Desde la celebración de las elecciones de Estados Unidos el 6 de noviembre, Trump se ha mantenido fiel a sí mismo, esparciendo desinformación, datos falsos y mentiras en ls que ha basado sus reclamaciones legales sin fundamento y ataques a los pilares de la democracia del país.
No es una estrategia nueva, a lo largo de su mandato Trump ha ejercido un liderazgo marcado por "hechos alternativos". Según el Washington Post, que lleva el recuento de las mentiras del presidente, el todavía presidente de Estados Unidos ha proferido más de 22.200 afirmaciones falsas desde que asumió el poder.
Tras su derrota en las elecciones -justas y libres, nunca está demás recordarlo- Trump volvió a ser Trump y se dedicó a cuestionar los resultados, insinuando un fraude electoral inexistente, basándose en afirmaciones falsas sobre el voto por correo y poniendo en tela de juicio la democracia del país.
Como resultado, Trump, ha sumido a EEUU en el caos y la confusión.Los ataques del mandatario a los comicios le permite sembrar dudas y desconcierto entre sus seguidores más leales, dejando la falsa impresión de que es víctima de un fraude electoral. Eso no le mantendrá en el cargo —Biden asumirá la presidencia el 20 de enero—, pero podría socavar los esfuerzos del próximo presidente para unir a un país dividido y dar impulso a la siguiente iniciativa de Trump, ya sea otra campaña para volver a la Casa Blanca en 2024 o un proyecto mediático de alto nivel.
"Todo esto gira en torno a mantener su ego y su visibilidad", dice Judd Gregg, exgobernador republicano y senador de Nueva Hampshire en declaraciones a la agencia de noticias AP. "Está recaudando mucho dinero y piensa utilizarlo".
Los efectos de la estrategia de Trump ya son visibles. Un sondeo de la Universidad Monmouth publicándola semana pasada mostraba que el 77% de los partidarios de Trump piensan que la victoria de Biden se debía al fraude, pese a las abrumadoras pruebas de lo contrario.
Más de tres semanas después de las elecciones, la actitud de Trump es al mismo tiempo impactante y poco sorprendente. Supone un ataque sin precedentes contra unos comicios democráticos de un presidente ante el silencio mayoritario del Partido Republicano, que ha evitado condenarlo. Pero también es un panorama que Trump había preparado durante gran parte de 2020, especialmente con sus acusaciones infundadas de que el voto por correo sería objeto de un fraude sistemático.
"Su respuesta no debería sorprender a nadie. La adelantó mucho antes de las elecciones y sigue su patrón de declarar su victoria, independientemente de los hechos”, destaca Tim Pawlenty, exgobernador republicano de Minnesota.
Derrota también en los tribunales
En la víspera del Día de Acción de Gracias, Trump convocó una conferencia de prensa celebrada por sus aliados en un hotel de Gettysburg, Pensilvania, y una vez más acusó falsamente a Joe Biden de fraude electoral. La diatriba presidencial duró menos de 10 minutos, pero Trump logró exprimir al menos 15 declaraciones falsas o engañosas.
"Ganamos en Pensilvania por mucho, y ganamos en todos los estados bisagra por mucho", ha dicho. Pero lo cierto es que el margen de victoria de Biden en Pensilvania, es de más de 80.000 votos, casi el doble que el margen de Trump en 2016.
Trump intentó paralizar la certificación de los resultados y declarar ilegales los votos por correo en Pensilvania, con una demanda presentada por un grupo de republicanos, pero el estado certificó sus votos el pasado 24 de noviembre confirmando la victoria de Biden por 3.458.229 votos, 80.555 más que los obtenidos por Trump. La demanda pedía, además, que fuera la cámara de representantes estatal, de mayoría republicana, quien designara los electores que votarán en el Colegio Electoral.
La demanda fue estimada el 25 de noviembre pero está suspendida debido a una apelación del Gobierno estatal presentada ese mismo día 25. Además, la orden de la jueza de parar el proceso, y en la que no se mencionan "evidencias de fraude", llegó un día después de que el estado certificara oficialmente los votos, por lo que no tenía efecto, como confirmó en Twitter el Fiscal General de Pensilvania.
Pese a que la campaña de Trump sigue aportando datos falsos la verdad es que, una tras otra, su equipo ha ido perdiendo todas las demandas que ha interpuesto en los distintos estados. Georgia, otro estado en disputa según Trump, también ha certificado los resultados y lo mismo pasó en Nevada.
Biden superó a Trump por un amplio margen en estados clave como Michigan y Pensilvania, logró más de los 270 votos electorales necesarios para ganar la Casa Blanca y batió un récord al conseguir casi 80 millones de votos en todo el país. Responsables electorales a nivel federal y estatal han declarado que los comicios fueron libres de fraude generalizado, y algunos incluso describieron la votación de 2020 como la más segura en la historia de Estados Unidos.
Trump respondió disparando al mensajero al destituir a Chris Krebs, máximo responsable de seguridad electoral en el país, y que ha defendido varias veces la integridad de los comicios.
Este jueves, por primera vez desde las elecciones, Trump insinuó que abandonará la Casa Blanca si finalmente Biden es elegido por el Colegio Electoral. "Lo haré y ustedes lo saben", dijo el mandatario en respuesta a las preguntas de los periodistas. Pero, acto seguido, volvió a su relato de fake news para precisar que será para él "algo muy difícil de admitir porque sabemos que hubo un fraude masivo".
Mantener el relato
A día de hoy, Trump sigue negándose a reconocer oficialmente la victoria de Biden mientras sus aliados siguen sus demandas en los tribunales. Y legisladores republicanos destacados como el líder de la mayoría en el Senado, Mitch McConnell, han dicho que Trump debe poder utilizar todas las opciones legales disponibles para demostrar sus acusaciones de fraude electoral.
Algunos aliados de Trump reconocen en privado que su objetivo no es revocar la victoria de Biden en los tribunales, sino ayudar a mantener implicados y motivados a los seguidores más leales del mandatario con vistas a cualquier proyecto que emprenda tras dejar el cargo, aunque eso suponga mantener a la gente desinformada sobre la realidad de lo ocurrido en las elecciones.
Los legisladores republicanos tienen su propia estrategia en marcha. La mayoría del partido en el Senado depende de dos escaños en Georgia que se decidirán en enero en segunda vuelta, y algunos estrategas republicanos creen que mantener exasperada a la base de Trump es crucial para ganar allí. Han planteado las votaciones como una forma de vengar la derrota de Trump en una votación "amañada" y de frenar a Biden con una mayoría conservadora en la cámara.
Otros interpretan la respuesta del partido como simplemente un esfuerzo por pasar las últimas semanas del mandato de Trump sin agitar las aguas, aunque eso implique dejar que la desinformación sobre el proceso electoral se extienda por el país.
"Es política dura, cínica", explica Mike Murphy, un veterano estratega republicano que apoyó a Biden en las elecciones, a AP. "No creen que el ruido sea una amenaza inmediata, así que están esperando a que se vaya", dice, antes de añadir, en una dura crítica, que "el elefante ha dejado de ser el símbolo del Partido Republicano, y la gallina ha tomado su lugar".