de los votantes, por lo que dejar sobre el tejado demócrata su aprobación es un as en la manga con el que jugar durante los próximos dos años de precampaña presidencial.
El presidente dice estar dispuesto a hacer cesiones para sacar adelante proyectos de consenso entre los dos partidos, aunque dejando claro que la iniciativa debe partir de los demócratas. “Vamos a trabajar con ellos. Ahora tenemos una vía más fácil, porque los demócratas vendrán con un plan para infraestructuras, salud, lo que sea. Ellos quieren hacer cosas. Podemos trabajar juntos”.
No obstante, rápidamente ha advertido de que nada de esto saldrá adelante si el Congreso se dedica a emprender investigaciones contra él. De hecho, ha llegado a amenazar a los demócratas con utilizar el Senado para contrainvestigarles por las “filtraciones” a la prensa y “muchas otras cosas”, si se adentran en ese terreno.
La duda sobre si esas intimidaciones frenarán a los demócratas ha quedado despejada en minutos. Aunque antes de las elecciones de este martes había división en el partido azul al respecto, este miércoles, ante el aviso presidencial, Nancy Pelosi, líder demócrata en el Congreso, no se ha achicado.
Ante la prensa, la probable próxima portavoz de la Cámara ha declarado que su partido no renunciará a “su rol y responsabilidad de supervisión” de la administración Trump, confiando en que la Casa Blanca coopere cuando se le solicite información. “Y si eso requiere una citación, que espero que no, que así sea”, puntualizó.
Habrá campo de batalla. Las revelaciones del ‘Rusiagate’, la gestión empresarial de Trump o sus declaraciones de impuestos darán lugar a enfrentamientos, por no mencionar proyectos como la construcción del muro con México. Pese a ello, Pelosi también ha insistido en negociar asuntos de posible consenso, como una bajada de los precios de los medicamentos o una reforma judicial.
Trump despide a Jeff Sessions
La vida política de Washington, sin duda, va a comenzar a agitarse. Desde ahora, los demócratas podrán obligar a los funcionarios de la administración Trump a declarar y presentar documentos, lo que supondrá un férreo control en los comités legislativos a la toma de decisiones del presidente, sus conflictos de intereses o sus finanzas personales. Por ejemplo, podrán cuestionar el reciente envío de tropas a la frontera, o las cuentas de su imperio empresarial.
Y por si alguien se preguntaba cuánto iban a tardar en aparecer los primeros enfrentamientos a cuenta del Rusiagate, a las pocas horas de la intervención de Trump ante los medios se ha hecho pública la renuncia de su fiscal general, Jeff Sessions, a petición del presidente, es decir, lo ha despedido.
Trump llevaba tiempo disgustado con Sessions desde que éste decidió apartarse de la investigación de la trama rusa por sus conexiones personales con Moscú, dejándola en manos del fiscal especial Robert Mueller, fuera del control de la Casa Blanca. Por cierto que, según publica CNN, en las próximas semanas se determinará si el magnate se somete o no a un interrogatorio sobre las conexiones de su campaña con el Kremlin.
Ataques a la prensa y ¿Facebook?
Al margen de la política, lo que estos comicios no han variado es la mala relación del presidente con parte de los medios de comunicación, especialmente con la CNN, con cuyo reportero ha mantenido un fuerte choque en la rueda de prensa de este miércoles al ser cuestionado por su visión de la caravana de inmigrantes. El magnate se ha quejado de la “hostilidad” de los periodistas, las “faltas de respeto” y del “trato injusto” de sus logros económicos en los medios. “Me encantaría ver unidad, paz y amor, incluso con los medios, pero no me cubren justamente, y me tengo que defender”, ha dicho.
Esta vez ha ido un paso más allá al ser preguntado si se plantea regular el uso de las compañías que gestionan las redes sociales -en los últimos días Facebook se negó a difundir un anuncio de su campaña por entender que era racista-. El presidente ha asegurado que le “gustaría” y que lo hablará con los demócratas, “porque ellos quieren hacerlo también”, aunque ha agregado que “aunque sorprenda” es un gran “defensor de la libertad de expresión”, por lo que ve los “peligros de entrar a regular las redes sociales”.
Con este panorama, EEUU entra en una fase política de precampaña presidencial de dos años, hasta 2020, que va cogiendo forma a toda velocidad. De hecho, de forma improvisada, Trump ya ha confirmado que su número dos para la próxima cita con las urnas volverá a ser Mike Pence. A instancia de un reportero, le ha hecho el ofrecimiento en medio de la conferencia de prensa, y su vicepresidente ha aceptado. “No lo tenía previsto así”, admitió antes de ratificarlo. Por contra, los demócratas aún no tienen líder conocido, aunque una vez pasadas las midterms empezarán los movimientos.
En cuanto a los resultados electorales, Trump ha recordado que no es el primer presidente que pierde el control de la Cámara durante su mandato. En realidad, sus tres antecesores, Bill Clinton, George W. Bush y Barack Obama, pasaron por el mismo trance, lo que no les impidió ganar luego la reelección. La diferencia es que todos ellos admitieron tener parte de responsabilidad en aquella derrota.
Por su parte, Trump cree que los comicios han sido una “gran victoria” personal, al entender que los republicanos a los que él ha arropado han obtenido buenos datos. Además, se aferra al logro de haber aumentado la representación conservadora en el Senado. Y en esto no le falta razón. Con la Cámara Alta bajo control, el magnate tendrá respaldo legislativo para poder seguir nombrando jueces federales y nuevos miembros para su gabinete, ya que ha avanzado que hará cambios en su equipo tras estos comicios. El primero, Sessions. Todo esto sin contar con que desde la Casa Blanca podrá vetar cualquier iniciativa que los demócratas aprueben al otro extremo del Capitolio.
La primera prueba de fuego sobre este nuevo equilibrio llegará mucho antes de que el nuevo Congreso quede conformado en enero, ya que ambos partidos deben alcanzar un pacto de financiación para evitar un nuevo cierre gubernamental en diciembre. Ahí se testará cómo funcionará Washington durante los dos próximos años.