India celebra diez millones de bodas al año sin amor (y nadie se divorcia)
- Tres de cada cuatro jóvenes declaran preferir un casamiento acordado por las familias en vez de un romance 'a la occidental'.
- El divorcio, con una incidencia del 1%, está considerado como una desgracia.
- India despenaliza la ley contra el adulterio que trataba a la mujer como un objeto
Cada año se celebran en la India unos diez millones de bodas. Diez millones de parejas que en la mayoría de los casos no estaban enamoradas antes de casarse y que en algunos casos apenas se conocían. Por una mezcla de tradición, sentido práctico y presión social, los matrimonios concertados siguen siendo mayoría en la India, donde tres de cada cuatro jóvenes declaran preferir un casamiento acordado por las familias en vez de un romance 'a la occidental'.
Puesto que el objetivo de todo matrimonio debe ser el de fundar una familia, es necesario que los cónyuges sean compatibles, que tengan cuantas más cosas en común mejor, para evitar problemas desde el comienzo. Los intereses de los novios, o sus preferencias, también tienen un lugar en este ritual que comienza cuando las chicas rondan la mayoría de edad y cuando los chicos tienen un trabajo estable.
Para los indios, el matrimonio proporciona no solo un lugar respetable en la sociedad, sino también la sensación de haber cumplido con un deber para con sus familias. Cumplir los 30 años de edad y ser todavía soltero es una excentricidad, y no es extraño que personas que han dedicado su vida a una carrera profesional exigente se encuentren con que la sociedad les considera individuos “incompletos” por el simple hecho de no estar casados. Además, para los homosexuales o quienes están hartos de lidiar con la presión social o familiar, un matrimonio cosmético puede ser la mejor manera de librarse de preguntas insidiosas.
Así se arregla un matrimonio hindú
El proceso de buscar pareja suele comenzar cuando los progenitores consideran que ya es hora de que el hijo o hija crucen el umbral de la vida adulta, algo que deben hacer de la mano de sus padres. Ellos serán quienes inicien los contactos con otros padres con potenciales novios o novias, ya sean familiares lejanos, vecinos o familias conocidas. Tras recolectar información y unas cuantas fotos favorecedoras de los candidatos, se las mostrarán a su hijo para que haga una primera criba.
A continuación, la comitiva familiar visita la casa del pretendiente para que los novios se conozcan en persona. Habitualmente, el novio visita a la familia de la novia y se expone a las preguntas, más o menos inquisitivas, de sus potenciales suegros, sin que la chica esté presente. Entonces, como por casualidad, aparecerá la futura novia para servir el té, vestida de manera elegante y cruzando apenas unas miradas con el pretendiente. En algunas ocasiones se les da la ocasión de que charlen a solas durante unos minutos. Si ha saltado la chispa y las familias han congeniado, se devolverán las fotos de las otras chicas a sus respectivas familias y se empieza a preparar la boda con la elegida.
La casta, el idioma materno, el apellido familiar, la estatura y complexión, enfermedades como la diabetes, los estudios completados, el salario, el horóscopo, la región natal, el número de dioptrías, la claridad de la piel, el haber vivido o no en el extranjero... todo cuenta a la hora de arreglar un casamiento hindú. Y por supuesto, la dote.
La lista de requisitos que deben ser compatibles es tan larga que se diría que para afinar en el matrimonio perfecto habría que usar un programa informático. Y eso es precisamente lo que hacen webs matrimoniales como Shaadi (“matrimonio”), que comenzó como celestina electrónica en 1997 y hoy cuenta con decenas de millones de usuarios. Por unos 300 euros -el servicio básico-, esta agencia remite los perfiles más adecuados a los progenitores, que son generalmente quienes publican las fichas de los novios. Por un poco más se pueden habilitar funciones de chat online, encuentros familiares en buenos restaurantes e incluso se pueden ocupar de organizar la boda. Hace años, ese papel lo cumplían los cuadernillos de “matrimoniales” que se incluían -aún sigue siendo así- en muchos periódicos indios y que a veces tenían más de 30 páginas. Junto a los anuncios por palabras clasificados por regiones de origen y casta, se anuncian servicios de alquiler de carpas para la boda, expertos en horóscopo, peluquerías con descuentos para grupos y hasta alquileres de caballos y elefantes.
Sin embargo, antes de que se concrete la alianza, es muy posible que ambas familias decidan comprobar si en efecto, ese atractivo joven de Gujarat es de verdad un ejecutivo de Indian Airlines, si el padre de la tímida novia es el respetable coronel retirado que dice ser o incluso si es cierto que la otra familia tiene tierras en el Punjab. Para ello se recurre a agencias de detectives especializadas que emplean métodos acordes con la importancia del encargo. Si por ejemplo existen rumores de que el novio puede ser alcohólico o mujeriego, la agencia intentará sonsacar información al servicio doméstico, a los vecinos o a los enemigos de la familia, que suelen ser la mejor fuente de información.
