El policía más relevante de Alemania: “El país está en peligro”
- Rainer Wendt, presidente del mayor sindicato policial germano, pone de vuelta y media “la debilidad del Estado”.
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En el Ministerio del Interior alemán no suelen quedarse indiferentes cuando habla Rainer Wendt, presidente del Sindicato de Policía Alemán (DPolG, por sus siglas alemanas). “¡Qué!¡Pero por Dios!”, “¡Esto es incitar al odio!”, “¡Esto es el discurso de Alternativa para Alemania [el partido de ultraderecha]!”, “¡Pobres refugiados!”, “¡Tonterías!”, “¡Una idiotez!”. Esas son algunas de las reacciones que han generado las opiniones de Wendt en el Ministerio que dirige el cristianodemócrata Thomas de Maizière. Así lo cuenta el propio líder sindical a EL ESPAÑOL con motivo de la presentación de su primer libro, un ensayo publicado hace escasas semanas que se ha convertido en uno de los superventas del momento en el país.
El volumen se titula “Alemania en peligro: cómo un Estado débil pone en juego nuestra seguridad” (Deutschland in Gefahr: wie ein schwacher Staat unser Sicherheit aufs Spiel setzt, Ed. Riva). En él, Wendt describe una Alemania a la que parece faltarle poco para ser un Estado fallido. Su libro contiene una severa crítica frente a lo que este sindicalista considera “malas políticas” en materia de seguridad, judicial y educativa, que exponen al país de la canciller Angela Merkel a riesgos de dimensiones nunca vistas, según su tesis.
“En Alemania, el Estado se ha hecho muy débil en los últimos 25 años”, dice Wendt. “Después de la reunificación alemana pensamos que ya no nos hacía falta el Estado, ni las escuelas, ni la policía, ni los jueces, se pensaba que sólo necesitábamos dar comodidades a la economía porque sólo importaba que las empresas funcionasen, esto fue un claro error”. Resultado de esta lógica ha sido una paulatina reducción del número de funcionarios en áreas clave, añade, y por eso ahora “uno puede preocuparse por el futuro de Alemania”.
Para apoyar su afirmación, este policía dispara argumentos hacia prácticamente todos los ámbitos de la sociedad. “Lo primero a lo que tenemos que dedicarnos son las escuelas”, apunta. “Hay escuelas en las que los niños ni siquiera quieren ir al baño por la suciedad, hay edificios que se caen a pedazos, en los que hace frío en invierno y demasiado calor en verano, hay escuelas sin internet porque no hay dinero para ello”, asegura, antes de lamentar las prioridades de los responsables políticos. “Sí tenemos dinero, mucho dinero, sin embargo, [se destina a] la construcción de un aeropuerto como el BER en Berlín que cuesta 40 millones al mes y, eso sí, cuando una escuela necesita 10.000 euros para lo que sea, conseguirlos es imposible”, agrega.
Wendt también arremete contra el estado de la Justicia en su país. “La Justicia ha dejado de funcionar, no sirve de nada detener a los delincuentes”, sostiene, antes de referirse a una reciente operación policial contra el crimen organizado en la ciudad de Hamburgo (norte) que se saldó con 57 detenciones. “Se necesitaron meses para realizar las detenciones de este grupo internacional de ladrones que había realizado más de 1.000 robos en casas de gente”, cuenta. “Más de 30 fueron acusados formalmente, ¿pero sabe cuántos están en prisión? !Ninguno!”, se indigna.
“Cuando hay una imputación y el juez deja libre al acusado, esto frustra al fiscal, a la Policía y también a las víctimas”, abunda. “Esto no sólo tiene que ver con que tenemos demasiado pocos jueces, sino también con que los formamos mal, en general. No en todas partes ocurre, como en Baviera, donde el juez para ser juez tiene que servir unos años como fiscal”.
UN FISCAL PARA 400 CASOS SEMANALES
En realidad, no sólo son decisiones judiciales las que explican el tono de Wendt a la hora de hablar de la Justicia de su país. También son clave lo desbordadas que están las autoridades. “En Berlín, un fiscal tiene que trabajar a la semana en 400 casos. Cuando quiere dedicarse a uno, desatiende esa semana a 399, y luego, la semana siguiente, vienen otros 400”, explica. “Así, no es posible que se hagan acusaciones formales, porque eso exige investigar y recurrir a testimonios”, agrega.
Otro ejemplo berlinés que pone Wendt para dar cuenta de lo superadas que están las autoridades es el Servicio para la Salud y lo Social de la capital germana. “Allí, un demandante de asilo puede ir un día y registrarse con un nombre y, al día siguiente, hacerlo con otro nombre distinto”, según el líder sindical.
En el ámbito policial, Wendt también se muestra muy crítico. Desde la reunificación alemana, el número de efectivos se ha reducido considerablemente. Que el pasado mes De Maizière anunciara la creación de algo más de 3.000 nuevos puestos para la Policía Federal en reacción a la situación de inseguridad creada por los ataques registrados en Baviera resulta “insuficiente” para Wendt. Entre otras cosas, porque “hacen falta cuatro años” para incorporar al servicio público esos efectivos, explica el líder sindical: la elección de los candidatos para ser policía federal es un proceso que dura un año; la formación de los nuevos policías dura otros tres.
En los próximos años se espera la creación de hasta 15.000 empleos en la Policía. Pero eso no es suficiente para Wendt. “Nosotros pedimos 50.000 efectivos más en la próxima década”, subraya el líder sindical, al que le gustaría ver una Alemania dotada con cerca de 300.000 agentes.
