El independentismo catalán tiene en Rusia un aliado no declarado. Desde la anexión de Crimea, no reconocida por la comunidad internacional, Putin busca por una parte agitar división dentro la Unión Europea, por aquello de que la renovación de sanciones requiere unanimidad, y por otra ensalzar cualquier movimiento secesionista que apele al mismo “derecho a decidir” con el que Moscú justificó en marzo de 2014, vía referéndum tras invasión, la incorporación de la península a territorio ruso.
“Cualquier pueblo tiene derecho a la autodeterminación; la independencia es una elección de acuerdo con sus circunstancias”, respondió el presidente preguntado sobre Escocia en la BBC.
La causa catalana es útil para el argumentario de Moscú, así que se pasan por alto otras consideraciones, como que la Generalitat irritase al Kremlin reconociendo en su día con entusiasmo la independencia de Kosovo (escindida de Serbia, tradicional aliado ruso), o que Raül Romeva, responsable de ‘Exteriores’, se esfuerce públicamente por marcar distancias con el referéndum de Crimea.
Sobre el asunto catalán, igual que sobre las elecciones en Francia o EEUU, Putin no toma partido de forma explícita, por aquello de la higiene diplomática. Sin embargo, sus diatribas sobre autodeterminación suenan a música en Barcelona: "Los principios del derecho universal prevén el derecho de los pueblos a decidir por sí mismos su futuro".
Pavel Tarashenko, responsable de la información sobre España del diario Kommersant, explica a EL ESPAÑOL la posición del Kremlin: “El canciller Lavrov y otros representantes del Gobierno repiten que es un asunto interno de España y no lo comentan, pero cuando hablo con ellos en privado dicen que los catalanes tienen derecho a decidir su futuro y que Madrid debe escuchar a la Generalitat”.
La trinchera de los medios
El apoyo ruso al soberanismo se hace explícito en el batallón de medios de comunicación bajo control directo o indirecto del Kremlin, que cubren con empatía y profusión el proceso catalán. Sirva de ejemplo que, según TV3, la cadena estatal Russia Today es la que más tiempo de cobertura ha dedicado a la última Diada.
“Se sigue con interés, los medios gubernamentales dibujan un paralelismo entre este proceso y el de Crimea. La idea que se transmite es: mira, ellos pueden hacer un referéndum en Escocia o una consulta en Cataluña, así que la gente de Crimea tenía también derecho”, explica Tarashenko. El periódico estatal Rossiskaya Gazeta tituló “Declaran la guerra a Barcelona” y “Madrid continúa intimidando a los catalanes” en las fechas previas al 9-N.
“El referéndum se prohibió, no a la manera europea, sino en el espíritu de las tradiciones franquistas”, lo explicó Piervy Kanal, la cadena de televisión más vista de Rusia, que pertenece al principal grupo de comunicación del país, dirigido por la exgimnasta Alina Kabaeva, a la que se atribuye una relación sentimental con Putin. Cabe recordar que dentro de Rusia, defensora ahora de los separatismos en corral ajeno, sigue vigente una ley promulgada durante el conflicto en Chechenia que estipula como delito la mera apología del secesonismo.
El apoyo ruso al procés se ha expresado en las últimas semanas también a través de Wikileaks, esa plataforma teóricamente independiente pero que apoya mediante filtraciones todas las causas internacionales defendidas por Moscú. Primero lo hizo de forma sutil, cuestionando la veracidad del documento de la CIA que alertaba del riesgo de un atentado en Las Ramblas y que dejaba en evidencia a los Mossos.
Después, de forma más evidente, con la campaña en redes sociales de su fundador, Julian Assange, con frases del tipo “Los arrestos solo unen”, ilustrada con los tanques en Tiananmen. El último episodio ha llegado a propósito del cierre de la web del referéndum. "Tenemos mucha experiencia paralizando la censura abusiva. Me complace ayudar a proteger los derechos de publicación de la web del referéndum”, afirma Assange.
El repentino interés desde Moscú por la causa catalana no es, sin embargo, un amor plenamente correspondido. La Rusia de Putin, estigmatizada en la arena internacional por su papel en Ucrania, no es un compañero de viaje deseado por la Generalitat, puesto que equipararse con Crimea no acercaría el anhelado reconocimiento.
Por eso el Govern no ha enviado a ningún delegado a las varias conferencias de regiones con aspiraciones secesionistas organizadas en Moscú tras la anexión de Crimea. Una suerte de ‘Internacional’ independentista a cuyos eventos, celebrados en hoteles de lujo del centro de la capital, han acudido delegados de distinto rango del Frente Polisario, Donbás, Tíbet, Hawai, Escocia o el Véneto, entre otros.
Cataluña, a falta de miembros del Govern, ha sido representada por Enric Folch, de Solidaritat Catalana, una escisión de Esquerra. Oficialmente no son actos organizados por el Kremlin sino por el llamado Movimiento Ruso Antiglobalización, un simple parapeto por la mencionada higiene diplomática. Y es que resulta inconcebible organizar en Moscú una ‘conferencia internacional’ de carácter político sin el beneplácito sino el apoyo de las autoridades. Alexander Ionov, presidente del movimiento, no deja lugar a dudas: “Nuestra organización coopera estrechamente con las repúblicas (autoproclamadas) de Donetsk y Lugansk. Queremos que los asistentes se conviertan en estados independientes”.