El último lanzamiento de misiles por parte del Corea del Norte eleva el desafío del régimen a la comunidad internacional a la vez que echa por tierra algunos de los planes del la nueva administración Trump para aplacar el protagonismo de Kim Jong-un.
La península coreana es un apéndice en el este de Asia del tamaño de Reino Unido que se ha convertido en uno de los puntos más candentes del planeta capaz de desatar una guerra en la que inevitablemente se verían involucradas no sólo las dos coreas junto a Estados Unidos, Japón, China, e inevitablemente Rusia.
La posibilidad de una intervención militar por parte de EEUU está encima de la mesa del nuevo presidente hasta el punto de que el Wall street Journal y otros medios han ilustrando los planes de la Casa Blanca para usar la fuerza militar con el fin de placar y derrocar al régimen de Kim Jong-un.
No obstante, el protagonismo de Pyongyang ha puesto en bandeja de plata al Pentágono la oportunidad de ‘colar’ su escudo antimisiles en la puerta de China y ‘disuadir’ al gigante asiático, con la excusa de contener a Corea del Norte, ante sus crecientes capacidades ofensivas de sus sofisticados misiles intercontinentales y los nuevos ‘asesinos de portaaviones’.
Así se implementaría una acción militar
Hacer realidad la idea que ronda la cabeza del equipo de Donald Trump implicaría un despliegue no de uno, sino de varios portaaviones con sus respectivos grupos de ataque próximos al litoral coreano mientras que en tierra se multiplicarían las unidades de artillería, tanques y militares estadounidenses que se unirían a los miles ya estacionados en la frontera más peligrosa del planeta.
Este despliegue similar al de la Guerra del Golfo llevaría consigo la multiplicación de los sistemas THAAD de defensa anti-misiles que ya a día de hoy están haciendo subir las tensiones entre China y EEUU, por no hablar de la preocupación de Rusia.
Una guerra convencional contra el ejercito de Kim Jong-un serviría de plataforma de pruebas de las nuevas armas y, posiblemente, brindaría la oportunidad de estrenar los nuevos F-35 (principalmente en sus variantes B y C) que penetrarían fácilmente las defensas norcoreanas dirigiendo a distancia el arsenal de misiles lanzados desde tierra mar y aire sin tener que utilizar el armamento alojado en su bodega. La tecnología de invisibilidad sería decisiva ante un país que no de dispone de los sistemas antiaéreos de última generación.
Corea golpearía primero
Las opciones de victoria de Corea del Norte contra una ofensiva total del ejercito norteamericano son escasas en el mejor de los casos, la superioridad aérea, tecnológica y potencial americano sería difícil de vencer para un obsoleto ejercito como el de Kim Jong-un. Pero la disponibilidad de armas nucleares y químicas cambian el equilibrio de fuerzas independientemente de la superioridad del contrincante.
La frontera entre las dos Coreas es un campo de minas como jamás se ha visto nunca antes al que se une una potente artillería que podría reducir a cenizas Seul en poco tiempo. Los primeros pasos de una invasión no serían fáciles pero con la superioridad aérea y una lluvia masiva de misiles de crucero lanzados desde los destructores, bombarderos furtivos y si desde las plataformas del sistema THAAD que en treinta minutos pasan de ser defensivas a ofensivas, anularían los principales núcleos de poder y resistencia de Corea del Norte.
Ante el escenario de una guerra perdida de antemano por la supremacía del adversario, Pyongyang no cometería el error de Saddam Hussein y golpearía las bases americanas y territorios de sus aliados en la zona (Corea del Sur y Japón) antes de que la maquinaria de guerra americana estuviera lista para atacar.
El despliegue norteamericano sería rápidamente descubierto por los norcoreanos que podrían responder con un rápido y contundente ataque contra las bases americanas. Y ningún presidente querría justificar la pérdida de 50.000 soldados o la destrucción de una ciudad de un país aliado.
El escudo antimisiles y el sistema AEGIS de la flota americana y la Fuerza Marítima de Autodefensa de Japón puede ser eficaz, pero las renovadas capacidades de despliegue rápido del ejercito de Corea del Norte hacen factible que un misil logre traspasar las defensas causando el desastre.
Pyongyang saca músculo
Pyongyang a pesar de contar con una economía inferior a la de Afganistan y de las sanciones internacionales, ha conseguido dotarse de capacidad nuclear que Irán desearía para si misma.
Gran parte de la aleccionada población puede pasar hambre o vivir en situaciones difíciles pero el Gobierno da prioridad al desarrollo de su capacidad nuclear y balística como única baza de supervivencia ante las injerencias extranjeras que buscan derrocar a Kim Jong-un.
La última constatación de las capacidades reales del nuevo poder militar se produjo el pasado martes. La Agencia Central de Noticias de Corea anunció el lanzamiento múltiple desde la coste este del país de cuatro misiles balísticos. Eran, explicaron, ejercicios para atacar “las fuerzas agresoras imperialistas de EEUU” situadas en Japón, una clara amenaza a los 50.000 soldados norteamericanos destacados en el país del sol naciente. En concreto, el objetivo de los misiles era la base militar de Iwakuni en Honshu, la isla principal de Japón.
Corea del Norte juega en primera división
La capacidad de golpear a Corea del Sur esta garantizada y la última prueba con Scuds de alcance incrementado demuestran la capacidad de alcanzar objetivos a 1.000 km de distancia con relativa puntería: puesto que tres de estos misiles ‘aterrizaron’ agrupados a tan sólo 300 km de las costas japonesas, el sistema de guiado ya no es un desafío inalcanzable para la industria militar norcoreana.
La última frontera para una disuasión completa vendrá determinada con la consecución de misiles intercontinentales que permitirían al ejercito de Kim Jong-un golpear territorio norteamericano.
El desarrollo de la disuasión nuclear, el almacenamiento de hasta 15 millones de kilogramos de armas químicas, algunas como el agente VX presuntamente empleada en el reciente asesinato del hermanastro de Kim Jong-un, y la posibilidad de llenar las cabezas de los diferentes misiles de estos materiales (incluso con bombas sucias en caso de no contar con una bomba nuclear) blindan al régimen de Pyongyang de una forma más efectiva que si su frontera contara con los temibles sistemas antiaéreos rusos S-400.