La ciudad de Neom, una construcción artificial en la costa de Mar Rojo saudí, será cuando se termine una especie de Marina D'Or pero con todo el lujo y avances tecnológicos que uno pueda soñar, ya ni siquiera imaginarse.
Sin embargo, aunque no se sabe bien cuándo entrará en funcionamiento, varios palacios ya están construidos y le han servido al príncipe heredero saudí, Mohammed Bin Salman, para aislarse de los problemas internacionales que están removiendo su férreo control interno impuesto a base de sonrisas y detenciones; y pasar así unos días de vacaciones.
Con esta decisión, la jaula de oro de Neom ha evitado el conflicto 'diplomático' que había surgido en los últimos veranos por la decisión del heredero de pasar sus vacaciones en Marruecos en vez de en Marbella, como solía hacer su padre, el rey Salman.
Pero ni el refugio interno le ha salvado de los problemas en el exterior. El primer conflicto diplomático surgió hace una semana con Canadá. El Ministerio de Exteriores canadiense había público el pasado 3 de agosto su "honda preocupación por las detenciones en la sociedad civil y los activistas por los derechos de las mujeres en Arabia Saudí".
El comentario fue asumido como un auténtico misil tierra-aire por el Gobierno saudí que activó, sin más, todas las posibles respuestas diplomáticas más graves: la expulsión del embajador de Canadá en Riad, Dennis Horak; dar orden de congelar las relaciones económicas y comerciales por "interferir en asuntos de Estado" y hasta la suspensión de vuelos por parte de la aerolínea estatal saudí con origen y destino a Toronto.
Y el castigo ha ido todavía más lejos: el Financial Times reveló el pasado miércoles que el Banco Central y el fondo estatal de pensiones de Arabia Saudí habían ordenado a sus filiales en el extranjero que se deshicieran de todos sus activos canadienses "sin importar el coste".
Pero Canadá no se ha achantado ni un segundo y ha insistido en su derecho a defender los Derechos Humanos en todo el mundo.
Entre medias de ese conflicto diplomático, al príncipe heredero Bin Salman le ha vuelto a estallar la guerra de Yemen en la cara: decenas de niños muertos cuando iban a un campamento por un ataque de su coalición.
Una de las justificaciones que ha dado siempre el Gobierno saudí para mantener vivo el conflicto peor gestionado de Bin Salman, que también es ministro de Defensa, es salvaguardar a muchos niños que son utilizados, según Arabia Saudí, por los huties como niños soldados.
El asesinato de, al menos, 29 menores de 15 años ha provocado una fuerte reacción internacional, sobre todo de la Organización de Naciones Unidas (ONU) y de Unicef, que ha vuelto a colocar los ojos del mundo sobre un conflicto que lleva miles y miles de víctimas y muchos visos de enconarse en una guerra civil sin una salida pacífica para ninguno de los dos bandos.
Muchos son los que dentro de Arabia Saudí ya cuestionan en privado el gravísimo error de cálculo del príncipe heredero al entrar en esa guerra. Ninguno, o casi ninguno, se atreve a decir en público lo que le puede costar a Bin Salman el empeño yemení.
Y si alguien esperaba una disculpa por la matanza de niños por parte de las fuerzas saudíes o de la coalición árabe que siga esperando. Mientras Bin Salman está en su resort secreto, el único comunicado es que el ataque fue "legítimo".
"El ataque que tuvo lugar en la provincia de Saada es una acción militar legítima contra los elementos que planearon y llevaron a cabo el ataque contra civiles en la ciudad de Yazán (Arabia Saudí) que mató e hirió a civiles", dijo el portavoz de la coalición, Turki al Malki. Fin de cita.