Hay cosas que se pueden pasar por alto, como que la novia emplea cremas blanqueadoras de la piel o que el título universitario del novio fue obtenido a golpe de talonario, incluso alguien cuyo primer matrimonio será desgraciado según su carta astrológica -se les llama manglik- puede casarse con un animal, sacrificarlo y después contraer segundas nupcias con su pareja sin miedo al horóscopo. Pero la existencia de la dote, un jugoso lote de regalos y dinero que el padre de la novia suele entregar al novio, hace que se den casos de poligamia y de gigolós profesionales que han engañado a varias familias y desaparecido con el botín.
"Este mundo es muy materialista"
La visión del matrimonio como un medio para conseguir algo más que un fin en sí mismo es lo que propicia que en ocasiones se produzcan fraudes económicos y engaños con vistas a conseguir, por ejemplo, un permiso de residencia. Es lo que le ocurrió a Sid Pandya, un próspero ingeniero informático de 28 años que reside en Estados Unidos. Sin que él estuviera al tanto, su familia se afanó en buscarle una novia y un buen día le llamaron por teléfono para decirle que iba a casarse con la chica que vería por primera vez unas semanas más tarde. Pandya quedó gratamente sorprendido al conocer a su novia y la boda se llevó a cabo, sin dote de por medio, en pocas semanas.
Sin embargo, cuenta en una carta al periódico a Times of India, “la noche de bodas todo cambió. Se mostró distante, me pidió cigarrillos y alcohol y me dijo que aunque yo fuese su marido, no pensaba dormir conmigo”. El divorcio llegó en seguida y Pandya se dio cuenta de que lo único que quería la novia era un permiso de residencia en Estados Unidos. Aún hoy se lamenta: “¿Pero qué hay de todos esos meses en que pasamos horas y horas hablando por teléfono y ella parecía ser dulce y se interesaba por mí? ¿Estaba fingiendo? Todavía no lo sé. Algo que prendí es que desgraciadamente este mundo es muy materialista”.
Aunque algunas sentencias judiciales recientes hacen pensar que la emancipación de la mujer en la India es un hecho y que algunas tradiciones discriminatorias están perdiendo peso en esta sociedad, lo cierto es que muchos tabúes persisten, sobre todo en las zonas rurales. La costumbre de la dote, que a veces desemboca en un abuso hacia la familia de la novia, ha endeudado a muchas familias ansiosas por cazar a un buen partido que desde el principio muestra sus poco románticas intenciones exigiendo dinero, propiedades, coches y electrodomésticos.
En el hinduismo, se considera que el matrimonio es un compromiso de por vida y el divorcio, con una incidencia del 1% (y que se da casi exclusivamente en las ciudades), es considerado como una desgracia que ensucia el nombre de toda la familia y a veces se encubre de cara a la sociedad. Aun así, en estados como Kerala, más desarrollados que los del norte, las demandas de divorcio se han multiplicado por 3,5 en los últimos años.
Las vistosas imágenes de bodas hindúes, donde todos los excesos tienen cabida y se despliega todo el lujo que el dinero del padre de la novia pueda pagar, son casi siempre la culminación de negociaciones, pactos, transferencias bancarias y ajustes entre clanes familiares. Durante la ceremonia todos le desearán a la nueva pareja prosperidad, entendimiento y muchos hijos mientras disfrutan de una celebración que puede alcanzar extremos delirantes. En el caso de magnates, millonarios o celebridades, las invitaciones a la boda pueden consistir en una placa de oro con el texto de la invitación, un carísimo reloj junto a la tarjeta o billetes de avión para un paraíso tropical. Con el objetivo de salir en la portada de los periódicos, los organizadores del enlace dan rienda suelta a su imaginación y contratan helicópteros que hagan caer una lluvia de pétalos de rosa, invitan -previo pago- a estrellas de Bollywood para que asistan a la fiesta o cuentan con la actuación de estrellas de pop occidentales. El ruido y la fanfarria de una boda india entre ricos no tiene nada que ver con la intimidad y el romanticismo: se trata de celebrar el éxito de una nueva alianza que a su vez engendrará nuevas uniones concertadas para perpetuar una tradición que en otros países podría verse como materialista.
En el documental Una chica apropiada, presentado el año pasado en el Festival Tribeca de Estados Unidos y dirigido por las norteamericanas de origen indio Sarita Khurana y Smriti Mundhra, una de las chicas entrevistadas dice que “no se trata de si estoy o no preparada o qué se espera de mí; sé que tengo que hacerlo, sé que tengo que casarme”. Su prometido, por su parte, replica pensativo: “No sé por qué la gente se casa... Pero sí, sé que es algo que tiene que hacerse, así que si no es con ella, será con otra”.