En la investigación de la matanza de Múnich, quienes conocen a su autor, Ali David Sonboly, o casos psiquiátricos como el suyo, arrojan la imagen de un chico enfermo y marcado por sus problemas mentales. Destacan también rasgos como su carácter solitario y su interés en crímenes como los de Columbine, la masacre perpetrada por dos estudiantes en un instituto de Estados Unidos en los años 90, o el más reciente ocurrido en la isla de Utoya (Noruega), a manos del ultraderechista Anders Breivik.
Las autoridades germanas plantean en su investigación que la matanza que causó Sonboly, quien antes de quitarse la vida el viernes noche asesinó a nueve personas y dejó 27 heridos, está íntimamente relacionada con los problemas psicológicos del joven germano-iraní de 18 años. “Era una persona que tenía algún problema psiquiátrico”, según ha indicado el fiscal bávaro, Thomas Steinkraus-Koch, quien daba así por descartada la pista islamista en la motivación del crimen.
En la casa de los padres del chico de Múnich, registrada en la mañana del sábado por la policía, los agentes se llevaron, entre otro material, un ejemplar de la edición alemana del libro del psicólogo estadounidense Peter Langman, Why Kids Kill: Inside the Minds of School Shooters (Ed. Griffin, 2010) – “Por qué matan los niños: dentro de la mente de los niños pistoleros”. El profesor de Salud Pública y Educación de la prestigiosa Hertie School of Governance de Berlín, Klaus Hurrelmann, escribió el prólogo de dicho volumen, dedicado a matanzas de escolares como las llevadas a cabo por los estadounidenses Eric Harris y Dylan Klebold en el Instituto de Columbine en 1999.
De matanzas como esa, que costó la vida a 15 personas –incluidas las de los dos chicos– o la del ultraderechista noruego Anders Breivik, que acabó con la vida de 77 personas en la isla de Utoya y de la que el viernes se cumplió un lustro exacto, se habría inspirado un Sonboly que se encontraba bajo tratamiento por problemas psiquiátricos.
“Me resulta raro que el chico de Múnich haya podido leer el libro”, dice Klaus Hurrelmann a este periódico. Para él “lo interesante” de su caso es “por qué no dirigió su agresión a sus compañeros de clase en el ámbito escolar” y en lugar de eso eligió “un centro comercial y un restaurante”. Esto no le hace corresponder con la decena de casos estudiados en Why Kids Kill: Inside the Minds of School Shooters, muy a pesar de que, según ha podido saberse, Sonboly sufría el acoso de sus compañeros de escuela.
UN CASO INCOMPRENSIBLE
De lo que no le cabe duda es que el gesto de Sonboly tiene mucho de síndrome Amok, que se manifiesta con un arrebato violento contra la sociedad o parte de ella y que sólo frenan el suicidio o la inmovilización del sujeto. “Casos como éste no suelen ser del todo explicados”, sostiene Hurrelmann. Sus años de estudios en psicología y ciencias sociales no le impiden reconocer lo mucho que hay de incomprensible de casos como el del chico de Múnich.
Ese sentimiento de incomprensión es el que se respiraba precisamente en todo Múnich el día después del ataque, ocurrido en el distrito de Moosach. En el más céntrico barrio de Maxvorstadt, situado a cinco kilómetros al sur del lugar de la matanza y donde Sonboly vivía con sus padres, ha causado estupor saber que uno de sus habitantes era responsable de haber puesto a la capital bávara en el centro de atención internacional. Por momentos, el viernes se temió que lo que fue aparentemente un arrebato de locura se tratara del primer atentado a gran escala del Estado Islámico en Alemania.
SOLITARIO Y SIN CONFIANZA
“Uno no se imagina nunca algo así”, dice a EL ESPAÑOL Mohamed, responsable de una peluquería situada a escasos 100 metros del portal del edificio en cuyo cuarto piso vivía Sonboly con sus padres. “Es cierto que era un joven solitario, que a sus 18 años demostraba no tener confianza en sí mismo, no era de hablar mucho y, de hecho, siempre había que sacarle las palabras de la boca”, añade el peluquero, que conocía al chico desde hace “dos o tres de años”, según sus cálculos.
De acuerdo con este estilista de barrio, Ali David y sus padres, dos refugiados iraníes llegados a Alemania en los años noventa, se instalaron en el edificio en el que vivían en Maxvorstadt al poco de ser construido. La edificación es reciente y, por sus habitantes, da cuenta de la mezcla que existe en la zona de la Dachauerstrasse – la calle más larga de Múnich, al extenderse en algo más de once kilómetros.
“Ahí vive gente rica y gente normal, que recibe ayudas del Estado”, asegura Mohamed. De las posibilidades de algunos de los habitantes del edificio da buena cuenta que en los locales de los bajos del bloque haya un concesionario de coches de lujo de la marca italiana Maseratti. También hay una tienda de trajes de novia.
FAMILIA MODESTA
Los Sonboly no pertenecían a los más acomodados del barrio si uno cree las declaraciones del propio asaltante del McDonald's y del centro comercial Olympia, al cual se escucha decir en uno de los vídeos grabado durante su ataque que creció beneficiándose de las ayudas sociales del Estado germano.
Sin embargo, él y su familia pasaban perfectamente desapercibidos. Selal, dependienta de una heladería situada no lejos de la peluquería de Mohamed, afirma no haber visto nunca al joven. “Resulta raro no haberle visto antes, tal vez fuera alguien que no saliera mucho a la calle”, mantiene. Quien sí lo conoce de vista sí se atreve a afirmar que “era un chico agradable y tranquilo”, según lo define a este periódico un vecino que vive en su mismo portal y que prefiere mantenerse en el anonimato.
“Es horrible darse cuenta que tu vecino es responsable de algo así”, afirma por su parte Sebastian, un joven inquilino del edificio. “Me enteré esta mañana de que él era mi vecino”, reconoce, aludiendo al autor del tiroteo. Como Sebastian muchos alrededor de Sonboly no vieron que en el chico se estaba gestando unas violentas intenciones que desencadenaron el drama del viernes.
Entre ellos también están los responsables del reciente cierre del Centro de Salud que está situado en la acera de enfrente y a escasos cien metros del portal del bloque donde ahora viven asolados los Sonboly. Allí, en la segunda planta, se ofrecía atención psicológica a adolescentes.