Joe Biden y Mohamed bin Salman se reunirán este viernes en Arabia Saudí. Un giro de guion en la política exterior de Estados Unidos que el presidente estadounidense no ha dudado en justificar: a pesar de que el príncipe heredero saudí orquestó el asesinato y desmembramiento del periodista Jamal Khashoggi, la primera potencia mundial necesita que la monarquía del Golfo abra el grifo del petróleo.
"La razón por la que voy a Arabia Saudí es para promover los intereses de Estados Unidos de una manera que creo que tenemos la oportunidad de reafirmar nuestra influencia en el Medio Oriente", ha señalado Biden en una rueda de prensa con el primer ministro israelí, Yair Lapid, en el segundo día de su gira por Oriente Próximo.
Estados Unidos y Arabia Saudí han sido socios estratégicos desde hace casi 80 años, cuando, tras la Segunda Guerra Mundial, el presidente Roosevelt se comprometió con el rey saudí Ibn Saud a proteger el régimen a cambio de petróleo. En los últimos 18 meses, sin embargo, las relaciones han permanecido prácticamente congeladas.
Detrás de este bloqueo está el presidente estadounidense Joe Biden, ya que nada más llegar al poder decidió poner fin a la intimidad que unía ambas potencias tras la supuesta implicación del príncipe heredero (conocido como MBS), en el asesinato del periodista Jamal Khashoggi. Ahora, en plena crisis energética, es también Joe Biden quien quiere retomar la relación.
La visita de Biden a Arabia Saudí forma parte de una de las etapas de su primera gira por Oriente Próximo como mandatario. La última vez a que pisó el desierto saudí fue hace seis años como vicepresidente de la Administración Obama.
En esta ocasión lo hará después de pasar por Israel y Cisjordania, donde se ha reunido con Yair Lapid, primer ministro israelí en funciones desde la disolución del Parlamento a finales de junio, para reforzar la cooperación. También se verá el presidente de la Autoridad Palestina, Mahmud Abbás, con el objetivo de restablecer las relaciones, magulladas desde que Trump reconoció oficialmente Jerusalén como capital de Israel en 2017.
[Sangre y petróleo, el cóctel con el que el príncipe MBS emborracha al mundo]
Mañana el Air Force One realizará un vuelo directo sin precedentes entre el Estado judío y la monarquía del Golfo. Dos naciones históricamente enemistadas pero que se han acercado en los últimos meses ante la amenaza compartida que supone el programa nuclear de Irán.
Es precisamente esta parada en Arabia Saudí lo que ha generado malestar en Estados Unidos. En concreto, entre algunos demócratas, que no acaban de entender el radical cambio de dirección de su presidente. Mucho menos que se reúna, ya no con el rey Salman, sino con MBS, a quien un informe de los servicios de inteligencia de EEUU señalan como cerebro del secuestro, asesinato y descuartizamiento de Kashoggi.
Y es que cabe recordar que, durante un debate electoral para las elecciones presidenciales de 2020, Biden catalogó al régimen saudí como un estado "paria" en el tablero internacional por sus abusos a los derechos humanos. Una posición que se distancia de su predecesor, Donald Trump, a quien le gustaba acercarse a Israel y a Arabia Saudí.
¿Por qué ahora?
Para tratar de arrojar luz sobre el viaje, Biden publicó el domingo un artículo en The Washington Post que lleva el acertado título de ¿Por qué voy a Arabia Saudí?
"Mis puntos de vista sobre los derechos humanos son claros y de larga duración y las libertades fundamentales siempre están en la agenda cuando voy al extranjero", aclara de entrada. Y lo cierto es que su postura sobre este aspecto puede no haber cambiado, pero sí lo ha hecho el escenario internacional.
Con la actual crisis energética derivada de la guerra en Ucrania como telón de fondo, numerosos países están tomando medidas extraordinarias para asegurar el suministro y hacer frente a los precios casi récord del petróleo. Estados Unidos no iba a ser menos.
"Tenemos que contrarrestar la agresión de Rusia, ponernos en la mejor posición posible para superar a China y trabajar por una mayor estabilidad en una región importante del mundo. Para hacer estas cosas, tenemos que comprometernos directamente con los países que pueden impactar en estos resultados. Y Arabia Saudí es uno de ellos", señala Biden en su texto.
Por eso, cuando el viernes se reúna con los líderes saudíes el objetivo de Biden será, en sus palabras, "fortalecer una asociación estratégica en el futuro que se base en intereses y responsabilidades mutuas". Todo con el fin de mantener "fuerte y seguro" a su país, que se enfrenta a una tasa de inflación interanual del 9,1%, una cifra que no se veía desde noviembre de 1981.
Estados Unidos se enfrenta a una tasa de inflación interanual del 9,1%
En este sentido, la verdadera esperanza de Biden está en convencer a Riad —y en concreto a MBS— de que bombee más petróleo para que los precios bajen y Estados Unidos se libre de la recesión.
Así lo confirmó la semana pasada el asesor de seguridad nacional de la Casa Blanca, Jake Sullivan, que aseguró que se instaría a los países petroleros del Golfo a aumentar su producción, aunque, admitía, las probabilidades de éxito son escasas. Entre otras cosas porque Arabia Saudí y otras potencias petroleras como Emiratos Árabes Unidos afirman que su producción está casi tocando techo, según recoge la agencia Reuters.
Lo cierto es que la Organización de Países Productores y Exportadores de Petróleo (OPEP+), a la que pertenecen Arabia Saudí y Rusia, lleva aumentando su producción gradualmente desde el verano pasado para compensar el tijeretazo a la oferta tras el estallido de la pandemia y que, en teoría, se extendía hasta septiembre.
Este mismo junio, después de que la Unión Europea anunciase un embargo al petróleo ruso como parte de las sanciones por la guerra, la OPEP+ decidió abrir el grifo para dar un respiro a Occidente. El cartel, formado por los 23 países productores de petróleo, dijo que incrementaría la producción en julio y agosto en un 50 % más de lo esperado, hasta llegar a los 648.000 barriles diarios cada mes.