Ocho cuerpos maniatados y con un tiro en la cabeza abandonados en un barranco. Es una de las imágenes de la pesadilla que atraviesa Marawi (Filipinas), donde el Ejército del presidente Duterte lucha en cada esquina para recuperar el control de una ciudad que lleva una semana bajo el asedio de las fuerzas rebeldes de Maute.
Este grupo terrorista, considerado una rama del Estado Islámico en la región, es el principal responsable de las escenas de terror que se suceden en esta localidad situada en la isla de Mindanao, al sur del país. Los ocho cadáveres encontrados el lunes pertenecen a un grupo de carpinteros que trataban de huir de Marawi en una de las caravanas de evacuación.
Según la versión de la policía filipina, un grupo de yihadistas les dio el alto y les obligó a recitar de memoria unos versículos del Corán que no acertaron a pronunciar. Fueron apartados del grupo y ejecutados uno a uno. Los guerrilleros dejaron un cartel con la palabra “traidor” sobre sus cabezas.
“La situación está fuera de control. La magnitud del conflicto y el número de personas afectadas es enorme”, relata a este periódico Zia Alonto Adiong, portavoz del comité de crisis que está ayudando en las labores humanitarias para sacar vivos o muertos a los 200.000 habitantes de esta ciudad de mayoría musulmana. Fuentes de la Cruz Roja en la zona calculan que unas 85.000 personas han logrado escapar en los últimos días hacia los improvisados campos de refugiados en las cercanías de Marawi.
La crisis se desencadenó el martes pasado cuando el grupo yihadista asaltó la ciudad tras una fallida redada del Ejército para capturar a Isnilon Hapilon, líder del Abu Sayyaf, también vinculado al EI, y por cuya cabeza EEUU ofrece 5 millones de dólares.
Rehenes en una iglesia
Los yihadistas filipinos, apoyados por milicianos indonesios y malasios, prendieron fuego a la comisaría, a un colegio, a una cárcel y a una iglesia, donde secuestraron a un cura y a 13 feligreses que aún mantienen capturados.
Las últimas noticias de su estado llegaron a través de un vídeo difundido por el aparato de propaganda del Estado Islámico en el que reclamaban al presidente filipino que cesara la ofensiva sobre la ciudad: “Le pedimos que conceda a sus enemigos lo que demandan. Al menos queremos seguir con vida otro día”, decía el religioso en el vídeo.
Los insurgentes llegaron a desfilar encapuchados y a bordo de vehículos con banderas negras del Estado Islámico por las calles de Marawi, donde ocuparon varias instalaciones municipales y un hospital hasta que replegaron sus posiciones ante el avance de las fuerzas armadas de Filipinas.
Las tropas de Duterte tratan de derrotar al grupo terrorista por todos los medios: bombardeos aéreos “de precisión” en los que tratan de evitar los daños colaterales y soldados buscando “casa por casa” a los yihadistas que aún controlan partes de la ciudad, según ha detallado un portavoz del Ejército.
“Los que quedan atrapados no tienen casi comida, temen por sus vidas” y han llamado y enviado mensajes a los servicios de emergencia para suplicar a las autoridades que detengan los bombardeos, explica en conversación telefónica Zia Alonto Adiong.
No hay cifras oficiales de fallecidos durante este asedio, pero el Ejército de Filipinas ya ha indicado que hay más de 100 muertos, la mayoría de ellos militantes de Maute. El número de civiles fallecidos podría superar la veintena y los militares temen encontrarse con más “atrocidades” una vez restablezcan el orden en la zona.
La mano dura de Duterte
“Hacemos un llamamiento a los terroristas que queden en Marawi para que se rindan mientras tengan la oportunidad de hacerlo”, ha amenazado este martes el general Restituto Padilla, que cree que el Ejército retomará el control de la ciudad antes de que acabe la semana. Según Zia Alonto Adiong, la ofensiva militar ha conseguido hasta ahora recuperar el 85% del terreno, pero pronostica que el final de la contienda será complicado por la “gran intensidad de los enfrentamientos en las últimas horas”.
A un mes de cumplir su primer año en el poder, Rodrigo Duterte, está afrontando con mano dura la crisis de Marawi. El presidente filipino ha establecido la ley marcial en toda la isla de Mindanao -un área con más de 20 millones de habitantes- y no ha descartado ampliar su ámbito de aplicación a todo el país si es necesario para garantizar “la seguridad de los ciudadanos”. La legislación establece que esta norma puede estar vigente durante un máximo de 60 días, aunque pasado este tiempo el Congreso puede aprobar ampliar el plazo.
Las ONG temen que Duterte se exceda con la aplicación de la ley marcial que ha instaurado
Desde Human Rights Watch temen que Duterte utilice esta situación excepcional para cometer excesos. “El presidente ha sugerido que los soldados que violen a mujeres durante la operación no serán castigados. Estas palabras hacen probable que el Ejército cometa abusos contra la población civil en la zona”, advierte Phelim Kine, subdirector para Asia de la ONG.
La contundencia de Duterte para sofocar la rebelión ha alcanzado cotas sorprendentes. El líder filipino llegó a pedir a grupos separatistas musulmanes y a la guerrilla maoísta que se uniera a la batalla por recuperar Marawi: “Os contrataré como soldados, con el mismo sueldo y los mismos privilegios y os construiré casas”.