Los talibán avanzan imparables aprovechando el repliegue de las tropas de Estados Unidos y de la OTAN en Afganistán. Este jueves, los insurgentes confirmaron la conquista de tres nuevas capitales -Ghazni, Qala-e-Naw y Herat- y ya tienen en su poder 12 de las 34 de las que consta el país. El Gobierno de Ashraf Ghani Ahmadzai trata de contener la ofensiva consciente de una cuenta atrás: el botín es Kabul y será en Kabul donde se libre la batalla decisiva.
Washington no cambia de planes y su presencia en el país expira a finales de agosto. La retirada es total sobre el terreno con el compromiso de mantener el apoyo aéreo "cuando sea viable", en palabras del portavoz del Pentágono, John Kirby. Kirby admite "preocupación", pero recalca que son las fuerzas afganas las que deben "defender su país" y que tienen capacidad para "marcar la diferencia", empezando por su superioridad numérica: 300.000 efectivos entre militares y policías.
Joe Biden también se ha pronunciado, con un mensaje aún más contundente. El presidente no se "arrepiente" de haber ordenado el fin de la misión en Afganistán y lo justifica en el más de un billón de dólares gastado en 20 años y en los "millares" de soldados estadounidenses muertos o heridos en la contienda. Biden pide al Gobierno y al ejército afganos que "aúnen esfuerzos" y "luchen por sí mismos y por su país", subrayando la idea de que ya no podrán contar con Estados Unidos.
En Ghazni ya está izada la bandera blanca que identifica la presencia de los talibán y la expansión se teme imparable. Bandera blanca también en Qala-e-Naw y Herat, la tercera ciudad del país en población y uno de los principales centros comerciales y ejes de Afganistán al tener frontera con Irán y Turkmenistán.
Incluso las peores previsiones en cuanto a plazos se están viendo superadas y las conquistas se producen con rapidez. El apoyo aéreo de Estados Unidos no tiene comparación con el de estos meses y años atrás y los insurgentes se mueven con facilidad, obligando a las tropas locales, las que no son ejecutadas, a rendirse y huir.
La gran batalla
En vista de esta precipitación de los acontecimientos, es inevitable que el Gobierno ya tenga sobre la mesa el plan para la gran batalla, cuando sea Kabul la que esté en disputa.
La capital de Afganistán no se ha visto por ahora alterada por el cambio de planes de Estados Unidos y la OTAN, pero queda poco. La inteligencia estadounidense, cuenta la agencia Associated Press, estima que Kabul puede caer en dos o como máximo tres meses. El clima es de pesimismo, pero el presidente Ghani Ahmadzai y su nuevo responsable de Defensa, Bismillah Khan, no están dispuestos a asumir la derrota y preparan el momento incluso a costa de tener que sacrificar otros territorios.
El Gobierno estudia, además de Kabul, qué intereses le urge preservar para concentrar en ellos todos los recursos y esfuerzos. Sólo resistiendo en esos fortines sería posible una hipotética reconquista, en estos momentos impensable.
La crisis tiene otra derivada, muy grave: cinco millones de personas se han visto forzadas a desplazarse internamente, concreta la Organización Mundial para las Migraciones (OIM). Sólo en 2021 lo han hecho 359.000.
Intento de acuerdo en Doha
A esto hay que sumar que el país cuenta con 680.000 retornados indocumentados, personas que en los últimos siete meses habían regresado a sus lugares de origen. Todo esto en lo que se considera la víspera de una tercera ola de la Covid-19 y una severa sequía. La suma de los factores, según la OIM, "deja a casi la mitad de la población con la necesidad de acceder a asistencia de emergencia".
El fin del conflicto sólo tiene una vía, improbable, en Doha, Qatar. Allí, el Gobierno afgano ha ofrecido a una delegación talibán un acuerdo para repartirse el poder a cambio del "cese inmediato de los ataques a las ciudades".
Pero los talibán están lanzados y ante su mejor oportunidad en mucho tiempo. Lo saben en Washington, que ha pedido a los ciudadanos estadounidenses en Afganistán que abandonen el país cuanto antes, y lo saben en Francia, que ha suspendido las expulsiones de migrantes a Afganistán por su seguridad.
También lo saben en España, donde los ministerios de Exteriores y Defensa trabajan contrarreloj para salvar a sus traductores. Madrid no prevé aún evacuar la embajada en Kabul, pero está preparada para hacerlo en el momento que pudiera ser necesario.