En un enérgico discurso dado el lunes durante la sesión del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, Zhang Jun, embajador de China ante la ONU, cuestionó la postura de Estados Unidos al desoír los llamados de sus aliados árabes y de una gran parte de la comunidad internacional para respaldar un alto el fuego permanente. "EEUU pretende que no busca crear conflictos en Oriente Medio ni en ningún otro lugar, pero en realidad hace precisamente lo contrario", afirmó el diplomático.
Cuando Hamás atacó Israel el 7 de octubre, matando a más de 1.400 personas, los líderes de la gran mayoría de las potencias del mundo, entre los que se encontraban EEUU, el Reino Unido o Japón, condenaron inmediatamente al grupo terrorista y prometieron su apoyo a Israel. En cambio, China adoptó un enfoque completamente diferente. Al principio, instó a todas las partes a mantener la calma, actuar con moderación y poner fin a las hostilidades. Tras las presiones internacionales, también declaró su oposición y condena de todos los actos que dañan a los civiles.
Una vez iniciada la ofensiva en la Franja de Gaza, varios funcionarios chinos declararon que los ataques israelíes habían “ido más allá de la autodefensa” y los condenaron como “castigo colectivo”. Y, en las siguientes semanas, Pekín sostuvo que la única solución al conflicto era el establecimiento de un Estado palestino. En este contexto, señala Shaun Narine, profesor de Relaciones Internacionales y Ciencias Políticas de la Universidad St. Thomas (Canadá), “la guerra de Gaza ofrece a China oportunidades diplomáticas y políticas”.
Pro-Palestina, ¿o no?
Históricamente, el gigante asiático ha mantenido una postura solidaria con la causa palestina. En la década de los años 60, Mao Zedong vinculó la existencia de Israel a la de Taiwán, describiéndolos como "bases del imperialismo en Asia" y abogando por la eliminación de Israel de Oriente Próximo. Sin embargo, esta perspectiva ha evolucionado significativamente con el tiempo. En 1992, China estableció relaciones diplomáticas con Israel, marcando un cambio notable en su enfoque.
Desde entonces, ambos países han experimentado una espectacular expansión de sus vínculos comerciales. China se ha convertido en el tercer socio comercial de Israel con 21.000 millones de dólares en 2022 y, además, ha emergido como una significativa fuente de inversión extranjera con un total de 14.700 millones de dólares invertidos entre 2005 y 2022. Huawei, por ejemplo, tiene importantes acuerdos comerciales con empresas israelíes.
China también tiene un gran interés en las infraestructuras críticas de Israel a través de su participación en la Iniciativa de la Franja y la Ruta. Esto incluye proyectos como el puerto de Haifa, el puerto de Ashdod, túneles subterráneos y sistemas de control en el norte de las montañas del Carmelo, así como el sistema de metro de Tel Aviv. Estas infraestructuras revisten una importancia estratégica fundamental para Israel, dado que muchas de ellas se encuentran en proximidad a instalaciones militares cruciales, empresas destacadas y proveedores esenciales de servicios, tanto en el ámbito militar como civil.
Ante este panorama, para Pekín, es fundamental mantener un equilibrio entre su apoyo a Palestina y sus intereses económicos en Israel. “China sigue apoyando a Palestina en política exterior y, además de proponer una solución de dos Estados, afirma que está al lado de Palestina en su lucha nacional. Sin embargo, las relaciones financieras entre Israel y China requieren que actúe como actor de equilibrio desempeñando un papel de mediador en el conflicto palestino-israelí”, explica Sercan Çalışkan, investigador del Centro de Estudios sobre Oriente Medio (ORSAM) de Ankara.
El 'pacificador' del mundo
Ante la espiral de conflictos que recorre Oriente Próximo, a diferencia de EEUU, China se presenta a sí misma como una potencia que “defiende la equidad y la justicia internacionales”, mientras que Washington “sólo se preocupa por sus intereses”. Así, al instar a todas las partes a cesar las hostilidades, China busca posicionarse como un agente de paz en la región.
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Ciertamente, China tiene un gran interés en promover la paz en Oriente Próximo, dado que aproximadamente la mitad del petróleo que importa procede de la región. Anteriormente, el gigante asiático ayudó a Arabia Saudí e Irán a normalizar sus relaciones y apoyó la entrada de cuatro países de la región al BRICS, un foro internacional que representa a las potencias emergentes del mundo fundado por Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica.
Al adoptar repetidamente esta postura, según indica Michael Singh, director general del Washington Institute en un artículo, es probable que China busque sacar provecho de la “tendencia del Sur global a ver la política estadounidense con escepticismo y a aceptar la narrativa avanzada por Pekín y Moscú (e Irán)”. Por tanto, ocupar ese vacío dejado Washington emerge como uno de los principales beneficios potenciales que China podría obtener de los conflictos que atraviesan la región.
Por otro lado, según señala Narine, el estallido del conflicto palestino-israelí también podría permitir a Pekín debilitar a Estados Unidos en varios aspectos. Por ejemplo, desde un punto de vista político, Washington perdería credibilidad en sus críticas al trato que China da al pueblo uigur. “EEUU argumenta que Israel tiene derecho a protegerse del terrorismo. China ha reclamado el mismo derecho en su opresión de los uigures en Xinjiang”, afirma el profesor.
Además, Çalışkan añade que el desencadenamiento del conflicto obligaría a Washington a mantener su atención en Oriente Próximo, lo que dificultaría su capacidad para concentrarse en maximizar su influencia en la región de Asia-Pacífico, donde se está librando una lucha de poder global. “La interrupción de EEUU en Oriente Próximo aumentará el campo de acción de China en la lucha de poder global”, concluye el investigador.