Al presidente Donald Trump no le entusiasma el principio de acuerdo presupuestario al que ha llegado el Congreso para evitar otro cierre de la administración norteamericana, ya que sólo le otorgará 1.375 millones de dólares para construir su muro. Esta cifra se queda muy lejos de los 5.700 millones que él demandaba, si bien, todo parece indicar que finalmente la aceptará el trato para eludir daños mayores a su ya maltrecha popularidad. No obstante, la limitación financiera no detendrá su empeño fronterizo.
Del pacto entre demócratas y republicanos ha trascendido que sufragará la construcción de 88 kilómetros de barrera física a lo largo del Valle del Río Grande, en Texas, la más urgente según la policía fronteriza. También incluiría otros 750 millones para sumar 13.000 camas adicionales a los centros de detención de indocumentados, lo que elevará su capacidad a más de 58.000 plazas.
Ahora ambos partidos tratan de apuntarse la victoria de este acuerdo, en el que ninguno consigue todo lo que pretendía. Para los conservadores, el lado positivo es que se incrementará el número de kilómetros edificados de muro con respecto a 2018, aunque lo cierto es que la cifra económica resulta ridícula en comparación con la pretensión del presidente. Por su parte, los demócratas se afanan en puntualizar que no será un “muro”, sino una barrera física similar a las vallas ya existentes, aunque a la hora de la verdad, están accediendo a financiar la promesa electoral de Trump, algo a lo que se resistían.
Al margen de matices, desde que empezó a bosquejarse este entendimiento bipartidista, el presidente ha dado muestras de no estar muy “feliz”. “Estoy extremadamente descontento con lo que los demócratas nos han dado”, dijo el martes, aventurando que intentará introducir algún cambio en el acuerdo.
Sin embargo, más allá de las declaraciones, Trump no parece estar dispuesto a tensar más la cuerda y rechazar el pacto, porque esto conduciría a otro cierre gubernamental. El último ‘shutdown’ parcial duró 35 días, el mayor de toda la historia, y dejó imágenes de funcionarios guardando cola para recoger alimentos y medicinas en centros de caridad. La opinión pública, según las encuestas, responsabilizó al magnate de lo ocurrido. Por ello, de momento, él ya ha manifestado que no tiene intención de volver a repetir aquello.
Pese a todo, la Casa Blanca no da la batalla fronteriza por perdida, ya que cuenta con otros resortes para recabar el resto de fondos que necesita para cumplir la promesa electoral estrella del republicano. “Aún tenemos opciones que la mayoría de la gente realmente no entiende”, dijo este miércoles Trump. Y según publica la CNN, hay varias alternativas que sortearían al Congreso mediante acciones ejecutivas que podrían sumar más de 9.000 millones.
Primero, sin necesidad de declarar la emergencia nacional, el presidente podría obtener 680 millones de dólares detrayéndolos del presupuesto no comprometido de varias agencias federales relacionadas con la seguridad. También podría desviar 2.000 millones de fondos del Pentágono para combatir el narcotráfico, con el argumento de levantar vallas para luchar contra el contrabando de drogas.
A partir de aquí, las otras vías de financiación sí requerirían de una declaración de emergencia nacional, una opción que ya aventuró Trump hace semanas, tratando de justificarla en la comisión de crímenes por parte de inmigrantes en situación irregular.
Abrir una guerra judicial
De tomar esta medida, a la que se oponen algunos republicanos y que podría abrir también una batalla de recursos judiciales, el comandante en jefe podría movilizar al Ejército y hacer uso de sus fondos.
Por ejemplo, del presupuesto de infraestructuras militares, podría detraer más de 3.600 millones, asignando al Departamento de Defensa la protección de las fronteras. Las Fuerzas Armadas podrían también utilizar otros 3.000 millones reservados a obras civiles de defensa nacional que hasta ahora se usaban para fines como reparar los daños provocados por los desastres naturales.
Sin embargo, incluso movilizando todos esos recursos, no está claro que Trump lograse blindar toda la línea divisoria con México. En total, se necesitarían cubrir 3.200 kilómetros.
Desde que el republicano prometió su muro, se han publicado muchas estimaciones de costes, que han ido de los 8.000 a los 70.000 millones para la construcción, y de 150 a 750 millones anuales para el mantenimiento.
La cadena conservadora Fox, afín a la Casa Blanca, hizo un presupuesto basándose en vallados anteriores acometidos durante la presidencia de Bill Clinton. En total, teniendo en cuenta materiales, compra de terrenos y mano de obra, la factura podría llegar a los 25.000 millones de dólares.
Por lo tanto, estos 1.375 millones saben a muy poco al magnate, que ya lleva dos años descafeinando su compromiso electoral inicial: un muro entre ambos países, que además pagaría México. Pues ni la nación vecina va a poner un dólar -aunque el presidente asevera que lo financiará a través de los nuevos acuerdos comerciales-, ni será finalmente una muralla de hormigón, sino una “barrera física”, que se parecerá más a una valla de acero como las que actualmente existen en algunos puntos como San Diego, California.
Riesgo para 62 especies
Y mientras dilucida de dónde sacar el dinero, Trump va agilizando los trámites para acelerar las obras. Por ahora, su administración renunciará a las preceptivas declaraciones de impacto ambiental para reemplazar hasta 22 kilómetros de valla fronteriza en San Diego.
El Departamento de Seguridad Nacional concederá un permiso especial, gracias a una ley de 2005, que permite prescindir de estas revisiones siempre que la obra en cuestión sea de interés para la seguridad nacional.
Los trabajos comenzarán este mes y consistirán en reemplazar parte de la valla de San Diego, de una década de antigüedad. El presupuesto ya aprobado desde 2018 es de 101 millones y consiste en la colocación de nuevos tramos de acero de nueve metros de altura. Esta decisión ha puesto en pie de guerra a organizaciones ecologistas que temen por el impacto de la obra sobre la zona y las especies autóctonas.
El debate sobre los efectos medioambientales del muro no es nuevo, pero va despertando nuevas alertas. El pasado mes, National Geographic publicaba un artículo alertando de los riesgos de esta infraestructura.
Según la prestigiosa publicación, el proyecto puede causar daños en 62 especies en peligro crítico de extinción, causar erosión en el suelo, alterar los flujos de los caudales de lluvia, interrumpir la migración estacional de diferentes especies y su acceso al agua. Además, advierte de que el curso del Río Grande, frontera entre los dos países, no es fijo y crece en primavera.
La consecuencia de levantar un muro en la orilla sería que EEUU dejaría bajo el control mexicano el río y los terrenos que vaya esculpiendo, aislando además a las viviendas que queden al otro lado de la valla.
Estos avisos no parecen afectar demasiado a Donald Trump que, paso a paso, va acercándose al cumplimiento de su promesa estrella de 2016. Y todavía tiene dos años por delante.