CRIMINALIDAD, TERRORISMO Y REFUGIADOS
Las medidas adoptadas por el Gobierno de Merkel en materia de lucha antiterrorista – entre las que se encuentra la centralización de la información recabada por los servicios de seguridad – parecen satisfacer a Wendt. Lo que lamenta es que algo así no exista para “otras formas de criminalidad”. En este sentido, no le preocupa tanto quienes delincan entre los más de 1,1 millones de refugiados llegados en los últimos dos años, sino “esos jóvenes norteafricanos que llevan años aquí y que se han integrado ya en la vieja escena criminal del país”.
Wendt recuerda que es un “deber del Estado proteger a los refugiados”, algo que no se está cumpliendo. “No tenemos suficiente gente en el Estado, el Estado es tan débil que no podemos proteger a los refugiados frente a la violencia contra los hogares de refugiados y contra la violencia entre inmigrantes, porque en los hogares de acogida hay ataques a cristianos, a mujeres, a familias, y no lo podemos evitar porque no tenemos personal”, mantiene.
La llegada masiva de refugiados el año pasado, según Wendt, era algo de lo que los servicios de seguridad venían alertando. Pero el Ejecutivo hizo caso omiso a toda señal de alarma. “Dijimos que en 2015 vendrían al menos un millón de refugiados y hasta septiembre de 2015 el Gobierno estaba diciendo que eran algo más de 500.000, no querían reconocer la verdad”, recuerda.
Algo parecido parece haber ocurrido con los indicios de los servicios de seguridad que daban cuenta de la posible llegada de terroristas aprovechando la ola de refugiados. “El ministro del Interior ha dicho que no hay que relacionar terroristas y refugiados, pero claro que sí hay que relacionar ambos temas”, asegura. “Dijimos que había que mantener los controles en la frontera, para saber exactamente quién está viniendo al país. Quienes venían sin pasaporte deberían haber ido a un centro del que no se puede salir, y quienes tenían pasaporte deberían de pasar”, sostiene mostrando desconfianza frente a las condiciones en las que se facilitó la entrada de demandantes de asilo el año pasado y que tantas críticas le han costado a Merkel dentro de sus propias filas o entre sus socios en Baviera, la puerta de entrada a Alemania.
“Los políticos decían: 'no, no es necesario dejarlos encerrados'”, afirma. “Dejémosles entrar y luego vemos que pasa”, según reproduce Wendt la lógica que atribuye al Ejecutivo.
LOS INFORMES LE CONTRADICEN
En la Alemania que describe Wendt, “los criminales se sienten cómodos”, según los concluyentes términos de este sindicalista y desde hace escasas semanas escritor de éxito. La visión que tiene este hombre de 59 años nacido en Duisburgo (oeste germano) de su país poco tiene que ver con la que consideraba a Alemania “el mejor país del mundo”. Así lo indicaba un estudio elaborado a principios de año conjuntamente por la Universidad de Pennsylvania (Estados Unidos) y la firma de consultoría estadounidense BAV Consulting. Por otro lado, en el último Índice de Paz Global, ranquin que elabora el Instituto para la Economía y la Paz, un organismo de investigación con sede en Australia, Alemania figura como 16º país más seguro del planeta.
Resulta paradójico que Wendt sea un miembro satisfecho de la Unión Cristiano Demócrata (CDU) desde hace más de 40 años. Pese a las críticas que formula, todavía es capaz de defender al partido que, de la mano de Merkel, va camino de haber gobernado los últimos tres lustros en Alemania. “Sería muy fácil responsabilizar a la CDU del hecho que Alemania esté en peligro, porque en Alemania hay 16 Estados federados y un Gobierno federal, hay una responsabilidad compartida entre todos”, afirma. “No sólo los políticos son responsables, la sociedad también ha esperado mucho antes de darse cuenta de algunas cosas, nos hemos dejado decepcionar”, añade.
RESPONSABILIDAD POLICIAL
Como buen sindicalista, Wendt también tiene palabras críticas contra los que pudieran calificarse de sus 'jefes' de empresa. “La Policía tiene una responsabilidad en este tema, muchos mandos policiales actúan como si fueran portavoces del Gobierno, y, cuando desde los sindicatos hemos advertido de los peligros, los mandos policiales van a los ministerios y dicen: 'la cosa no va mal'”, cuenta Wendt. En este sentido, muchos entienden que este líder sindical exagera. Así, Markus Decker, firma del periódico berlinés Berliner Zeitung, ha señalado irónicamente que el libro de Wendt podría haberse titulado perfectamente “El Hundimiento”, aludiendo a la película de Oliver Hirschbiegel que cuenta los últimos días del III Reich en el búnker de un Adolf Hitler decadente.
“Usted exagera, como siempre”, es precisamente lo que le dijo De Maizière a Wendt al conocer el contenido de su libro, según cuenta el sindicalista. “El ministro se ha enfadado mucho con la aparición de mi libro, pero yo le dije: 'señor ministro, no es mi deber preocuparme por darle alegrías, ese no es mi trabajo'”, presume Wendt. Su cometido, más que nada, tiene que ver con discutir con De Maizière y los responsables de Interior. “El ministro del Interior siempre me dice: 'nos caemos bien, pero nos peleamos'. Esto es bueno en democracia, hay que pelearse, yo quiero discutir”, concluye.