El día después del 26-J, el primer ministro italiano, Matteo Renzi, volvió a defender su reforma de la ley electoral con un argumento que ha convertido en recurrente: “para que no haya un bloqueo como en España”.
El premier italiano repite que la noche de las elecciones se debe conocer quién va a gobernar y que éste debe gozar de una mayoría clara. Una verdadera revolución en un país en el que los gobiernos, si tienen suerte, duran una media de algo más de un año y el presidente del Consejo de Ministros debe pactar hasta con el último de los diputados. Ahora que España se parece a Italia, Italia no quiere parecerse a España.
Para ello, el Parlamento aprobó una reforma de la ley electoral que entró en vigor el pasado 1 de julio. Se la conoce como Italicum y establece una segunda vuelta si ninguna de las listas que concurren a las elecciones legislativas obtienen más del 37% de los votos. En caso de llegar a esta cota, se le otorgaría un premio adicional equivalente al 15% de los escaños, por lo que gobernaría con un máximo de 340 diputados de los 630 que tiene la Cámara baja.
Si, por el contrario, fuera necesaria una segunda vuelta, también la lista ganadora contaría con un extra que le permitiría gobernar en mayoría. Al ganador se le asignarían 321 escaños y el resto deberían repartirse entre el resto de fuerzas políticas.
En Italia no rige la ley d’Hont, sino un sistema proporcional clásico, que facilita un Parlamento muy fragmentado. Y como en España, éste elige al primer ministro. Tras la Segunda Guerra Mundial, Italia buscaba espantar el fantasma de una mayoría comunista y el resultado fue el triunfo de la democracia cristiana, apoyada por grupos de diverso signo. Lo que se premió entonces fue a las minorías, aunque curiosamente estableciendo un sistema repartido en una treintena de circunscripciones, no muy distinto al español.
Pese a repartirse los escaños de acuerdo al resultado en las actuales 20 circunscripciones regionales, subdivididas en 100 colegios plurinominales, lo que establece la nueva ley son premios de mayoría según el resultado total de las fuerzas políticas. Se privilegia además a las listas de un solo partido y se penaliza a las coaliciones. Y además se establece un suelo muy elevado para poder entrar en el Parlamento: 8% para listas individuales y 12% para coaliciones.
¿Y SI SE HUBIESE APLICADO ESTE SISTEMA EN ESPAÑA?
Si aplicásemos este sistema en España, el resultado sería muy distinto al que tenemos. Para empezar, tanto el 20-D como el 26-J hubiésemos ido a una segunda vuelta con PP y PSOE, lo que hubiera sido un triunfo rotundo del bipartidismo. Y si atendemos al resultado global, al menos basándonos en un eje izquierda-derecha, Pedro Sánchez tendría al menos muchas más posibilidades de gobernar de las que tiene ahora.
Además, con este listón Izquierda Unida sólo conseguiría sobrevivir bajo su reciente alianza con Podemos. Mientras que el panorama para los nacionalistas no cambiaría demasiado, puesto que todos los partidos con representación parlamentaria superarían el mínimo establecido en Italia en las comunidades en las que se presentan.
El diputado del gobernante Partido Democrático (PD) Emanuele Fiano, responsable de las reformas institucionales en la Cámara de Diputados, argumenta que la nueva ley representa “un sistema absolutamente novedoso en sistemas no presidencialistas”. Italia cuenta con un presidente de la República, pero es designado por el primer ministro con el apoyo de la Cámara baja.
“Italia ha demostrado tener defectos en la gobernabilidad, la capacidad en la toma de decisiones y la estabilidad de sus gobiernos. No es posible tener una democracia en la que existe proporcionalidad, pero no se puede gobernar y no responder a las demandas de los ciudadanos”, argumenta Fiano.
Según el diputado del PD, el gobierno quedaría ratificado por la población hasta en dos ocasiones. Aunque quienes se oponen alegan lo contrario. Escribe en el Corriere della Sera el exdiputado y senador Stefano Passigli que “en un segundo turno entre las dos primeras listas, será una tercera fuerza la llamada a decidir el resultado”. “Será, por tanto, un voto en contra y no representativo, por lo que se volverá a alianzas incapaces de gobernar”, opina Passigli.
El Italicum sustituye a la ley Calderolli, conocida como Porcellum (‘marranada’), que ya atribuía premios de mayoría, pero no una segunda vuelta como ahora. Y si el Porcellum fue aprobado bajo el gobierno de Silvio Berlusconi, Renzi buscó el apoyo del propio Berlusconi para aprobar su ley, con la intención de dejar fuera de juego al incipiente Movimiento 5 Estrellas.
Con esas alianzas, la formación del cómico Beppe Grillo se opuso tanto a la nueva ley electoral como a la reforma constitucional, la otra pata fundamental del escenario transformador que plantea Renzi para Italia. Esta otra norma, que deberá ser aprobada en referéndum el próximo otoño, pretende desposeer de funciones al Senado y dejarlo como una cámara meramente representativa.
UN SENADO DESINFLADO
El Senado, que ahora goza de las mismas competencias de la Cámara de Diputados y que retrasa eternamente los trámites legislativos porque las leyes deben ser aprobadas de forma idéntica en ambos órganos, quedaría reducido a la mínima expresión y ni siquiera sería elegido por la ciudadanía.
Curiosamente, el Movimiento 5 Estrellas podría ser el mayor favorecido de esta reforma constitucional. Al menos guiándonos por los resultados en las últimas elecciones regionales, en las que se impusieron en 19 de las 20 segundas vueltas a las que concurrieron.
Por eso, tanto desde la derecha como desde su propio partido le piden a Renzi que modifique esta norma. Pero el primer ministro ha decidido que su partido es a vida o muerte y ya ha reiterado que no piensa tocarla. Si pierde el referéndum de otoño, dimite, amenaza. Si quieren que el partido maniobre 180 grados, “convocad un congreso y ganadme”, sentencia.
La nueva ley electoral podría ser incluso tumbada por el Tribunal Constitucional, que estudia varias demandas sobre su encaje en la Carta Magna. También se presentó una iniciativa popular para que fuera sometida a referéndum, pero se ha quedado en 420.000 firmas de las 500.000 necesarias.
El marco político en el que ha convivido Italia durante las últimas décadas tenía como objetivo impedir el famoso sorpasso de los comunistas. Algo que nunca se llegó a producir. Sin embargo, el adelanto de un partido nacido como reacción a la política tradicional aquí sí que goza de una nueva oportunidad. Gracias, precisamente, a la reforma ideada por quienes pretendían excluirlos.