La Administración Biden hizo oficial en mayo de 2021 su retirada de Afganistán. Casi nadie podía pensar entonces que en apenas tres meses los talibanes se harían con el control del país por medio de una ofensiva relámpago que desalojó al Ejecutivo afgano, amparado por la comunidad internacional, del poder que ostentó durante dos décadas.
Tras el anuncio hecho por la Casa Blanca en la primavera del año pasado, que fijó como fecha oficial de su retirada el 31 de agosto de 2021, lo primero que hicieron los talibanes fue capturar un distrito en la provincia de Baghlan, el primero que cayó bajo control insurgente desde el inicio oficial de la retirada de EEUU y la OTAN.
Dos meses después, el 14 de julio, los talibanes tomaron el control de un importante paso fronterizo con Pakistán, país al que el Gobierno de Kabul acusaba de apoyar la insurgencia. Al día siguiente los talibanes ofrecieron un alto el fuego de 3 meses a cambio de liberar a sus 7.000 presos. Pero las conversaciones de Doha concluyeron sin acuerdo alguno. Para entonces la situación en el país del suroeste asiático ya era notablemente inestable.
La llegada a Kabul se enmarcó en una ofensiva relámpago en la que los talibanes fueron estrechando en sólo unos días el cerco sobre la capital, donde comenzaron a entrar por diversos frentes a primera hora del domingo 15 de agosto, hace exactamente un año. El Gobierno afgano de Ashraf Ghani culpó entonces a EEUU del avance de los talibanes, que el 2 de agosto de 2021 ya asediaban tres ciudades clave.
En aquellos días la tensión en el país iba en aumento: Afganistán vivía intensos combates con los talibanes en al menos 11 provincias con cerca de 400 insurgentes muertos y miles de civiles obligados a huir de sus hogares. Ante la escalada de violencia, la comunidad internacional presionó en la ONU a los talibanes para que detuvieran su ofensiva militar. Pero ya era demasiado tarde.
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El 11 de agosto los talibanes tomaron el control del Cuerpo 217 de Ejército de Pamir, en la norteña ciudad de Kunduz, convirtiéndose en el primer cuerpo del Ejército afgano en dos décadas de guerra en caer en manos insurgentes. Fue entonces cuando el Gobierno de Ghani propuso a los talibanes compartir el poder a cambio de un alto el fuego inmediato. Pero aquello era un intento a la desesperada y los talibanes, conscientes de que tenían la sartén por el mango, rechazaron la oferta.
Tres días después de aquella proposición, el 15 de agosto de 2021, los talibanes entraron en Kabul sin ninguna resistencia. Y el presidente Ghani abandonó el país con rumbo a Tayikistán, según aseguró entonces un asesor cercano del mandatario a la cadena india WION News.
Las últimas plazas en caer, el día anterior, fueron Gardiz, Nilli y Jalalabad, la quinta ciudad más grande de Afganistán y la más importante de la zona este. Y la última gran victoria de los talibanes fue el anuncio de la toma de la cárcel militar de Bagram, que durante años fue la prisión principal utilizada por las fuerzas estadounidenses.
La cárcel, ubicada dentro de la mayor fortaleza de seguridad de Afganistán, en la provincia de Parwan y a unos 70 kilómetros al norte de Kabul, albergó a muchos cabecillas de la insurgencia talibán y a cientos de reclusos. Y, nada más llegar los talibanes, todos los presos fueron liberados y trasladados a un lugar seguro.
Con este avance, los insurgentes desencadenaron el pánico entre la población, que huyó de las zonas dominadas por los talibán. En la oficina de registro de Kabul, donde se llevaban a cabo los procedimientos necesarios para la obtención de nuevos pasaportes, una marea humana intentó entrar a la desesperada. Otros se apelotonaron frente a los cajeros automáticos, muchos de ellos sin efectivo, para recuperar sus ahorros y prepararse en caso de tener que abandonar el país.
La situación fue tan caótica aquellos días que muchos países realizaron un llamamiento urgente a la comunidad internacional para que se mantuvieran abiertas las fronteras de Afganistán y pudieran salir todas las personas que lo desaran, especialmente las mujeres.
Al día siguiente de la toma de Kabul por los talibanes EEUU pidió a sus ciudadanos que no acudieran al aeropuerto de la capital. Fue entonces cuando se vieron las dramáticas escenas de centenares de personas aferrándose a los aviones, a sus alas y sus trenes de aterrizaje, jugándose la vida e intentando en vano abandonar Afganistán.
El Gobierno español se movió entonces con rapidez y en apenas 24 horas partió hacia Kabul el primer avión España-Dubai de las Fuerzas Armadas para repatriar a los españoles atrapados allí. Tres días después, llegaba a Madrid con 53 personas a bordo, cinco de ellas españolas y 48 afganas. Para ellos terminaba la pesadilla, pero el terror en Afganistán no había hecho más que comenzar.
El pasado 10 de agosto llegaron a España los últimos excolaboradores afganos. La llegada de ese grupo coincidió con el primer aniversario de la operación de rescate puesta en marcha por España tras la llegada al poder de los talibanes. Una de las operaciones más complicadas de los últimos años pero que demuestra la profesionalidad de nuestras Fuerzas Armadas que, en medio del caos, han conseguido evacuar a alrededor de 3.000 personas. Tres mil almas que podrán empezar una nueva vida.
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