La Casa Blanca ha publicado la Estrategia de Seguridad Nacional 2022, firmada por el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, y que señala a Rusia como "una amenaza inmediata y persistente para la paz y estabilidad", pero a China como "el desafío geopolítico más importante" en cuanto a que es "el único competidor que quiere remodelar el orden internacional", con poder "económico, diplomático, militar y tecnológico" para lograr ser "primera potencia".
En la introducción del documento, con un total de 48 páginas, Biden alerta de "un mundo en un punto de inflexión" en el que "la respuesta a los tremendos desafíos y las oportunidades sin precedentes que enfrentamos" impactará en el presente de las "generaciones venideras" en su "seguridad y prosperidad". Estados Unidos, defiende Biden, "aprovechará esta década decisiva" para "promover" sus "valores" en pro de "un mañana más brillante y esperanzador".
Como anteriores presidentes, caso de Donald Trump, Biden pone el foco sobre Rusia y China como principales preocupaciones y considera a Estados Unidos el faro o líder de las democracias frente a las autocracias -"la necesidad de liderazgo estadounidense ne el mundo es más grande que nunca"-. La mayor diferencia reside en enfocar la estrategia en "360 grados", como indica el presidente, tocando cuestiones ya urgentes como la prevención de pandemias o la lucha contra el cambio climático.
"Los autócratas trabajan horas extra para socavar la democracia y exportar un modelo de gobierno marcado por la represión en casa y la coerción en el extranjero. Creen erróneamente que la democracia es más débil porque no logran entender que el poder de una nación brota de su gente. Estados Unidos es fuerte en el exterior porque es fuerte en casa", proclama Biden, que aboga por la "cooperar" al "unísono" con "aliados, socios y todos aquellos que compartan intereses".
China
Para Washington, China trata de ganarse a instituciones internacionales para blanquear su "modelo autoritario" y lo hace aprovechando su influencia económica y tecnológica. Pekín, según la Estrategia, "se beneficia de la apertura de la economía internacional al mismo tiempo que limita el acceso a su mercado interno, y busca hacer que el mundo sea más dependiente de ellos al tiempo que ellos reducen su dependencia del mundo".
Estados Unidos no pretende tanto ganar esa batalla por ser primera potencia -por descontado que también- como evitar un choque de imprevisibles pero en cualquier caso devastadoras consecuencias. Así, persigue "una coexistencia pacífica y compartir y contribuir juntos al progreso humano". No obvia Washington "el impacto significativo de China en desafíos compartidos, en particular el cambio climático y la salud pública mundial".
El documento habla de Taiwán, un asunto caliente desde la visita en junio a la isla de Nancy Pelosi, presidenta de la Cámara de Representantes. El mensaje sigue siendo el mismo: "Tenemos un interés permanente en mantener la paz y la estabilidad a través del Estrecho de Formosa, fundamental para la seguridad y la prosperidad regionales y mundiales. (...) Nos oponemos a cualquier cambio unilateral en el statu quo de cualquiera de los lados y no apoyamos la independencia de Taiwán".
Por último, Estados Unidos, conciliador con Pekín, recalca: "Si bien tenemos profundas diferencias con el Partido Comunista y el Gobierno chino, esas diferencias son entre gobiernos y sistemas, no entre nuestra gente. Los lazos de familia y amistad continúan conectando a los estadounidenses y chinos. Respetamos profundamente sus logros, su historia y su cultura. (...) Queremos trabajar juntos para resolver los problemas que más importan a la gente de ambos países".
Rusia
El tono es más duro en relación con Rusia, o mejor dicho con su presidente, Vladímir Putin, al que acusa de una "política exterior imperialista" -recordando la invasión de Ucrania y la anexión ilegal de territorios-, de "esfuerzos para desestabilizar a sus vecinos" y de "flagrantes intentos de socavar procesos democráticos en países de Europa, Asia Central y de todo el mundo". Moscú, explicita sin paliativos el documento, "interfirió descaradamente en la política estadounidense y trabajó para sembrar división".
Esto a escala internacional. A escala nacional -prosigue el texto- "el gobierno ruso del presidente Putin viola los derechos humanos de sus ciudadanos, suprime la oposición y cierra los medios de comunicación independientes". Por todo esto, Washington no atisba un punto de retorno o mejora: "Putin rechaza las llamadas de atención y está claro que no cambiará".
En el lado positivo, desde la Casa Blanca ven el poder del Kremlin "desvanecido" y derrota tras derrota en cada ataque a Ucrania o a sus aliados, se trate del campo de batalla o del chantaje energético. "La histórica respuesta global a la guerra de Rusia contra Ucrania -explica el documento- envía un mensaje rotundo de que los países no pueden disfrutar de los beneficios de la integración global mientras pisoteen los principios fundamentales de la Carta de las Naciones Unidas".
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Washington se compromete a "seguir apoyando a Ucrania en su lucha por su libertad", a ayudar al país "a recuperarse económicamente" y a su "integración en la Unión Europea". Asimismo, "Estados Unidos defenderá cada centímetro del territorio de la OTAN". El temor es que una Rusia "débil" militarmente en Ucrania y vista como tal fuera de sus fronteras tenga la tentación de recurrir a las armas nucleares.
Biden proyecta un gasto récord de 813 millones de dólares para el ejército, en parte precisamente para el arsenal nuclear: "Es la base de nuestras prioridades de Defensa".