María José Bernad tiene 52 años y lleva 27 trabajando como ginecóloga. Siempre había ejercido en hospitales españoles, pero hace un mes se fue a la India. La 'culpa' la tienen el que ha sido su jefe durante los últimos 16 años y una compañera de trabajo, que ya habían ido varios años al país asiático y “volvían maravillados”, cuenta Bernad.
Por eso, la ginecóloga española ha aprovechado su mes de vacaciones para ayudar en los hospitales de la Fundación Vicente Ferrer (FVF) en Bathalapalli, al sur del país. La Fundación tiene un equipo que ronda las 2.400 personas (de las cuales el 99% son locales) al que se suman voluntarios durante unas semanas o todo un año. Además su labor beneficia a casi tres millones de personas en distintos sectores, entre los que se incluyen proyectos de sanidad, arquitectura, ingeniería o educación. "En España sólo conocemos la punta del iceberg", asegura Bernad.
Uno de los objetivos del trabajo médico de la Fundación es detectar precozmente las enfermedades en las mismas aldeas, ya que cuando llegan al hospital las patologías están muy avanzadas. “Hay que concienciar a las mujeres de que hay que hacerse las revisiones a tiempo y no cuando ya no hay solución”, explica la voluntaria. A esto se suma que “con 40 años parecen ancianas”, por la desnutrición y “con anemias muy severas”. “Se te ponen los pelos de punta”, lamenta.
Desde la Fundación sostienen que la mayoría de los enfermos no acuden a un hospital para no perder su jornal. Por este motivo, la FVF cuenta con 16 clínicas rurales en las que “en una mañana se pueden tomar 110 citologías”. Estas muestras son muy importantes ya que “el cáncer más importante es el de cuello uterino” y necesita prevenirse con las revisiones oportunas, cuenta Bernad.
“Yo ahora acabo de llegar y me digo ‘qué niños más gorditos y qué mujeres más sanas’. Allí las mujeres van al hospital cuando están francamente apuradas, cuando no pueden más”, afirma. Sin embargo, la voluntaria española sostiene que está haciendo una labor muy importante para concienciar.
Antes de entrar a fondo en el hospital, María José estuvo dos días visitando un colegio de niñas con sida, fue a inaugurar una escuela y vio otros proyectos de la Fundación. Bernad ya conocía dos médicos del hospital: la Dra. Jyothi (actual jefa de servicio) y el Dr. Bala (el jefe de departamento de los tres hospitales de la fundación).
Las jornadas de trabajo son brutales
La primera semana, la ginecóloga española impartió nueve clases al personal médico del hospital sobre infertilidad, su especialidad. Bernard afirma que no tener hijos es un gran agravio para toda la familia. Por eso, “allí necesitaban poner en marcha consultas de este tipo” y “tenían un gran hambre por aprender”, narra la española.
Después se unió al resto del equipo local: pasaba consulta con ellos, entraba al paritorio, ayudaba en el quirófano… Los médicos indios le preguntaban si lo hacían bien y se interesaban por conocer otros puntos de vista. La voluntaria española sostiene que ella no fue a sentar las bases de nada y que se ha dedicado a orientar, ayudar y a enseñar protocolos de consulta que se pueden adaptar mejor a sus circunstancias.
“Allí las jornadas de trabajo son brutales”, dice. “Los días de quirófano entrábamos a las siete de la mañana y salíamos a las cinco de la tarde”. El único día libre eran los domingos, pero un domingo fue al hospital un cirujano de Bombay y se quedaron en el quirófano con él. Para Bernad eso no fue un problema: “el objetivo era trabajar”.
Con la ayuda de la ginecóloga, en el hospital han conseguido comenzar las inseminaciones. La misma semana en que regresó a España, el centro médico recibió la licencia. “Voy a estar en contacto con una de las doctoras que lo va a llevar y vamos a mandarnos correos electrónicos con dudas o protocolos”, explica.
Además, la doctora ha venido muy impactada porque “las chicas se casan con 13 o 14 años y a los 21 ya les has hecho la ligadura de trompas porque ya tienen dos hijos y no pueden mantener a más”. Sin embargo, sostiene que se está avanzando para que las mujeres que antes parían en sus casas sean asistidas en los hospitales.
La gente es mucho más generosa de lo que me podía imaginar
Para ello, en el hospital en el que ha trabajado hay siete salas de ginecología para ingresadas, entre 15 y 20 partos al día y cerca de 200 mujeres acuden a consultas externas cada día. Aunque no hay el mismo equipamiento técnico que en España, “no es una cosa tercermundista”. Bernad sostiene que se están haciendo laparoscopias a un nivel altísimo y que los médicos están muy bien formados.
“Los quirófanos están muy bien equipados gracias a donaciones de españoles”, cuenta la española. “La gente es mucho más generosa de lo que me podía imaginar”. Sin embargo, se lamenta de que algunas unidades tienen menos material: “a veces nacen niños prematuros que aquí sacaríamos adelante pero allí no se puede”.
Esta ha sido la primera vez que la voluntaria española viaja a otro país para ayudar. “A estas edades ha sido todo un descubrimiento. Es una lástima no haberlo sabido antes”, afirma. “Me ha gustado tanto la experiencia que quiero repetir. A lo mejor es cuestión es pedirme un mes de permiso, sin sueldo, e irme”.
Desde el principio la acogieron como una más. Y el último día la despidió todo el personal del hospital. La española asegura que ella también ha aprendido mucho en la parte ginecológica con el manejo de patologías severas que aquí estaban olvidadas. “De la experiencia me lo llevo todo”, resume.