“Echo de menos ser una diosa”: las niñas de Nepal que pasan de ídolos a mortales en un solo día
- En Nepal existe una tradición por la cual tres niñas pueden llevar una vida de diosa, tras conseguir superar una serie de pruebas.
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Vivir en un palacio centenario, llevar una vida de princesa y ser adorada por todo un país podría ser el sueño de cualquier niña soñadora. En Nepal, ese sueño se hace realidad desde hace 700 años para tres "niñas diosas" que son consideradas la reencarnación de la diosa Taleju. Serán reverenciadas y agasajadas hasta que se conviertan en mujer. Entonces pierden todos sus derechos y deben aprender a ser personas normales.
Chanira Bajracharya es la persona que ha mantenido el estatus de niña diosa durante más tiempo en la historia. Durante casi diez años albergó en su cuerpo la reencarnación de Taleju y fue llamada "Kumari", que en sánscrito significa inmaculada, pura. Desde los cinco hasta los 15 años de edad, Chanira vivió encerrada en un templo, conviviendo con monjes y actuando como una deidad viviente cuyo papel es rezar durante horas y bendecir a los fieles. En una entrevista exclusiva para EL ESPAÑOL, Chanira recuerda cómo fue elegida en abril de 2001, cuando tenía seis años y fue superando, una tras otra, las pruebas que le iban poniendo los monjes de Patan, en Katmandú.
"Solo las niñas de entre 2 y seis años de la comunidad de Hakhabahal pueden formar parte de este proceso; Los altos sacerdotes del templo de Taleju reúnen a las niñas en un patio y tras un ritual, las niñas, sentadas en esterillas, deben enfrentarse a la primera prueba". Las pruebas consisten en permanecer calladas y quietas durante el mayor tiempo posible, hasta que las tres niñas que han aguantado así más tiempo son examinadas por la esposa del sumo sacerdote. Aquella que presente más signos de perfección física (hay 32: "cuello de marfil, muslos de gacela...") será coronada "Kumari" al cuarto día, tras una imponente ceremonia. Los rituales pueden incluir dormir toda una noche junto a la cabeza cortada de un animal y tener una carta astral propicia, además de reconocer objetos que pertenecieron a la niña diosa anterior.
Así recuerda Chanira su primer día como “Kumari”: “Aquel día fue maravilloso. Todo el mundo me trataba con gran respeto y me reverenciaba mientras se sucedían los rituales. Mi familia, todos mis parientes y muchos vecinos acudieron para ser bendecidos por mí, la nueva diosa. A pesar de que era muy joven, aún puedo recordar lo feliz que fui ese día”. Los años siguientes consistieron en rezar, recibir lecciones de los monjes y presidir celebraciones religiosas en las que a veces las "Kumaris" deben permanecer sentadas y calladas durante horas. En el caso de Chanira, "Kumari" de Patan -una ciudad en los suburbios de Katmandú-, le era permitido ver a sus padres pero no salir a la calle. Las niñas diosas de Nepal deben permanecer enclaustradas en el templo, nadie puede tocarlas y no pueden pisar la calle, hablar con nadie que no sea monje ni probar la comida del mundo exterior. Hace unos años, la pequeña Sajani, de nueve años, perdió sus derechos divinos al viajar a Estados Unidos y verse envuelta en actos impuros, como ver películas, hacer deporte o usar ordenadores. A su vuelta a Nepal tuvo que ser purificada y poco después dejó de ser "Kumari".
Para Chanira, el último día como diosa fue traumático. Aprender a “andar sola por la calle, conocer el vecindario e ir a la escuela fueron los mayores problemas. Mis padres me apoyaron mucho y por eso pude adaptarme con más facilidad. Pero todavía echo de menos ser una diosa”. El hermano de otra "Kumari" recuerda cómo, al salir del templo, la joven caminaba con la cabeza alta y mirando al frente, sin prestar atención al tráfico ni a los transeúntes. Con el paso de los años, casi todas estas exdiosas se encontrarán con problemas terrenales nuevos para ellas, como tener que hablar con desconocidos, cocinar su propia comida, buscar una pareja o hacer amigos. Con la primera menstruación, se supone que el espíritu divino abandona el cuerpo de las chiquillas y estas pasan de diosas a mortales instantáneamente. De la “vida de princesa mimada, con todas las comodidades y un respeto absoluto”, que disfrutan durante su período de “pureza” pasan a tener que asimilar, en muchos casos sin ayuda, la vulgaridad de una vida ordinaria. La fragancia del incienso y de la madera centenaria dejará paso al olor de las calles polvorientas y congestionadas de uno de los países más pobres del mundo y la vida se volverá más complicada y terrenal.
“Me siento bendecida por haber sido una diosa”, afirma Chanira. “No recuerdo días malos, nunca se me ocurrió escapar del templo. Si bien es cierto que la transición a la vida normal es muy difícil, no tengo sino buenos recuerdos de aquellos años. Todos se preocupaban por mi bienestar, y de todas maneras yo era demasiado pequeña como para preocuparme por nada”. Al igual que las “kumaris”, Nepal es un país en plena transición hacia una democracia plena, después de ser el único país oficialmente hindú del mundo y estar regido por una dinastía despótica y decadente.
Rituales peligrosos
Soplan nuevos vientos en el país de las cumbres y una figura como la de la niña diosa es considerada por algunos como una vergonzosa reliquia de tiempos oscuros en los que también el rey era un dios y en una sola noche se sacrificaban miles de búfalos, en el sangriento festival de Gadhimai, para implorar el favor del cielo. En algunos lugares del país aún se obliga a las mujeres que tienen la regla a dormir fuera de la casa y durante unos días no pueden tocar al ganado, la comida o cualquier objeto religioso. Es el "chaupadi", un ritual que costó la vida en enero a una joven de 21 años que se asfixió con el humo de la hoguera con la que intentaba protegerse del frío.
Si para la mayoría de los niños del mundo, la infancia está llena de recuerdos de travesuras, encuentros familiares y algún que otro castigo. Para Chanira se trata de un período de silencio, espiritualidad y responsabilidad. Sin embargo, no se queja: “Comprendo que haya críticas contra esta cultura y se planteen quejas sobre los derechos de las niñas. Pero la vida (de una "Kumari") no está tan restringida como se suele presentar al público. A pesar de ello, creo que deberían hacerse reformas positivas para hacer la vida de las niñas diosas más fácil. Si no se les permite ir al mundo exterior, se puede traer el mundo hasta ellas. Como hacen otras niñas, pueden divertirse bajo techo. Hay muchos aspectos positivos en esta cultura, es algo hermoso y hay que preservarlo”.
En febrero, la pequeña Nihira, de cinco años, fue llevada en brazos por su madre hasta el mismo templo donde Chanira fue una diosa durante casi diez años. Aquel día, Nihira cambió su pantalón de felpa, sus horquillas rosas y su forro polar con la cara de Minnie Mouse por los ricos ropajes que solo una "Kumari" puede vestir. Durante el camino, su rostro redondeado estaba serio, los profundos ojos negros mirando a las calles por última vez en los próximos años.